Huele a cloro de piscina cubierta. Nuestro protagonista nos insta a ponernos una bata blanca y un gorro rojo antes acceder a las instalaciones. La entrevista tiene lugar el 6 de junio, último peldaño de la escalera de San Fermín. “Ya falta menos…”, suelto por aquello de achicar esa distancia inicial que todo periodista debe afrontar ante un entrevistado a quien no conoce.
Las líneas de producción conforman un esqueleto metálico y rectangular de tonos azules y blancos, donde las bobinas producen film a gran velocidad y generan un zumbido sordo y constante. Resulta complicado mantener una conversación fluida. “Aquí tenemos las máquinas de la antigua planta que aún eran útiles y las nuevas”, describe nuestro protagonista alzando la voz. Será la única vez que lo haga durante toda la conversación.
El gerente de Bacaicoa Industrias Plásticas, Fernando Bacaicoa, combina la americana marina y la camisa azul clara con unos zapatos “de seguridad”. Le gusta estar pendiente de todo lo que acontece en la fábrica, posiblemente porque empezó realizando las tareas más básicas cuando era un joven veinteañero que daba sus primeros pasos en el mundo laboral. A pesar de que tiene 48 años, hay mucho de la vieja escuela en él.
En 2022, la familia Bacaicoa cumplió 75 años de actividad en la industria plástica, aunque la empresa cambió su denominación por la actual hace cincuenta
Y eso que de pequeño soñaba con ser arquitecto, en parte por influencia de su abuelo materno, Ascensio, que trabajaba en la construcción. Fernando adoraba bucear entre sus planos. “Se me daba bastante bien. Yo siempre decía que quería ser arquitecto, no sé si por vocación o por cabezonería”, admite bromista el gerente de la compañía. “Bien, comienza a relajarse”, pienso para mí.
Cuesta encontrar noticias recientes de su compañía en internet. Del mismo modo que me costó convencerle de que aceptara sentarse ante la grabadora. Pronto descubro que sus reticencias no se deben a que sea un directivo esquivo. Más bien tengo la impresión inicial de que recela del protagonismo, de que tanto él como sus hermanos llevan la humildad en las venas.
Así que antes de conocer a nuestro protagonista en profundidad, me toca ponerle en contexto, querido lector (o lectora). En 2022, la familia Bacaicoa cumplió 75 años de actividad en la industria plástica, aunque la empresa cambió su denominación social por la actual hace cincuenta. Hoy da empleo a 75 personas.
La última noticia reseñable data de 2019, cuando Sodena le concedió un préstamo por valor de 1.325.000 euros para poner en marcha una nueva planta de extrusión, cuya inversión total superó los 10 millones de euros, con la que la firma obtuvo la certificación BRC Pack y que ha duplicado con creces la capacidad de producción hasta las 25.000 toneladas anuales tras la implantación de una última línea en 2021: “Actualmente producimos 20.000, pero es bueno tener más margen por si nos encargan pedidos especiales, que requieran una mayor flexibilidad. Cada vez somos más una empresa de servicio”.
Hoy, la compañía tiene una plantilla compuesta por 75 personas
La firma cuenta con unas instalaciones de 10.000 metros cuadrados en Oricáin, que se levantan sobre una parcela de 30.000; y ocho líneas que producen bobinas de film y bolsas de polietileno para envasados alimentarios, embalaje industrial y la industria del caucho y los neumáticos. Opera a tres turnos, los 365 días del año. “Tenemos maquinaria que cuesta arrancar”, argumenta. Yo, que como tantos otros periodistas tengo esa tendencia innata a la idealización, prefiero pensar que, para la familia Bacaicoa, la compañía es su vida. Por algo se ha convertido en la empresa navarra de referencia dentro de su sector, ¿no?
UNA PIÑA
Junto a Fernando están sus hermanos, Beatriz (51 años) y Miguel (46), también poco dados a presumir de sus éxitos. Aunque todos ellos forman parte del Consejo de Administración, incluso parecen bajar el tono de voz cuando les pregunto sus cargos. Es más, Fernando hace hincapié en que los tres forman un equipo, en que todos son fundamentales. Tanto es así que nos invita a retratarlos frente a la fachada de la factoría.
Nuestro entrevistado se autodefine, no sin dudarlo unos segundos, como el gerente (“los cargos en inglés, como el de CEO, no me hacen mucho tilín”); su hermana es la responsable de Calidad, Seguridad Alimentaria, Medio Ambiente y Prevención de Riesgos Laborales; y Miguel, según detalla, se encarga del área de Sistemas Informáticos. “Beatriz es bióloga y ejerce un papel clave. Y Miguel, además de ser ingeniero, coordinó la puesta en marcha de la nueva planta”, ensalza el hermano mediano.
LOS ORÍGENES
Nos acomodamos en la sala de juntas (“prefiero no enseñar mi despacho”, vuelve a bromear Fernando), presidida por una escultura que antaño perteneció a su tío Javier. Tallada en madera, fue trasladada desde la oficina que este tenía en las Navas de Tolosa. Los Bacaicoa recuerdan con cariño sus raíces…
“Beatriz es bióloga y ejerce un papel clave. Y Miguel, además de ser ingeniero, coordinó la puesta en marcha de la nueva planta”
La empresa nació en el seno de su familia paterna. Javier era “la cabeza pensante”, quien “marcaba un poco más la línea y llevaba la parte financiera y de inversiones”. Llegó a ejercer como vicepresidente de Osasuna con Javier Garro, entre 1994 y 1996. Cuando falleció en 2001, el diario deportivo As resaltó “su apoyo desinteresado al club, incluso en el aspecto económico, cuando más lo necesitaba la entidad en Segunda División”.
Fernando, padre del actual gerente, trabajó en la firma en un principio, luego se marchó una temporada y finalmente regresó. Él se centraba más en la actividad de la fábrica. “También estuvo un tercer tío mío, que se desvinculó en los ochenta”.
Los primeros años de la infancia de Fernando transcurrieron en Etxarri Aranatz, de donde eran su padre y su madre, María Asunción Ulayar. Pero la familia pronto se mudó a Pamplona y Fernando comenzó a estudiar en los Maristas. Después se matriculó en Económicas, en la Universidad de Navarra, con la idea de terminar el primer año y pasarse a Arquitectura: “La cosa es que me fue muy bien y seguí con la carrera”.
Tras unas prácticas en la extinta Caja de Ahorros Municipal de Pamplona, aterrizó en la compañía en 1996. “Un día me llamó mi tío, me imagino que de acuerdo con mi padre, y me propuso empezar a funcionar al día siguiente”, rememora. En aquel entonces, los Bacaicoa tenían dos empresas: la que hoy gerencia nuestro protagonista y la contigua Transcolor, donde trabajaban 45 personas. Fernando desembarcó en la primera sin cargo alguno.
“Me pusieron una mesa en la oficina y empecé con lo más básico: ordenaba albaranes, metía pedidos… ‘Cuando veas que Paco (el encargado de la planta) baja a la fábrica, ve con él’, me dijo mi padre. Si llegaba un proveedor, lo recibía. Si había que reunirse con un cliente, igual. Mi tío me enseñó el tema de las cuentas… Así me fui empapando poco a poco, cogiendo algunos temas y haciéndome mi sitio. Y lo cierto es que me dejaron hacer”, remarca agradecido.
“Empecé con lo más básico: ordenaba albaranes, metía pedidos… Además, mi tío me enseñó el tema de las cuentas. Así me fui empapando poco a poco y haciéndome mi sitio”
Fernando vuelve a poner de manifiesto su escaso apego a los cargos cuando le pregunto por los puestos que desempeñó en los años siguientes. “Más que eso, fui asumiendo funciones. Mi padre fue soltando cosas, que me pasó. Aunque recuerdo que mi tío, en la primera tarjeta que me hicieron, pidió que me pusieran ‘consejero’. Aún no sé muy bien por qué…”, evoca.
Esa dulce transición se tornó abrupta a comienzos del nuevo siglo. Javier murió en 2001; Fernando, dos años después. La empresa pasó entonces a ser propiedad de la esposa de este, aunque los tres hermanos tenían un pequeño porcentaje del accionariado. Y así continuó hasta que, en 2019, María Asunción falleció. Entonces, Fernando, Beatriz y Miguel pasaron a ser los dueños.
Entre medio, la firma Polyone, que después formaría el Grupo Avient junto a otra compañía, intensificó su interés en Transcolor. La operación, de hecho, se materializaría en 2002. “Me tocó lidiar con todo aquello, aunque estuve muy bien asesorado. Obviamente, yo no tomaba las decisiones, habría sido una inconsciencia. Pero preparaba información, hablaba con la otra empresa… Fue un máster. Cuando en 2001 teníamos todo prácticamente cerrado, mi tío murió en agosto y mi padre ya estaba enfermo. Pero Javier había tomado la decisión de seguir adelante con la operación”, relata con la habilidad de quien no escatima a la hora de compartir los detalles importantes, pero se reserva lo que lógicamente pertenece a su intimidad.
“Cuando en 2001 ya teníamos casi cerrada la venta de Transcolor, mi tío murió en agosto y mi padre ya estaba enfermo. Pero Javier había tomado la decisión de seguir adelante. Me tocó lidiar con todo aquello”
Beatriz y su marido también trabajaban en Bacaicoa Industrias Plásticas, de modo que se apoyaron entre todos para materializar el relevo. “Supongo que hicimos cosas bien y otras mal porque nos faltaba experiencia en algunos temas. Pero fueron aprendizajes muy importantes. Cuando mi padre murió, yo tenía 29 años y nos tocó llevar a cabo algunas inversiones para modernizar ciertas áreas”. Nuevo acto de sinceridad.
En torno a 2007 o 2008, los hermanos hicieron una pausa para pensar el nuevo rumbo de la compañía. “Elaboramos un nuevo plan de negocio y decidimos apostar fuerte por el sector alimentario. Y nos fue muy bien”, especifica. El cambio coincidió con una mayor exigencia de los requisitos en materia de seguridad alimentaria (“los cambios en materiales fueron más sencillos de gestionar”), de modo que surgió la necesidad de contar con unas instalaciones más modernas: “Así se gestó el proyecto de la nueva planta. Siempre acompañamos la financiación externa con inversión propia”. Ahora, de cara al futuro, la empresa prevé apostar más por el diseño de formulaciones “que formen parte de envases cada vez más fácilmente reciclables”.
EL IMPACTO DE LA INFLACIÓN
El crecimiento desorbitado de la inflación ha tenido un impacto importante en las compañías de esta industria. De hecho, el precio medio histórico de una tonelada de materia prima ronda los 1.300 euros. Pero, a mediados de 2021, alcanzó los 2.000. “2021 fue un año muy complicado. En nuestro sector, los ciclos siempre habían sido bastante cortos, así que confiábamos en recuperar durante la segunda mitad del año. Pero el precio se mantuvo y, encima, la energía se encareció de forma notable”, afirma.
Gracias a la planta de extrusión inaugurada en 2019, la empresa obtuvo la certificación BRC Pack y ha duplicado con creces su capacidad de producción hasta las 25.000 toneladas
La compañía había tratado de no repercutir ese incremento de los costes en el cliente, pero llegó un momento en el que se vio forzada a hacerlo: “No nos quedó otra opción. Porque 2022 comenzó igual, entonces llegó la guerra en Ucrania y el precio aún subió hasta los 2.600 euros. Por suerte, el de la energía detuvo su aumento”.
El año pasado, la compañía cerró el ejercicio con una facturación de 53 millones de euros, frente a los 40 del anterior. Pero, de nuevo, Fernando evita sacar pecho y me sorprende con una lectura inesperada de estas cifras. “La de 2022 fue una facturación exageradamente alta para el volumen de producto que vendimos y el margen fue más o menos reducido. Todo esto se debió al alza de los costes. Fabricamos más que en 2021, en torno a un 5 %, pero no como para que hubiera esa diferencia en los ingresos”, desgrana.
El ejercicio presente lo vive “con bastante tranquilidad”. El precio de la materia prima se ha reducido hasta “más o menos la media histórica”, y el de la energía se ha estabilizado. “Empezamos otra vez a facturar menos, lo cual no quiere decir que sea malo. Puede que sea incluso mejor si aumenta el margen…”, razona entre risas. Con esa espontaneidad tan poco habitual en el mundo de la prensa económica, termina de ganarme.
LA NUEVA VISIÓN SOBRE EL PLÁSTICO
Nos adentramos en aguas más turbulentas cuando toca abordar el endurecimiento normativo y fiscal aplicado a los plásticos de un solo uso. Ahí sale el Fernando más reivindicativo, aunque mantenga la calma en todo momento y me advierta, hasta en dos ocasiones, de que no desea “hacer un mitin”.
“Lo que más contamina es la producción del alimento, pero el problema de nuestro sector es que el residuo se ve mucho. Y eso que la bolsa o la lata que acaban en el mar no llegan solas. Hay un problema de selección, reciclaje y concienciación”
“Nos centramos más en el envase alimentario, tanto en el que finaliza en el lineal cuando se termina de fabricar en otras compañías como en el destinado a alargar la vida útil del alimento, que es lo más sostenible que hay. Además, así se reduce el desperdicio alimentario. Lo que más contamina es la producción del alimento, pero el problema de nuestro sector es que el residuo se ve mucho. Y eso que la bolsa que acaba en el mar no llega sola. Personalmente, creo que hay un problema de selección, reciclaje y concienciación. La pega de nuestro producto es el final de su vida, pero a lo largo de todo el proceso de producción mejora con creces los datos del envase de papel en materia de emisiones y huella de carbono”, defiende. Y eso que “hay ámbitos donde seguro que se puede usar menos plástico”, añade acto seguido.
El siguiente tema que surge es el impuesto especial sobre los envases de plástico no reutilizables, fijado en 0,45 euros por kilogramo. Empresas como Bacaicoa Industrias Plásticas inician “el ciclo del impuesto” con sus productos, de manera que son las encargadas de liquidarlo. Aunque facturan un plus al siguiente agente de la cadena, sufren un importante problema durante el proceso. “Cuando nos toca abonar el importe, ya hemos facturado a los clientes. Pero estos aún no nos han pagado a nosotros, con las dificultades que eso genera. Por lo tanto, estamos adelantando el dinero”, subraya para nuestra sorpresa.
“Estamos adelantando el dinero del impuesto al plástico antes de que nos paguen nuestros clientes. Por lo menos, las autoridades podrían ayudarnos para que podamos pagar cuando cobramos”
“Por lo menos, las autoridades podrían ayudarnos para que no tengamos que adelantar los pagos, sino que haya que hacerlos cuando cobramos. Y ojo, que esto supone un encarecimiento del envase para el consumidor final. Por un lado, las autoridades anuncian una bajada del IVA en ciertos productos y, por otro, hay alimentos que se encarecen porque sube el precio de los envases…”, prosigue.
Pero Fernando no parece un tipo de los que baja los brazos ni se regodea en las adversidades. Es más bien un corredor de fondo, uno de esos rodadores que mantienen siempre un ritmo firme de pedaleo. Quizás por eso ame el ciclismo, disciplina en la que compitió hasta los veinte años y que luego dejó por el pádel y el fútbol (jugó el Trofeo Boscos hasta hace diez o doce años). Aunque sus obligaciones laborales son tantas que ya le queda poco tiempo libre para el deporte…
“Me prometo coger mucho la bici, pero ya se nota que no lo hago demasiado”, vuelve a bromear sin complejos. Así que da prioridad a su mujer; sus amigos; y sus dos hijas, de 17 y 14 años, apunta antes de rematar la entrevista mostrando de nuevo su espíritu campechano: “La verdad es que he estado a gusto. A veces, lo que cuesta es salir del follón. Una vez lo haces…”.