“No dejes apagar el entusiasmo, virtud tan valiosa como necesaria”, escribía el poeta nicaragüense, Rubén Darío. Sin embargo, escuchando a Eduardo Prieto Iglesias, su gestualidad constante, los ojos abiertos y fijos en el interlocutor, así como la velocidad con la que enlaza ideas y conceptos, uno sospecha que debió caerse en la marmita de pequeño. “Sí, soy un hombre con múltiples pasiones y un punto de locura“, confiesa abiertamente nuestro protagonista de 42 años y siete días (su aniversario fue el pasado sábado, 17 de junio).
Lo que sigue a continuación, por tanto, es la trayectoria vital de una persona que ha encadenado (y lo sigue haciendo) “cosas” que le pasan de forma tan natural que parece responder a un plan premeditado. Pero no. La realidad es que hemos tenido la suerte de encontrarnos con alguien con una actitud tan proactiva que afronta todo lo que le viene tal cual, sin medias tintas. O, como el mismo reconoce, “todo lo que me ha ido pasando ha sido una mezcla de aventuras y aprendizaje… Vamos, que lo he pasado muy bien”.
Muy futbolero, recuerda su llegada al mundo del arbitraje con tan solo doce o trece años dirigiendo los partidos de su hermano pequeño. Y cómo, de ahí, fue subiendo hasta alcanzar la categoría profesional. “Sin ninguna presión y sin expectativa, descubrí que eso de tomar decisiones y de gestionar a las personas me gustaba muchísimo. Así que me dije ‘voy a probar suerte’; y mira, hasta hoy”. Por eso, ahora que ha cambiado el césped por las pantallas del vídeo-arbitraje (VAR), le preguntamos con qué se queda de esta experiencia. “Para mí, ser árbitro de fútbol ha sido la mejor escuela de vida. Es más, si volviese a nacer, lo elegiría todas las veces”, asegura de forma rotunda.
De forma paralela a esa actividad, y como muestra de que no había un plan preconcebido, Prieto decide formarse. “Es algo que siempre he tenido muy pendiente, que no quería dejar y me parecía muy importante”, comenta. De esta forma, cursa Ingeniería Mecánica en la Universidad Pública de Navarra (UPNA), lo que le permite ingresar en Siemens Gamesa, trabajo que durante un tiempo comparte con su labor como árbitro hasta que alcanza la máxima categoría del fútbol nacional. Posteriormente, completará esta faceta con un MBA en ESIC y otra ingeniería, en este caso Industrial, en la Escuela Tecnum de la Universidad de Navarra.
Una vez más, y sin quererlo, nuestro entrevistado pone las bases de su siguiente reto: el emprendimiento. “Es algo que me llamaba mucho la atención y del que tenía una especie de gusanillo desde hace mucho tiempo”. Dicho y hecho, Eduardo Prieto Iglesias se pone al frente de su propio negocio Sadar Gloves Fit&Box, inaugurado a finales del pasado año. “Sin duda, una oportunidad única que me permite conjugar las dos grades pasiones de mi vida: la empresa y el deporte”, explica.
UCRANIA
Y, entre medias, con la invasión de Ucrania por parte de Rusia hace un año, el espíritu inconformista de Prieto vuelve a activarse. “Consideré que, de alguna manera, tenía que contribuir, llevar a cabo una acción solidaria…”, rememora. Lo que entonces fue un primer convoy, organizado en colaboración con la Fundación Enfermeras de Navarra y formado por dos ambulancias y tres todoterrenos cargados de material sanitario, se ha concretado, pasado el tiempo, en el proyecto ‘Nash Dim’ (‘Nuestro Hogar’). Dicha iniciativa pretende crear un lugar para que un centenar de mujeres y niños refugiados huérfanos, algunos con problemas mentales, puedan sentirse como en casa en un ambiente de libertad que tenga como pilar fundamental la práctica del fútbol.
Precisamente para su ejecución, Eduardo Prieto Iglesias involucró a la Federación Española y Navarra de Fútbol, el Comité Técnico de Árbitros y Aficiones Unidas, una asociación que engloba a las peñas de los clubes de Primera y Segunda División. De su mano, hace pocas semanas, trasladó parte del material deportivo donado por todos ellos a la región de Skole, a unos 100 kilómetros de Lviv, en pleno corazón de Ucrania. No solo eso, nuestro interlocutor nos informa, con un cierto tono de orgullo, que han puesto la semilla de algo mucho más grande: “ofrecerles apoyo y formación para crear una escuela de fútbol y que sus responsables puedan venir aquí, a España, a aprender con algún club deportivo que quiera colaborar con nosotros”.
Llegados a este punto, la pregunta es inevitable: “Oye, Eduardo, ¿y cuándo descansas?”. “Pues, la verdad descanso poco (risas). No sé si tengo algún tipo de hiperactividad pero soy de mente muy inquieta y estoy todo el día dándole vueltas a la cabeza”. El diálogo, a partir de ahora, fluye ágil y rápido porque las preguntas y las ganas de saber se acumulan. Por ejemplo, queremos que nuestro interlocutor nos cuente qué hace en los escasos ratos que tiene para él. “Mi pastillita contra la locura es el deporte. Entrenar sí o sí es innegociable y ese es mi momento de desconexión”, asegura. En concreto, Eduardo Prieto Iglesias nos detalla su plan: “cuatro días de fuerza en el gimnasio con dos de running sin música, a pelo, porque es el rato donde hablo conmigo mismo” (más risas).
“¿Y fuera de eso?”, le repreguntamos. “Estar con mi hija de siete años, pasar el tiempo y jugar con ella, explicarle un poco a su escala lo que está haciendo papá… Todo eso también me recarga las pilas”, asegura. También está la lectura. Aquí apunta que “ahora que viajo a Madrid con el tema del VAR lo aprovecho al máximo para leer novela, ciencia ficción, libros de emprendimiento, crecimiento personal, lo que sea”. Por ejemplo, actualmente está devorando el libro de Mikel Alonso, “El Cerebro Optimista” y, siempre, todo lo que publica Arturo Pérez Reverte, del que se declara fiel seguidor.
UNA LECCIÓN DE VIDA
A estas alturas ya nos hemos hecho una idea en nuestra mente de la persona que tenemos delante así que le preguntamos por sorpresa si duerme con una libreta al lado para anotar tantas cosas que bullen en su cerebro. Eduardo Prieto Iglesias no se lo esperaba, se echa para atrás, sonríe y confirma. “Sí, sí. Tengo una libretita pequeña de esas tipo ‘Moleskine’ y siempre la llevo encima por si se me ocurren cosas para que no se me olviden. Y, si no la tengo, uso notas del móvil o Whatsapp…”.
La conexión es total pero el tiempo se acaba así que le preguntamos por sus referentes. Es el único momento de cierta solemnidad. “Mis padres. Tengo la suerte de venir de una familia tremendamente humilde y ellos, con su ejemplo, nos trasmitieron que el esfuerzo, el trabajo, el sacrificio y creer en uno mismo es clave para conseguir lo que quieres”, afirma.
Se hace un momento de silencio, el único de toda la conversación, y vemos que Eduardo Prieto Iglesias quiere completar su relato con una reflexión final. Ahí va. “La gran satisfacción que tengo en mi vida no son las cosas materiales que haya podido conseguir. Ha sido haber demostrado a mi familia y a mi mismo que todo aquello que decían mis padres era verdad. Si trabajas duro, si tú crees que puedes conseguir las cosas, si te sacrificas, haces muchas renuncias, asumes que te equivocas, y que el error es parte del camino, al final, tarde o temprano, te llega la recompensa”.
Nada más que añadir. Señoras y señores, con todos ustedes Eduardo Prieto Iglesias.