jueves, 28 marzo 2024

Empleo, Productividad y Salarios

La autora demanda una "ambiciosa" reforma laboral (y educativa) que permita atender tanto el incremento de salarios como otros factores clave como la productividad o la generación de empleo.


Pamplona - 10 septiembre, 2017 - 19:51

María Jesús ValdemorosLa crisis ha quedado atrás, decía recientemente la Comisión Europea animada por la evolución de importantes agregados macroeconómicos como el PIB. Ahora bien, usted y yo sabemos que la realidad no es exactamente ésa. 

El mercado laboral sigue lejos de los niveles de empleo y salarios de 2008. Ha habido recuperación, sí, pero no para todo el mundo. Los beneficios empresariales avanzan, mientras que los sueldos permanecen en la inercia de la moderación salarial.

Diferentes voces reclaman una subida de salarios que permita disfrutar de la expansión económica a quienes hicieron grandes esfuerzos durante la crisis. Se trata de que los trabajadores recuperen el poder adquisitivo perdido.

La reclamación parece justa pero, ¿cómo hacerlo? Ante esta pregunta, una primera consideración se refiere a la evolución de los precios. Desde hace meses, la inflación española es claramente superior a la de la zona Euro. En parte, este fenómeno se debe a la insuficiente competencia en algunos de nuestros mercados, que hace que la mayor demanda en época de bonanza se traduzca en un aumento excesivo de los precios.

Con mayores niveles de competencia se contendría la inflación evitando que las subidas de precios resten poder adquisitivo a los asalariados.

La otra opción para incrementar el poder de compra de los trabajadores es aumentar salarios. Según la teoría económica, las subidas salariales deben realizarse para recomponer incrementos en la productividad del trabajo, es decir, incrementos en la producción por trabajador o por hora de trabajo empleada.

De hecho, una mayor productividad es la mejor fórmula posible pues permite elevar no sólo los salarios, también los beneficios empresariales y el empleo. Si no se gana productividad, los incrementos salariales suponen mayores costes de producción para las empresas que reaccionan subiendo precios (inflación) o desechando nuevas contrataciones.

La relación entre productividad y salarios es compleja. En el nivel microeconómico o empresarial, la productividad muestra comportamientos diferentes según empresas y sectores, razón para que los salarios evolucionen con diferencias intersectoriales. Además, la productividad individual de cada trabajador no se puede medir con exactitud, de manera que la estructura salarial de la plantilla suele organizarse por categorías.

Una mayor productividad es la mejor fórmula posible pues permite elevar no sólo los salarios, también los beneficios empresariales y el empleo.

A todo lo anterior se suma que mayores salarios (los llamados salarios de eficiencia) son un incentivo para hacer que los trabajadores sean más productivos. O, expuesto en sentido negativo, no es razonable pensar en ganancias sostenidas de productividad basadas en salarios bajos. 

Todos estos argumentos apuntan a la conveniencia de subidas salariales ajustadas a las condiciones propias de cada sector y empresa.

En términos macroeconómicos y de política económica, la mejor receta para elevar el poder adquisitivo de los trabajadores a corto y largo plazo la ofrecen medidas que tiren hacia arriba de la productividad. Al intentarlo, la economía española se ve lastrada por las rigideces del mercado laboral.

El ejemplo más sangrante es la regulación de los contratos, principal causante de la dualidad laboral y explicación fundamental de por qué las mayores brechas entre trabajadores surgen en función del carácter temporal o indefinido del contrato, en detrimento de la productividad y los salarios.

Ahora que la evolución económica nos da mayor margen aprovechémoslo en reformas beneficiosas para todos.

Sobre este particular, diversos estudios establecen que la inversión de las empresas en formación de los trabajadores supone ganancias de productividad y salarios.

Pero en nuestro mercado laboral, desgraciadamente, la temporalidad desanima esta inversión por parte de empresas y trabajadores (para qué invertir en una relación destinada a acabar). El resultado es un círculo vicioso de temporalidad, baja productividad y salarios reducidos.

Con el lenguaje de las competiciones deportivas que comienzan ¿por qué no buscar el ‘triplete’ en materia laboral? Creo que, sin descuidar las justas demandas para elevar los sueldos, hemos de aprovechar la bonanza económica para acometer una reforma laboral (y educativa) ambiciosa, que facilite el avance del empleo, la productividad y los salarios. 

Ahora que la evolución económica nos da mayor margen de negociación y acuerdo, aprovechémoslo en reformas beneficiosas para todos. Esperar a que una nueva crisis nos obligue a hacerlo significará más desigualdad y mayores costes para nuestra economía.

María Jesús Valdemoros
Economista


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