Los 18 son esa edad perfecta para sacarse el carné de conducir, salsear en una discoteca sin tener que recurrir a un DNI falso o, en el caso de los más valientes, abandonar el nido familiar por primera vez. Javier Carmona e Inmaculada Eseverri dieron un paso más en sus ansias de independencia y apostaron por el emprendimiento, mucho antes de que este se convirtiera en el mantra actual de la juventud y de que términos como ‘resiliencia’ endulzaran el discurso de empresas y organizaciones. Tras cumplir la mayoría de edad y sin “nada que perder”, fundaron el negocio que hoy se llama Jacar Navarra, cuya sede se encuentra en el polígono industrial Comarca II (Esquíroz).
La empresa, especializada en rehabilitación de fachadas e impermeabilizaciones, se constituyó el 13 de marzo de 1977 “a las ocho de la mañana”. Viajando hacia atrás en el tiempo, Carmona se recuerda a sí mismo como una persona “más intrépida” y, en este sentido, creen que la ingenuidad propia de la juventud quizá fue uno de los motivos que le empujaron a estrenarse tan pronto como empresario: “Siempre se ha dicho que la ignorancia es muy atrevida y, tal vez, para nosotros eso resultó ser una ventaja. Cuando eres joven, no te preocupan las consecuencias de meter la pata”.
Inmaculada Eseverri (Jacar Navarra): «Es imprescindible respetar el trabajo individual de cada uno. Pese a que a veces podemos tener puntos de vista diferentes, siempre llegamos a acuerdos».
Tras más de cuatro décadas de casados, todavía son muchos quienes les preguntan cómo se las ingenian para hacer crecer un negocio y compartir el mismo entorno laboral sin que eso afecte a su matrimonio. “Todo está basado en el respeto y en la comunicación, no hay ninguna otra cosa detrás”, responde Eseverri. Eso sí, la concreción de sus respectivos roles -él es gerente y ella, la administradora de la entidad- ha sido una de las claves para garantizar la buena convivencia con su marido. “Es imprescindible respetar el trabajo individual de cada uno, teniendo en cuenta que es la misma empresa y compartimos el mismo objetivo. Pese a que a veces podemos tener puntos de vista diferentes, siempre llegamos a acuerdos”, añade. Un correcto reparto de las funciones que también se extiende a sus dos hijos, quienes trabajan en los negocios familiares. Uno en la propia Jacar Navarra y el otro, en un taller de carpintería y ventanas propiedad de sus padres.
UNA PAREJA MUY EN FORMA
Al igual que los copropietarios de Jacar, los dueños de U´kore decidieron lanzarse juntos a la piscina para crear una empresa en paralelo a su vida en común. Licenciados en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, Dani Jiménez y Amets Martínez de Bujanda se dedicaban al entrenamiento personal en diferentes gimnasios cuando sintieron la inquietud de crear “algo propio”, basado en sus propias convicciones. “Lo fácil hubiese sido ir directamente al deportista de elite o al fanático del ‘fitness’, pero creíamos en la necesidad de un proyecto integral”, comenta Martínez de Bujanda, directora del área de entrenamiento durante el embarazo y posparto de U’kore y que, además, también es fisioterapeuta y osteópata titulada.
Así fue como, hace cinco años, surgió este centro de “entrenamiento inteligente” situado en Mutilva, donde combinan la creatividad y la exigencia para diseñar planes con rutinas y dinámicas personalizadas. En la actualidad, está integrado por once profesionales, que no solo ponen el foco en el ejercicio físico, sino que además abordan otras áreas como la fisioterapia, la osteopatía y la nutrición.
Dani Jiménez (U’kore): «Llegar a casa y encontrarte con una persona que sabe perfectamente cómo es tu día a día es muy importante».
Tal y como les ocurre a muchas parejas emprendedoras, al principio tuvieron que escuchar frases como “no mezcles el trabajo con la vida privada”, seguidas por otras como “esto puede acabar mal”. Pero eso no les impidió seguir adelante con la idea que tenían en mente. Como Eseverri, Martínez de Bujanda también destaca la importancia de permanecer unidos, realizando tareas diferentes: “No estamos todo el día juntos, cada uno tiene sus clientes”. Jiménez, director técnico de U’kore y con formación especializada en el tratamiento del dolor y la readaptación de lesiones musculares, entre otras áreas, pone en valor la “comprensión” y la “empatía” que se genera mediante esta dinámica. “Llegar a casa y encontrarte con una persona que sabe perfectamente cómo es tu día a día es muy importante”. U’kore no es el único proyecto vital que comparten: al salir del trabajo, les esperan una niña de dos años y una bebé de cinco meses.
UN BRINDIS POR LA VIDA
Combinar la gerencia con la paternidad también es un desafío para los dueños de La Cantinetta, que tienen tres hijas en común (la mayor de ellas también trabaja en el restaurante). Jaime Huesa lleva las manos manchadas de harina desde hace cinco lustros. Abrió las puertas de su restaurante el 13 de enero de 1995 y, desde entonces, no ha parado de estar al frente de la trattoria-pizzería “más antigua” de la capital navarra. A diferencia de los propietarios de Jacar y de U’kore, primero lo hizo en compañía de un par de socios. Tres años después, su esposa se convertiría en su mano derecha. No fue una decisión fácil para Kale Satrústegui, que entonces contaba con un empleo estable y solo colaboraba en el restaurante de manera puntual, “en aspectos básicos como elegir el nombre de los platos que se incluirían en la carta”.
Kale Satrústegui (La Cantinetta): «Es importante romper la dinámica de vez en cuando, salir a caminar o a tomar algo para darte cuenta de que estás enfrente de la persona que quieres y no de tu compañero de trabajo».
Pero decidió cambiar la seguridad que le brindaban una oficina y un horario fijo por una ocupación que, “más que un trabajo, es un proyecto de vida”. En un ámbito como la hostelería, en el que los límites laborales y personales suelen desdibujarse, el reto de separar lo privado de lo profesional se complica más aún para quienes juraron permanecer juntos en la salud, en la enfermedad y en la empresa.
“A veces es imposible separar estos aspectos, pero es importante romper la dinámica de vez en cuando: salir a caminar o a tomar algo, por ejemplo, para darte cuenta de que estás enfrente de la persona que quieres y no de tu compañero de trabajo”, valora Satrústegui. “Hombre, para conectar lo más bonito sería irnos de viaje a la playa”, matiza Huesa bromista.
En este tipo de empresas familiares, según el propietario de La Cantinetta, se da una paradoja. Por un lado, el grado de implicación personal provoca que “los dueños, como autónomos, metan todas las horas que hagan falta”. Sin embargo, trabajar codo a codo con un compañero sentimental “da más seguridad y libertad porque puedes delegar en él absolutamente en caso de un imprevisto”. Con sus “cosas buenas y malas, como todo”, el balance que hace Huesa después de dos décadas junto a su esposa es “positivo”.
Ambos insisten en que el sacrificio ha valido la pena. Y sus resultados así lo avalan. Hoy, los hosteleros navarros cifran sus pérdidas durante la pandemia en unos 550 millones de euros. La Cantinetta, por el contrario, se ha erigido como una de las excepciones a la norma en uno de los sectores más azotados por la crisis sanitaria. Sin restarle peso a la gravedad de la situación dentro del sector, Huesa resalta que su trayectoria, unida a las posibilidades del local donde se encuentra y al tipo de producto que ofrece, le ha permitido reorientar su negocio hacia el delivery y el take away. “Actualmente solo abrimos de jueves a domingo y no es una situación cómoda, aunque tampoco nos ha supuesto una ruina. Estamos resistiendo”, sentencia.
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