jueves, 12 diciembre 2024

El Reyno perdido

Como si de un auténtico diario de viajes se tratara, el periodista de NavarraCapital.es Óscar Azparren redescubre su propia tierra y comparte los recuerdos creados en un recorrido que le acompañará para siempre. Invitado por Turismo Reyno de Navarra, su aventura comienza con una ofrenda al paladar protagonizada por un chuletón, "que se deshace en la boca", y unos pinchos que parecen "auténticas obras de arte". La excursión también viene acompañada de una buena dosis de ejercicio, que comienza en el Parque Natural de Urbasa-Andía y termina con un paseo en bicicleta eléctrica hasta la Ermita de San Adrián.


12 junio, 2021 - 00:09

'Setera', un pintxo que te lleva a las profundidades de un bosque húmedo y sombrío. (Fotos: Óscar Azparren)

Dicen que el verdadero sentido de la vida reside en los pequeños detalles. En disfrutar de los momentos y de las experiencias para crear recuerdos que te acompañen para siempre. Yo acabo de entrar en este juego. Ser de una tierra como Navarra y no valorar lo que se tiene es pecado mortal. ¿”En casa de herrero, cuchara de palo”? En mi caso, al menos, ya no es así.

En los 27 años que llevo viviendo en esta tierra, jamás había conocido los rincones de Pamplona y de la Comunidad foral tal y como los he podido descubrir hace un par de semanas. Historia, turismo, anécdotas, gastronomía, deporte, paisajes… el potencial que ofrece la región foral es infinito. El pistoletazo de salida lo dio una estupenda cena en el bar restaurante Iruñazarra, situado en la calle Mercaderes de la capital navarra. Con una amplia carta y una calidad inmejorable, me decanté por probar esa lista de ‘Pinchos de Concurso’ que tanto atrapaba mi atención. Por suerte, y como me lo esperaba, no me equivoqué.

La primera explosión de sabores vino de la mano de un crujiente de quinoa casero, guacamole, salmorejo, anguila ahumada, perlas de alga roja, alga negra y flor de mandarina. Esta joya obtuvo el premio Oro en la XVIII Semana del Pincho de Navarra. Al paladar hay que cuidarlo y yo llevé esa recomendación a rajatabla.

Decidí adentrarme en una cúpula invertida elaborada a partir de semillas de chía y amaranto y rellena de migas de pastor, una pasta kataifi que emulaba a la hierba seca, un bizcocho de borraja que simulaba el musgo, espuma de perretxicos, setas y flores comestibles. Un solo bocado de esta perfección te lleva directamente a las profundidades de un bosque húmedo y sombrío.

Y para rematar la ceremonia, entré en un juego que, sin duda, ganaría el chuletón superior que devoré. La carne seleccionada puso la guinda con una textura que se deshacía en mi boca. Tras ese banquete, solo quedaba descansar y prepararme para la siguiente excursión. Y así lo hice en el Hotel Pamplona Catedral, ubicado en un antiguo convento del siglo XIX. Totalmente rehabilitado y revestido de una espectacular decoración, el entorno que rodea a este alojamiento es inmejorable. Precisamente, se encuentra junto al Portal de Francia -la inconfundible entrada de los peregrinos que recorren el Camino de Santiago-, rodeado de las murallas de Pamplona y a pocos metros del templo religioso del que recibe su nombre.

Sentí la luz que se dejaba entrever a través de las cortinas y supe que ya comenzaba la próxima aventura. ¿El destino? El Parque Natural de Urbasa-Andía. Con una extensión de 21.400 hectáreas, este espacio alberga en su interior uno de los mayores hayedos de la península. En definitiva, se trata de un auténtico paraíso para los amantes de la naturaleza. Sumergiéndonos en su interior podremos descubrir cuevas como la de Cristinos, Akuandi y Noriturri; ríos de aguas turquesas, como el famoso Nacedero del Urederra; acantilados como el Balcón de Pilatos, con paredes de más de 200 metros de altura. La recompensa final se alcanza en los cortados de Lizarraga, que ofrecen unas vistas imponentes al valle de Ergoiena.

La sierra de Urbasa, al igual que todo su parque natural, nos ofrece extensas y variadas rutas de senderismo. Algunas resultan muy sencillas y son idóneas para descubrir en familia, mientras que los más aventureros pueden subir hasta el Monte Beriarin (San Donato), situado a 1492 metros de altura. Yo decidí recorrer estos paisajes en bicicleta, de la mano de la empresa Urederra eBike. Bajo un cielo azul y una temperatura de película, llegué hasta el Puerto de Lizarraga-Ermita de San Adrián. Un lugar emblemático donde la tranquilidad y la desconexión fueron los ingredientes fundamentales para una experiencia perfecta.

Con estas imágenes en mi cabeza, descendiendo por los bellos caminos de la Sierra de Urbasa-Andía y viendo cómo poco a poco el sol se iba metiendo entre las montadas y el cielo se teñía de rojo, llegué al Camping de Urbasa, un alojamiento de tres estrellas situado en un espacio protegido. Esa noche, la habitación que me asignaron era diferente, especial: un bungalow de madera de dos alturas dotado con televisión, calefacción y menaje de cocina. Con la naturaleza como el único ruido ambiente que me acompañaba, un manto de estrellas me acompañó durante una cena que tuvo sonido propio.

Mientras asimilaba este manjar, bajé el telón y me preparé para emprender al día siguiente una nueva ruta, que tuvo como protagonistas a la gastronomía, la meditación en el bosque, los verdes paisajes del Valle de Baztán, las saladas aguas del Balneario Elgorriaga y alguna que otra sorpresa. De eso ya os hablaré en una nueva edición de VanityCapital.es.


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