“Soy de Baviera y como cada uno tira para su tierra, para mí es la parte más bonita de Alemania, con los Alpes, los lagos, con Múnich…” comienza a presentarse nuestro entrevistado, Helmut Karl Hampp, y al interrumpirle para preguntarle su edad nos mira con cierta pesadumbre y suspira: “Buffff… 68”. Alto, bronceado, vestido deportivamente, se mueve con agilidad, vamos, que no los representa. Se lo decimos y lo agradece sonriente, quizás con un punto de coquetería. Sigamos, estudió Matemáticas e Informática en la Universidad Técnica de Múnich, “creo que la mía fue la segunda promoción de Informática, era una carrera totalmente novedosa entonces, en 1976”.
Entró en una pequeña consultoría que trabajaba para el grupo General Motors, y en 1982 le ofrecieron implantar el software de la nueva fábrica de Opel en Figueruelas (Zaragoza). “Era una doble oportunidad: trabajar en un país diferente y para mi suponía un ascenso profesional porque dirigía al equipo que iba a dotar del sistema informático a la planta”. Estaba previsto que en un año y medio volviese a su Baviera “pero como en todo buen proyecto informático aparecieron dificultades y los plazos se fueron ampliando”, de forma que tuvo tiempo de conocer a la que hoy es su esposa “y estaba claro que mi futuro iba a estar en España”. El matrimonio tiene dos hijas, ambas adoptadas.
En 1988 pasó a una fábrica de componentes de General Motors en Puerto Real, donde permaneció hasta enero de 1992 cuando recibió una llamada desde Pamplona, de Safel, el grupo resultante de la reestructuración de las empresas de electrodomésticos que iba a pasar a manos de BSH, en la que le ofrecieron ser el responsable de informática de la compañía en España, responsabilidad ampliada en 2006 a quincena de países más.
NAVARRA Y BAVIERA
Lleva ya, por tanto, 27 años con nosotros. Aunque sólo fuera por eso ya estaría perfectamente integrado, pero en cualquier caso lo hubiera logrado gracias a su carácter afable: “Aprovecho lo mejor de cada sitio, he vivido en tres ciudades muy diferentes, Zaragoza, Puerto de Santa María y Pamplona. Aquí estoy superagusto, cuando hablo con gente de Alemania apenas les suena, San Fermín y poco más, pero les digo que hagan un círculo de cien kilómetros alrededor de Pamplona y que verán que tenemos de todo en cuanto a paisaje ¡todo! La costa vasca y la francesa, los Pirineos, el desierto de Las Bardenas… y dos universidades, la Clínica o una oferta cultural más que aceptable. Todo eso junto no lo encuentras tan fácilmente”.
“Aquí tus amigos lo son de verdad y para todo, eso es algo que valoro muchísimo. En Baviera somos un poco así también”.
Y después de tanto tiempo, ¿qué le queda de su origen alemán, además del acento? Se echa a reír y nos cuenta que “los primeros años, cuando la relación de BSH con la central era menos intensa, en las reuniones de la dirección muchas veces se criticaban decisiones tomadas en Alemania ¡estos alemanes y tal! Entonces se daban cuenta y me decían: oye, que esto no va contigo, tú no eres uno de esos alemanes, ¡eres nuestro compañero!”, y se le escapa otra carcajada.
Ya puestos, elogia también a quienes aquí vivimos: “Viví cuatro años en Puerto Real y supuestamente los andaluces son gente muy abierta, pero con todos los respetos son mucho más superficiales, enseguida te llevan a tomar un vinito pero si luego les pides ayuda para algo pues… Aquí cuesta más pero es una relación mucho más seria, tus amigos lo son de verdad y para todo, eso es algo que valoro muchísimo. En Baviera somos un poco así también”.
Helmut añade que esa parecida mentalidad de navarros y alemanes “ayuda muchísimo” a la hora de hacer negocios “y por eso han venido aquí empresas como Volkswagen, BSH y otras”. “En cambio con los chinos es altamente difícil, piensan y actúan de una manera tan diferente que puedes interpretar al revés sus reacciones si no los conoces bien”, comenta moviendo los brazos como un molino.
Se jubiló en 2015 en BSH y aprovecha el tiempo libre para ir al monte, jugar al paddle y al golf. De ahí el tono tostado a su piel, aventuramos, “bueno, es que además mantengo mi piso en el Puerto de Santa María”. Pero antes de jubilarse ya había tomado la decisión de no desvincularse de su entorno profesional centrado en las tecnologías de la información, y como era el vicepresidente del clúster Innovación, Desarrollo e Investigación de Aragón (IDiA) le ofrecieron seguir colaborando en un plan de formación en tecnologías TIC para personas tituladas en otras disciplinas que estén paradas, “y poco a poco se han añadido otras cosas”. Reconoce que aunque inicialmente su intención era “seguir vivo”, ha descubierto una vocación oculta: ”Con el tiempo le vas cogiendo gusto a dar una master class, una ponencia… notas que la gente joven todavía aprecia ¡menos mal! al profesional veterano porque ve que lo que les digo no lo he sacado de un libro, sino de las experiencias de una vida profesional de casi 40 años”.
También es el moderador de una de las mesas temáticas de la Fundación Industrial de Navarra, la de Tecnologías de Industria 4.0, participa en otra y “ayudo un poco” en la Oficina de Transformación Digital. Además ha escrito varios artículos “pero me cuesta, quiero hacerlo bien pero no domino el idioma al cien por cien”.
“La gente joven todavía aprecia ¡menos mal! al profesional veterano porque ve que lo que les digo no lo he sacado de un libro, sino de sus experiencias”.
VETERANÍA PARA LA JUVENTUD
Helmut k. Hampp se mueve en un mundo, el de las tecnologías de la información, en constante y acelerada evolución, y le preguntamos si eso le obliga a estar formándose continuamente. “Claro, pero ese entorno de la industria 4.0 es muy muy amplio, puedes especializarte en un aspecto concreto y yo soy más bien generalista. Conozco las tecnologías, pero la transformación digital también incluye organización, cambio de cultura y de estrategia empresarial…” También es un entorno mayoritariamente joven, pero es una circunstancia que no le cohíbe “porque una de mis actividades es la de evangelizar, convencer a los empresarios de la importancia de la transformación digital hacia la industria 4.0, y valoran a alguien con experiencia, no puedes ir con un discurso prefabricado que has sacado de un libro. Los jóvenes sí pueden ayudar en las cuestiones técnicas”.
Afirma que el futuro pasa, sí o sí, por la adaptación de los procesos productivos a las TIC, y cuando observamos que eso trae consigo la robotización con la consiguiente pérdida de puestos de trabajo responde que “con todos mis respetos, el tema de los puestos de trabajo es un reto para la sociedad y los políticos, no es un problema del empresario, su primer objetivo no es crear empleos sino mirar la cuenta de resultados. Quiero decir que hay que adaptar la oferta educativa a esa nueva realidad del mercado, por ejemplo”.
La pregunta de si Navarra está preparada para la transformación digital hace que Helmut reflexione durante casi medio minuto, resopla y responde que al ser una región industrial “es imprescindible que lo esté. En los últimos dos tres años veo bastantes acciones, planes del Gobierno, jornadas, charlas, estudios… Se empieza a mover pero hay otras regiones, por ejemplo el País Vasco, que en esta temática están claramente por delante”. No obstante, se muestra preocupado por las encuestas que dicen que hay un porcentaje “con creces demasiado alto” de empresarios “que ni siquiera han empezado a pensar en esta temática, junto a esos que dicen sí sí, ya estoy. ¿Tienes un plan estratégico? No… Pues no sirve”.
“Desde hace tiempo estoy dando vueltas a la idea de escribir un libro, pero no lo haré ¡salvo que un robot me quite gran parte del trabajo!”.
Como si temiera habernos ofendido va matizando algo su severo juicio y vuelve a proclamar su afinidad con los navarros. “Todo mi entorno está aquí” y como para demostrarlo dice que le gusta “todo” de la gastronomía “y muchísimo el vino, lo prefiero a la cerveza, hacemos muy buenos vinos aquí”. Algo le disgustará ¿no? Sonríe, piensa un rato y al final apunta que “podría llover un poco menos”, hace otra pausa y añade aún más sonriente, “¡pero entonces el paisaje no sería tampoco lo que es!”.
Le preguntamos si está satisfecho con su vida y en este caso no demora una respuesta en la que, tergiversando la sentencia, señala que antes de morir hay que hacer tres cosas: “Plantar un árbol, construir una casa y tener niños. Todo eso ya lo he hecho”. También hay que escribir un libro, le advertimos, y riéndose asiente, “desde hace tiempo le estoy dando vueltas, se titularía ‘Viaje por las 50 provincias de España visto desde mis pequeñas aventuras personales’ o algo así, pero no lo voy a hacer, probablemente ¡salvo que un robot me quitase gran parte del trabajo!”