viernes, 3 mayo 2024

Íñigo Ayerra no deja de crecer

Pronto cumplirá 44 años, pero se hizo cargo de la dirección de la empresa familiar, IED Electronics, cuando solo tenía 27. Desde entonces, la firma ha evolucionado en todos los sentidos hasta alcanzar el liderazgo mundial con uno de sus productos. El objetivo de Ayerra es dotar a la compañía de una solidez cada vez mayor, para lo que apuesta por una estrategia de alianzas con otras empresas. Los resultados están llegando, ya que IED Electronics ha crecido en el último lustro a una media anual del 25 %, que es del 30 % desde 2018.


Pamplona - 17 abril, 2021 - 00:11

Artículo patrocinado por BANCO SABADELL

Íñigo Ayerra recibió el Premio Joven Empresario en el año 2015. (Fotos: Ana Osés)

«Era buen estudiante. Las Matemáticas y la Física se me daban bien, y la ingeniería era algo que siempre me había gustado, creo que muy condicionado por lo que había en casa». Y es que el padre de Íñigo Ayerra, a pesar de que había estudiado Comercio por decisión familiar, era ingeniero «desde que nació» y tenía una empresa, Precisión Mecanoelectrónica (Premel). «También me gustaba muchísimo la música. A los 15 me compré mi primera guitarra eléctrica y he estado tocando en grupos de ‘rock’ durante veinte años, hasta hace poco. Pero vi que era bastante complicado vivir de eso», reflexiona entre risas.

Así que una ingeniería. Su padre quería que fuera teleco, pero él no sabía por qué especialidad decantarse. Un profesor universitario que fue a dar una charla a su colegio –San Ignacio de Loyola- lo convenció de que lo suyo era la rama industrial. Aun así, «los primeros años de la carrera seguía sin tener muy claro el día de mañana, veía lógico trabajar con mi padre aunque yo quería hacerlo antes en otro sitio, tener otra experiencia».

Pero la edad de su padre, que tras el cierre de Premel en 1992 puso en marcha al año siguiente IED Electronics, era un problema. «Tiene cuarenta años más que yo. Para cuando terminé la universidad, estaba en los 62 o 63. No tenía mucho sentido que yo me fuera diez años por ahí sabiendo que, aunque hiciera otra cosa, iba a acabar en la empresa. Hacer tu camino está muy bien, pero yo tenía la oportunidad maravillosa de integrarme en algo que ya estaba en funcionamiento y que me gustaba. De modo que me dije ‘aprovecha y cógelo ahora'».

En el año 2000, nada más terminar la carrera, pasó a formar parte de la empresa.

En el año 2000, nada más terminar la carrera, pasó a formar parte de la empresa.

En septiembre de 2000, prácticamente al día siguiente de salir de la UPNA, entró en IED: «Éramos cinco personas, mis padres, dos chicos que siguen trabajando conmigo y yo, en un espacio de 100 metros cuadrados«. La empresa ocupa ahora 2.000 m2 y va a ampliar sus instalaciones en 1.500 más. Tiene 80 trabajadores, unos 70 en Navarra, y dos equipos de siete y tres personas en sus delegaciones de India y China, países donde se centra en el sector eólico. «No hemos ido porque se trabaje barato, es que la tecnología está allí, sobre todo en el caso de China».

«Cuando llegué, éramos cinco personas en un espacio de 100 m2».

IED Electronics fabricaba dispositivos electrónicos para grúas y aerogeneradores, así como displays de control de procesos fabriles. Pero, en 2004, surgió una oportunidad que no debían dejar pasar. Entonces se aprobó una normativa, que obligaba a las grúas a llevar unos anemómetros para avisar cuando el viento superaba una fuerza que podía suponer un riesgo para la seguridad. «Mi padre, que tiene una mente espectacular y diseña como nadie, hizo uno superrápido. Se lo enseñamos a Comansa y Liebherr, les gustó, la demanda creció muchísimo, enseguida, y eso requería montar una red nacional, crecer. Le pilló con más de 65 años y me dijo que iba a ir a su ritmo, ‘cógelo tú si quieres'». Aceptó el reto, se hizo cargo de IED, desplegaron la red, empezaron a acudir a ferias, contrataron un equipo de producción, otro comercial, gente de I+D y, un par de años más tarde, la plantilla era de quince personas: «Empezábamos a tener masa crítica para lanzar nuestro desarrollo». Ahora es líder mundial en luminarias para aerogeneradores.

«Me pones en el laboratorio y a las tres horas ya me he aburrido. Mi padre no, podía estar buf… un mes sin salir. Me di cuenta de que yo no podría hacer su labor el día que se jubilase porque lo mío es la gestión, los modelos de negocio, las finanzas. La tecnología también, pero por el lado comercial, cómo se vende esa tecnología», apunta. La solución vino por la contratación de un equipo de ingeniería, «con lo que él se liberó de la necesidad de ser el diseñador y de algún modo se jubiló, aunque con sus 84 años sigue viniendo por aquí»: «Bueno, ahora por la pandemia no puede y sufre porque esto es lo que le gusta, tiene su sitio y los ingenieros le preguntan. De la electrónica más moderna sabe menos, pero de la clásica y de mecánica todo. Y, sobre todo, tiene muy buenas ideas».

INCÓMODO CON LA INESTABILIDAD

IED Electronics prosperaba de la mano de Ayerra, aunque no también hubo algún traspiés. «Hice un plan maravilloso para ser líderes en electrónica para grúas, pero con la crisis de 2008 el sector desapareció y toda la inversión se fue al garete«, recuerda. Eso le hizo ver que tenían un «problema de inestabilidad», derivado de su tamaño, «y vivir inestablemente» le causa «incomodidad». «Mi aspiración es que todos vengamos a trabajar sabiendo que podemos confiar en nuestro futuro. Eso me da una gran paz mental. Cuando empecé había meses buenos y malos, como ahora. Pero uno malo no se nota hoy en los salarios como ocurría antes. Y no digo nada en mi familia. ¡Era el 40 % de la empresa y, cuando entré yo, más de la mitad!». Por eso, su gran empeño es que IED Electronics siga creciendo para ganar en solidez.

«Nuestra única opción es innovar, sacar algo al mercado que tu cliente no lo encuentre en otro lado».

Eso le da pie para iniciar una larga reflexión que demuestra lo que nos decía antes, que le gusta la estrategia empresarial. Lo hace moviendo constantemente las manos, para dar énfasis a las palabras o, quizás, porque es un tema que le apasiona. Como él y su equipo no pueden aspirar a ser los más grandes en un campo concreto -«porque así eres el más eficiente y tienes los mejores costes, como el Amazon de turno o Inditex»-, la única opción pasa por «innovar, sacar algo al mercado que tu cliente no lo encuentre en otro lado«. Por eso, tratan de anticiparse a las necesidades de la clientela: «Si les propones cosas que les dan valor estarás generando un confort y una cercanía emocional contigo. Hay más valores además del precio».

Para crecer, además de innovar, hay que salir al exterior. Si el cliente es una gran empresa, se abre la opción de venderle allá donde estén implantada. «Buscamos donde aportamos valor, que en nuestro caso la respuesta nunca es Pamplona, y te encuentras con que tu mercado natural es el mundo». Por eso, diseñan componentes electrónicos relacionados con la seguridad destinados a países occidentales; con la energía solar, que se venden sobre todo en los que están en vías de desarrollo; o con la electrificación rural, que van a los más pobres. «Eso hace que crea en nuestra sostenibilidad y en que esto tiene sentido para los cuatro o cinco próximos años. Y tengo ese tiempo para pensar qué voy a hacer los cuatro o cinco siguientes«.

De alguna forma, eso le convierte en un inconformista porque nunca puede tener la sensación de que ya está todo hecho. Al decírselo, lo medita unos segundos y responde que es cierto: «Te obliga a estar pensando que ofrezco mañana al cliente actual y dónde encuentro otro nuevo. No funciona ir a un cliente a preguntarle qué necesita, porque generalmente es lo que ya compra pero más barato. Hay que saber qué problemas tiene, conocerlo y, a partir de ahí, proponerle soluciones en forma de producto».

«Uno que lleva veintisiete años trabajando aquí dice que no se ha aburrido nunca porque, cada poco tiempo, esto cambia».

Para llevar adelante sus ideas, no duda en aliarse con otras empresas, como ha hecho con el proyecto de electrificación rural o con las luminarias para torres eólicas. «Nuestros socios pueden aportar mercado, criterio, conocen la necesidad, y nosotros la tecnología de que disponemos y nuestra capacidad de innovación». Pone como ejemplo el vigilante digital que han ideado para analizar los movimientos de un aerogenerador y poder anticipar cuándo se va a romper una pala o un eje. «Eso requiere una matemática de datos supercompleja que ni sabemos ni tiene sentido que desarrollemos, así que buscamos al especialista y lo sumamos al proyecto», detalla. Por esa vía, IED Electronics se propone entrar en el mundo del vehículo eléctrico y en el de la medicina: «Nosotros crecemos y vamos a seguir haciéndolo apostando por el ecosistema y las alianzas. Tienes que ceder algo, pero a cambio aseguras puestos de trabajo, la innovación continua, el largo plazo de la compañía. Cuando te unes a otro, lo que consigues no se divide por dos, se multiplica«.

LA ESCALERA INFINITA

En una entrevista que le hicieron hace un par de años, dijo que la liga en la que le gustaría jugar con IED Electronics estaba un par de peldaños más arriba. ¿Los ha subido ya? «Nos hemos aproximado mucho al que entonces era nuestro objetivo. Lo que pasa es que nadie se ha parado, vuelve a estar dos peldaños por arriba y va a ser siempre así porque nuestra inquietud es la de ir siempre a más«. Nuevamente aparece el Íñigo Ayerra inconformista. «Antes aspiraba a facturar 10 millones. Y ahora, como ya los rondamos, me pongo otros dos escalones como objetivo. Es una escalera infinita y el motor de todo». Por eso, la firma ha crecido en el último lustro a una media anual del 25 %, que es del 30 % desde 2018.

El director general de IED Electronics, en la nave de montaje de la empresa.

El director general de IED Electronics, en la nave de montaje de la empresa.

Esa persecución de lo nuevo influye en un mejor ambiente de trabajo, asegura: «Uno que lleva veintisiete años trabajando aquí dice que no se ha aburrido nunca porque, cada poco tiempo, esto cambia». Contribuye también a ese «sano» ambiente la flexibilidad laboral, factible porque «la gente es muy responsable, todo el mundo hace bien su trabajo y está comprometido». «Si un día te tienes que ir antes, te vas. Y cada uno se organiza como mejor le viene».

«Yo en la oficina estaré… buah, la mitad que mi padre. Pero mientras estoy, trabajo con mucho rigor e intensidad».

Dicho de otra forma, en IED Electronics es posible la conciliación, entre otras cosas porque también es una necesidad para su máximo responsable. Su mujer, María Jesús Valdemoros, es economista, parlamentaria, profesora del IESE y de la Universidad de Navarra. De hecho, en el momento de esta entrevista se encontraba de viaje. Él también tiene «mil saraos», es miembro de las juntas de ADEFAN APD y cofundador de Enercluster. Y tienen tres hijos de ocho meses, cuatro y seis años. ¿Cómo se organizan? «Los dos curramos un montón, pero desde el principio nos organizamos para tener tiempo para estar con ellos. ¿Qué cómo lo hacemos? Pues ajustando nuestras agendas a dos o tres semanas vista, sacrificando otras cosas, vida social, hobbies… Claro, y trabajando de la forma más eficiente posible. Yo en la oficina estaré… buah, la mitad que mi padre. Pero mientras estoy, trabajo con mucho rigor e intensidad. Es un esfuerzo, no descansas nunca, pero la satisfacción es que estamos mucho con ellos».

Además, se consultan mutuamente sobre sus respectivas ocupaciones, «pero muchísimo, muchísimo». «Mi mujer sabe todo lo de aquí y yo estoy al corriente de lo suyo. Estoy muy orgulloso de que seamos un equipo, en lo profesional y lo familiar«.

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