Trazado con exquisita definición, levemente a la izquierda del esternón. El pecho de Iñaki Domínguez esconde un gran tatuaje, con la forma de un peculiar corazón biomecánico. Sus arterias son unos largos cables, de color gris metálico, que parecen los brazos de un robot. El vigente campeón de España máster de halterofilia en la categoría de más de 45 años y 81 kilos, explica a Capital Sport que el dibujo es un homenaje. Una forma de recordar que las personas, aunque a veces actúen como máquinas, atesoran una parte orgánica que deben cuidar. Y él mejor que nadie sabe muy bien por qué.
La trayectoria deportiva de Domínguez empezó sobre cuatro ruedas. A los nueve años se subió en sus primeros patines y, desde entonces, ha vivido vinculado al mundo del deporte. Logró el subcampeonato y el tercer puesto de España en 300 metros contrarreloj y también fue campeón navarro en esta misma categoría durante varias temporadas: “Mi modalidad era la velocidad. Formé parte de la selección de la Comunidad foral, con la que alcanzamos varios trofeos internacionales”. Y, aunque lamenta haberse quedado aun paso de la selección española de patinaje de velocidad, su pasión por esta disciplina le llevó a seguir ligado a ella.
Tras terminar la diplomatura en Nutrición Humana y Dietética, se inició en el mundo laboral como técnico de sala en el antiguo gimnasio Esparta, donde impartía clases dirigidas. En paralelo, colaboraba en una iniciativa llamada Jóvenes Valores del Patinaje. “Era un proyecto con la Federación Navarra de Patinaje, enfocado en el ámbito del alto rendimiento”.
Una época en la que coincidió con el ahora reconocido patinador internacional Joseba Fernández (ya retirado). De hecho, fue su preparador físico hasta que debutó en su primer mundial. “Entonces Joseba tenía 15 años. Estuve con él hasta la consecución de su primer campeonato del mundo de patinaje de velocidad, en 2012. Pude ayudarle a mejorar la fuerza y le vino muy bien”, indica.
Inquieto y siempre en constante aprendizaje, el también campeón navarro en la modalidad de Formas en kung fu-wushu, estudió la carrera de Fisioterapia y, a la vez, se embarcó en una nueva aventura laboral como director de sala y actividades dirigidas en Anaitasuna. Una labor que asumió en 2010 y que aún sigue desempeñando.
“Querer llegar a todo me generó bastante estrés, aunque todavía no era consciente”.
En 2016, comenzó una colaboración profesional en el CrossFit Runa como nutricionista y fisio. Aunque, poco después, llamó a su puerta un nuevo reto empresarial que no dudó en aceptar: “Terminé la colaboración en Runa y tomé la dirección del Gabinete de Fisioterapia de la Agrupación Deportiva San Juan con cuatro personas a mi cargo. El comienzo fue muy intenso. Además, entrenaba incluso dos veces cada día, porque ya competía. Querer llegar a todo me generó bastante estrés, aunque todavía no era consciente”, afirma.
Con 40 años, encontró en el CrossFit y la halterofilia una nueva motivación deportiva. Su primer campeonato fue el europeo de Hungría en 2015 (European Master Throwdown). La experiencia le enganchó y, en 2016, empezó a entrenar de forma más sistematizada junto a la deportista Virginia Finol: “El gen competitivo de un deportista nunca duerme, así que busqué nuevos desafíos. Gané el campeonato de España máster más de 45 años categoría 73 kilos de halterofilia (2019) y, con el CrossFit, viajé a Holanda en 2017 y 2019, Bélgica en 2018… En mis primeros juegos, en 2017, entré en el Top 50 europeo en la categoría de 40 a 44 años. Quedé el 330 entre 19.000 participantes. Y mi intención en el siguiente campeonato era situarme entre los veinte primeros”, afirma.
UN NUEVO COMIENZO
En octubre de 2019, llegó una nueva edición de los Open CrossFit Games. Domínguez volvió a participar en este torneo, pero en aquella ocasión empezó a tener malas sensaciones: “Juro que iba a dejar el CrossFit en esa primera fase del campeonato. Pero dije ‘venga la última oportunidad, el último cartucho’. Yo no lo sabía, pero me lesioné. Nunca me había sentido así, en la primera fase acabé con mucho dolor. La siguiente prueba duraba veinte minutos y, a la mitad, me preguntaba qué me estaba pasando. Porque no tiraba”, lamenta. Ese último esfuerzo marcaría un antes y un después para el navarro.
Con el paso de las horas, ese extraño malestar seguía. Al día siguiente, decidió acercarse al hospital. Llegar a ese estado de extenuación había afectado a su corazón: “La lectura fue rapidísima. En el día a día, una mentalidad muy fuerte es una moneda de doble cara. Alguien que está acostumbrado a tener ciertos logros deportivos puede obviar el dolor porque tiene su foco puesto en eso. Estaba ignorando mi estrés y mi cuerpo me lo estaba diciendo, pero no escuché. Y, cuando me dijeron que tenía una disección coronaria, es decir que me había dado un infarto, me asusté de verdad”, evoca.
“Olvídate del ejercicio intenso, no vas a poder pasar de 130 pulsaciones en tu vida…”. Esas fueron las pautas que recibió en planta, nada más salir de la operación. Pero él no estaba convencido del todo. Le parecía que era demasiado pronto para saberlo con tanta certeza, de ahí que decidiera buscar más información. “Al mes me querían hacer una prueba de esfuerzo y otro cateterismo. Es como si yo te hago saltar con una rotura de fibras. Así que pedí una segunda opinión. Contacté con el cardiólogo Pedro Azcárate, que me recomendó esperar, y al rechazar la prueba me sacaron del sistema de rehabilitación cardiaca y tuve que buscarme la vida”, apostilla.
“Creo que seré el primer infartado que está haciendo halterofilia de alta intensidad. He bajado el ritmo y ahora hago cuatro entrenamientos específicos semanales”.
Gracias a las pruebas de este médico navarro, que se sumaron a los consejos de otro especialista con el que contactó en Bilbao y a sus propios conocimientos, empezó a pautarse su propio proceso de recuperación. “Ha sido una pelea constante y progresiva, ya que pones el foco en la lesión. No somos máquinas y el primer aprendizaje que saqué es que hay que disfrutar del camino pero también cuidarse, equilibrar el estrés y descansar. En noviembre de 2020, me animé a presentarme al campeonato de Europa Máster de más de 45 años, en la categoría de 73 kilos de halterofilia y que fue online por el confinamiento. Quedé campeón”, señala.
En diciembre repitió la hazaña, esta vez como campeón nacional de esa misma categoría. Al año siguiente, se atrevió con el mundial, también online, y se llevó el bronce. Y en 2021, revalidó el título nacional en la categoría de 81 kilos, con récord de España incluido: “Creo que seré el primer infartado que está haciendo halterofilia de alta intensidad. He bajado el ritmo y hago cuatro entrenamientos específicos semanales”.
El secreto, según Domínguez, está en la aceptación. Dice que su mentalidad ganadora también le ha enseñado a ser concienzudo y perseverante para llevar a cabo una recuperación muy diferente a la que le marcaba el sistema. De hecho, acaba de terminar su caso clínico y, si puede, lo publicará con el fin de ayudar a otras personas que pasen por situaciones similares. “He hecho una memoria clínica con datos técnicos, tablas, sensaciones, entrenamiento y el progreso en todo este año”, remata.
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