Todos los días, a eso de las nueve de la mañana, Alfredo Moreno sale a almorzar. Hoy no ha podido hacerlo -al menos no cuando quería-, porque hemos bloqueado su coche con el nuestro. Parece que lo hemos hecho a propósito, intuyendo que quiere escaparse antes de que la cámara salga de la mochila, pero prometemos que ha sido una casualidad. Queremos hacerle un retrato junto a su hija, Elena, galardonada en la tercera edición ‘Premio A Mujer Profesional Autónoma’, promovido por CaixaBank. Aunque en realidad es a ella a quien hemos venido a entrevistar, mentiríamos si dijéramos que no nos interesa verla interactuar con su progenitor.
Con ayuda de él fundó en 2015 Saygom, empresa dedicada a la fabricación de maquinaria de automatización industrial. Antes de dar aquel salto, nuestra entrevistada trabajó en MTorres, en Viálogos Gestión de la Eficiencia -perteneciente entonces a Caja Navarra- y en Indra (empresa que adquirió Viálogos en 2010). Desde siempre supo, eso sí, que deseaba emprender. Es un rasgo de su carácter que atribuye al hecho de haberse criado en Peralta, un pueblo industrial “muy emprendedor” donde se asientan firmas de la talla de Jofemar Corporación, Azkoyen o Electrónica Falcón, entre otras.
“De pequeña, veía que había gente que montaba su empresa, conseguía inventar algo y hacerlo crecer. Me parecía que tener un buen trabajo o dar un buen trabajo a los demás era una manera de que las personas pudiesen, a partir de eso, desarrollar su vida. Eso es lo básico para luego hacer todo lo que te gusta”, expone.
Convertirse en madre solo afianzó más esa idea: “Ahora que tengo hijos -continúa- quiero luchar, ver cómo hacemos entre todos para que los jóvenes no tengan que emigrar. Algunos países están tirando mucho, como China, y eso hace que te preguntes: ‘¿Qué va a ser de esta zona dentro de treinta años? ¿Nuestros hijos van a poder vivir aquí y tener una familia? ¿Nuestra calidad de vida es sostenible?’. Tengo la ilusión de construir algo innovador y muchos más sueños de vender a nivel internacional. Todo un poco con la idea de que los talentos no se vayan. Sé que es difícil o casi imposible, pero no sé tirar la toalla”.
En esa pequeña declaración de intenciones intuimos el carácter chispeante de una persona con la que fácilmente puedes pasar horas conversando de todo y de nada a la vez, desde la insuficiente presencia de mujeres que eligen estudiar carreras STEM y las frustraciones laborales de las generaciones más jóvenes hasta los últimos avances de la cosmética coreana (esta última parte se la ahorraremos al lector).
Así nos enteramos de que Moreno fue una niña ambiciosa, que imaginaba convertirse en astronauta o veterinaria. También de que, y esto no nos sorprende lo más mínimo, siempre fue una alumna estrella. “Me iba muy bien en el cole -relata-, sin mucho esfuerzo, la verdad. Yo he sido una privilegiada porque, sin ningún mérito, he nacido con mucha capacidad para estudiar. Y entonces llegó un momento en el que dije: ‘Pues estudio Medicina’. Pero me di cuenta de que, a ver, ¡si me da asco la sangre! ¿A quién iba a engañar?”.
“PASIÓN” POR LA INGENIERÍA
De la ingeniería le atrajo “el llegar a entender el porqué de las cosas, por qué pasan, por qué se mueven…”. “Ese dar vueltas a todo, inventar cosas y progresar es una forma de traer el futuro. Y, además, de hacerlo de una manera democrática: cuando un producto sale al mercado es caro, pero enseguida se abre a todo el mundo”. Se decantó, en concreto, por cursar Ingeniería Industrial en la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Navarra (Tecnun). “La verdad es que disfruté la carrera un montón. Lo mío es una cuestión de pasión”, apostilla.
Con ese ímpetu de “prepararse lo mejor posible”, asistía a clases de alemán regularmente -ya sabía inglés- y pasó varios veranos en tierras germanas, con la idea de encontrar oportunidades en empresas “punteras”. Dominar esa lengua le permitió hacer un intercambio académico en la Universidad Técnica de Aquisgrán (RWTH Aachen University). “Viajar te abre mucho la mente y te quita muchos prejuicios. A mí me genera una sensación que puede parecer una incoherencia: cuanto más he viajado, más me he dado cuenta de que lo nuestro no es tan especial. Es decir, hay muchos países que destacan en diferentes cosas y muchas formas de ver la vida. Desmitifiqué y, al mismo tiempo, le cogí más cariño a este lugar”, remarca.
Al regresar a Donostia después de esa corta estancia la esperaba otro “montón” de matrículas de honor -ya había acumulado bastantes durante sus primeros años de carrera- y la recompensa de recibir el Premio Nacional de Fin de Carrera. O sea, pensamos en voz alta, que estamos ante una mujer listísima. Lo que surge a continuación es un sinfín de carcajadas de quien acepta con modestia un cumplido, pero en el fondo sabe que es verdad: “A ver, a los 25 años era más lista, ¿eh? Ahora tengo blackouts y eso, pero lo compenso con esa madurez, con haberme quitado las piedras de la mochila”. Se preguntará usted de qué piedras hablamos. Oído al tambor:
“Hasta los 40 -hoy cuenta 42 años-, yo había tenido muchos complejos que empiezan en la adolescencia, se van perpetuando y son como piedrecitas que te vas echando a ti misma en la mochila. Que si no me veo bien físicamente o no he llegado a donde quería llegar o que si miran si mi bebé engorda o no. Yo qué sé, cada una con sus historias. Vas con diez kilos de peso a todas partes que te cansan, te restan y no te dejan ser tú misma. Hay un día en que te aceptas como eres y dices: ‘Me quiero con mis imperfecciones y no voy a ser ni la emprendedora perfecta ni la madre perfecta, voy a hacer lo que pueda y ya está’. Y te perdonas un poco a ti misma. Ese día empiezas a ser más feliz y más auténtica, empiezas a funcionar mejor a todos los niveles”, valora. Tomamos nota de la lección a sabiendas de que, seguramente, la interiorizaremos demasiado tarde.
“No tengo claro si esto hubiese sido posible sin mi padre. Su involucración ha resultado vital, es una persona que siempre aporta”
Los comienzos de Saygom se gestaron en la habitación de Saioa, una bebé que nacería poco después. Moreno estaba embarazada de su hija -ya tenía un primer vástago, Íñigo, quien todavía no contaba dos años de edad- cuando empezó a programar por su cuenta. Ese fue el germen de la empresa, que posteriormente pasó por el Vivero de Innovación del Centro Europeo de Empresas e Innovación de Navarra (CEIN). Ahora se emplaza en el polígono industrial Noáin-Esquíroz, da empleo a cuatro ingenieros y proporciona sus servicios a varias multinacionales: “Fue una época de la vida -rememora- que requería mucho. He tenido siempre dos trabajos: a la mañana este, y luego una segunda jornada laboral en casa. Después tenía que recuperar… Los sábados me levantaba superpronto para adelantar. He currado un montón, aunque igual menos que los de una generación anterior, en la que solo trabajaba una persona en cada casa. He estado a tope y eso, por supuesto, te desgasta. Acabas agotada, ¡pero sarna con gusto no pica!”.
En esa generación que le antecedió, que se dejó la piel trabajando y que tuvo muchos más deberes que derechos, Moreno encontró un aliado para lanzarse a la aventura empresarial. Su padre, agricultor, aprendió desde muy pronto a arreglar sus máquinas cosechadoras.
“Cuando era pequeña, recuerdo oírle decir que, tras jubilarse, quería conservar su taller de Peralta para hacerse sus inventicos. No tengo claro si esto hubiese sido posible sin él. Su involucración ha resultado vital, no solo porque me ayudó económicamente, sino también porque tiene mucha más experiencia que yo a nivel mecánico. Es una persona que se mantiene positiva, que siempre aporta y siempre está adelantándose”, ensalza. Pensamos que quizá el septuagenario -que ahora sí se ha podido escaparse y almorzar fuera de los focos- se sonrojaría ante tal testimonio de admiración.
“Hay un día en el que te aceptas como eres, empiezas a ser más feliz y a funcionar mejor en todos los niveles”
También entrevemos que ella piensa en él cuando habla de lo que hace falta para navegar en estos mares. “No se puede engañar a la gente. No sé si lo habrás notado, pero últimamente en la sociedad española no se habla del esfuerzo. Y aunque te toque la lotería, lo cierto es que nadie consigue algo si no se ha esforzado durante mucho tiempo, dando pasos adelante y atrás”, plantea.
Es un baile que ya conoce bastante bien: “Cuando me preguntan si recomendaría emprender, explico que en mi caso es una vocación, pero que en realidad hay pocas posibilidades de que salga adelante por la cantidad de dificultades. Tienes que dar un servicio adecuado, a un coste adecuado, tienen que fiarse de ti, darte las primeras oportunidades, tienes que responder y hacerlo muy bien. Son un montón de cosas que te superan y al principio no cuentas con el dinero para subcontratar ciertos servicios”.
Saygom empezó trabajando “con las cosas que no quería nadie porque eran muy arriesgadas, cogiendo poco a poco proyectos más grandes y complicados”. Moreno, quien recientemente entró en la junta directiva del Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de Navarra (COIINA), tiene todavía muchas aspiraciones en la cabeza. Una de ellas es “sacar producto propio” bajo la marca de su empresa. Nosotras estamos convencidas de que se merece todo lo que consiga.