jueves, 12 diciembre 2024

El ‘kangoo jump’ da sus primeros saltos en Pamplona

Hace ocho meses que Andrea Arroyo, de 49 años, probó esta disciplina en su Argentina natal. Le enganchó tanto que, de regreso en Pamplona, habló con su amiga colombiana Lizhet Rovira (45 años) para impulsarla en la ciudad. Tras formarse como monitoras, ya imparten clases en varios clubes.


Pamplona - 27 febrero, 2023 - 06:00

En una clase se dan hasta 40.000 saltos y se ejercitan todos los músculos del cuerpo. (Foto: Ana Osés)

Han pasado solo ocho meses desde que Andrea Arroyo se subió por primera vez a unas botas de ‘kangoo jump’. Aquella experiencia fue “un salto a la felicidad”. “Llevaba tiempo con ganas de averiguar cómo era esta actividad. Y, el último día de mis vacaciones en Argentina, me surgió la oportunidad de probar una clase. Volví a España enloquecida. Te desestresa, te da alegría, terminas con un subidón… Es increíble”, indica Arroyo a Capital Sport.

Lo primero que hizo al regresar a Pamplona de su país natal fue contactar con su amiga Lizhet Rovira, natural de Colombia, para contarle la experiencia y animarle a probar. “Fue un clic en mi vida y sabía que a ella también le iba a gustar”. No le costó mucho convencerla, ya que Liz, como se refiere a ella de forma cariñosa, también es una gran aficionada al deporte. “En mi país fui animadora, incluso competía. También jugué a vóley, a fútbol… Y el ‘kangoo jump’ me encantó”, constata Rovira.

“Cuando nos subimos a las botas, nos cambia el humor. Sentimos que estamos en una nube, parece que volamos”

Al cabo de poco tiempo, decidieron buscar la fórmula para impartir clases en Navarra. “Cuando nos subimos a las botas, nos cambia el humor. Sentimos que estamos en una nube, parece que volamos”, apuntan ambas.

El pasado septiembre realizaron un viaje a Madrid para formarse como monitoras. “Nos capacitó Raquel Caturla, que es la propulsora de este deporte en España. Desde entonces, acudimos a todos los eventos que se organizan en torno a la actividad. Nos ayuda a aprender y mejorar”. El ‘kangoo jump’ está calando cada vez con más fuerza en Madrid, Valencia, Andalucía o Ibiza. También es tendencia a nivel internacional: “Está siendo un boom en Latinoamérica, EEUU y Europa del Este“, aseveran.

EL DESEMBARCO EN PAMPLONA

Ya han comenzado a dar clases en las piscinas de Tajonar y, próximamente, dinamizarán varios grupos en la Agrupación Deportiva San Juan. También están llevando a cabo diferentes jornadas de puertas abiertas con el fin de dar a conocer este deporte. “Vamos a organizar jornadas de puertas abiertas en las instalaciones de Zuasti, también estamos en conversaciones con Anaitasuna… Animamos a probar a todo el mundo, incluso a personas que se quieran formar como monitoras. Es una experiencia que merece la pena”, detalla Arroyo, que también gestiona el club de pádel Mundo Capitani.

Dentro el ‘kangoo jump’ hay varias disciplinas. Ellas sobre todo se centran en el ‘power’, que es más explosivo y se centra en saltar de forma ininterrumpida durante largos períodos de tiempo, y el ‘dance’, en la que se trabaja con las botas en el suelo. Todos los entrenamientos se desarrollan al ritmo de la música. “Luego está el ‘bootcamp’ que es un entrenamiento de más alta intensidad”.

“En una clase logramos dar 40.000 saltos y se ejercitan todos los músculos del cuerpo”

Eso sí, todas ellas comparten un denominador común: quienes las practican nunca permanecen en posición estática. Las clases tienen una duración de 50 minutos y se imparten para un mínimo de diez personas. “No se debería pasar por alto algo que me llama mucho la atención de esta actividad. Y es que en una clase logramos dar 40.000 saltos y se ejercitan todos los músculos del cuerpo de forma inconsciente. Funciona todo el sistema linfático cuando estás en pleno ejercicio. Viene bien para la circulación, fortalecer ligamentos, elasticidad… No solo es el ejercicio aeróbico”, concreta Rovira.

Para practicarlo, son necesarias unas botas especiales cuya particularidad es que están elevadas a veinticinco centímetros de altura. Su suela, en forma de arco, es flexible y consigue amortiguar el 85 % del impacto con el suelo. “Ver esas botas puede crear una sensación de inestabilidad. La gente cree que se puede lesionar o caer, pero es todo lo contrario. Absorben el impacto y, conociendo la técnica, no hay forma de caerse”, concretan.

Precisamente, se crearon como una herramienta de rehabilitación que, con el paso del tiempo, ha derivado en deporte. Cada una pesa casi dos kilogramos y tienen un precio de 260 euros.

“La gente cree que se puede lesionar o caer, pero es todo lo contrario”

Conscientes de que comprarlas desde el inicio puede suponer un gasto importante, Arroyo y Rovira realizaron una fuerte inversión inicial para poder ofrecer la actividad con todo el material necesario. Actualmente, tienen casi treinta pares que prestan para sus clases. “Tienen diferentes refuerzos y, en su interior, llevan una especie de bota de tela que después desinfectamos. La gente usa calcetines compresivos”. También cuenta con un stock de botas para vender y aceptan los pagos a plazos. “Entendemos que su precio es elevado y que la flexibilidad puede facilitar la compra”.

Aunque no fueron las primeras en traer este deporte a la capital navarra, estas dos ciudadanas de origen latino no han encontrado a la precursora: “Sabemos que hubo una chica que promovió antes el ‘kangoo jump’, pero no sabemos si lo hizo en una escuela, para animar eventos… No sabemos cuál ha sido su recorrido”, concluyen.

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