Si algo hemos aprendido durante nuestro paso por el periodismo empresarial es que, pese al afán humano por asignar una etiqueta común a un gremio, en este mundo hay de todo: hombres que nacieron con la corbata puesta, dispuestos a recoger el guante legado por sus ancestros; superdotados con el éxito casi asegurado desde la adolescencia; extrabajadores por cuenta ajena, obligados a reconvertirse tras un periodo de crisis; y personas que, sin un plan de vida definido desde el principio, tuvieron siempre el gusanillo de emprender y en el camino encontraron su vocación. Después de conocerlo, sabemos que Iñigo Puncel pertenece a esta última categoría.
Su padre trabajaba en Volkswagen; su madre, en la extinta Unicable. Quizá inspirados por un tío materno, quien sí había emprendido y años más tarde se convertiría en cómplice de aventuras empresariales, Julen e Iñigo Puncel sintieron desde muy temprano un deseo de convertirse “en los arquitectos de su propia vida y de su propio futuro”. Así lo reconoce el menor de ellos, actual CEO de Aislanat, a quien hemos venido a conocer. Casi cuatro años de diferencia los separan, pero estos hermanos bien podrían ser mellizos siameses. A esa conclusión llegamos después de enterarnos de que, tras formarse como especialistas técnicos en explotaciones agrícolas y ganaderas, los dos hermanos se ganaban el pan esquilando ovejas. “Julen y yo trabajamos juntos prácticamente desde que acabamos de estudiar. Nos compenetramos muy bien, no hemos tenido nunca problemas. Al contrario -apunta el menor de los Puncel- tenemos muy buena relación”.
El destino de ambos empezó a cambiar a mediados de los años 2000, cuando comenzaron a interesarse por un área de negocio muy diferente al que conocían hasta entonces. Aquello sucedió mientras Iñigo estaba en proceso de construir su nueva casa y Julen arreglaba la suya. En esa tesitura, contemplaron la idea de abrir un almacén de distribución de materiales enfocados en la bioconstrucción. “Creo que siempre hemos tenido muchos sueños y muchas ilusiones. También compartimos una conciencia medioambiental, procurando hacer cosas que no contaminen, utilizando productos naturales pero que sean eficientes, evidentemente”, señala el CEO de Aislanat.
«Mi hermano Julen y yo trabajamos juntos prácticamente desde que acabamos de estudiar. Nos compenetramos muy bien»
En 2007, los hermanos Puncel constituyeron Bioklima Nature y se iniciaron en la venta de aislantes de origen natural o reciclado, fabricados con fibra de cáñamo, de manera y de corcho, así como aislante térmico de celulosa, producido a partir de papel. Poco después llegó una crisis económica que sacudió al sector de la construcción. “Como hacíamos algo totalmente distinto -explica nuestro entrevistado-, nosotros crecimos mientras otras empresas se iban derrumbando. Despacio, pero crecimos. Vimos muy claro que todo el tema de aislamientos iba a tener futuro y, por suerte, acertamos”.
Con el tiempo, los Puncel empezaron a hacer más énfasis en el potencial del aislante de celulosa. “Vimos que con este último se podía abarcar un nicho de mercado más grande que con los otros productos que teníamos. Y, en 2010, empezamos a barajar la posibilidad de que nosotros fabricáramos nuestro propio aislante”. Un año más tarde viajaron a Finlandia -país en el que el uso de este material está “muy extendido”- y compraron su primera máquina para fabricar aislante de celulosa a partir de papel de periódico reciclado. Así nació Aislanat, una empresa orientada desde sus inicios a la economía circular. “Decimos que no somos kilómetro cero, sino kilómetros 6 y 12. Es la distancia entre nuestra planta y las dos rotativas que hay en Navarra”, precisa el CEO de la compañía.
Ese modelo de negocio despierta nuestra curiosidad, pero posiblemente no sea por las razones que usted cree. Se trata, al fin y al cabo, de un fenómeno que ha sacudido los cimientos de nuestro oficio. Si cada vez se vende menos prensa diaria -y, por consiguiente, se imprimen menos periódicos-, ¿es viable seguir apostando por esta materia prima? Parece que nuestro protagonista ya ha respondido esta pregunta en otras ocasiones porque justifica su argumento, como si se tratara de un examen oral, sin titubeos. “Sí es cierto que cada vez se imprime menos papel -contesta-, pero todavía se sigue produciendo, haciendo toneladas y toneladas de papel de periódico que no se venden o salen mal fabricadas. Va bajando poco a poco la producción y, de hecho, estamos inmersos en proyectos de I+D para estudiar la utilización de otro tipo de papeles. No obstante, tendremos periódicos para mucho rato. Todavía hay mucho camino por recorrer. Esa viabilidad en el tiempo es crucial. Si haces una inversión y luego no tienes materia prima para llevarla a cabo, estás muerto”.
Aislanat fue progresando poco a poco, a medida que sus dueños también evolucionaban tanto a nivel personal como profesional. “Al principio lo haces todo de manera autodidacta, guiándote por la intuición. Con el tiempo, no obstante, tienes que ir formándote. El año pasado cursé un MBA, por ejemplo. Si no creces con tu proyecto, existen muchas posibilidades de que las cosas se te escapen. Como somos gente muy sencilla, muy normal, lo que hemos hecho ha sido reinvertir todos los beneficios obtenidos para que la empresa creciera”, remarca. En 2019, la compañía se trasladó desde el polígono de Oricáin hasta sus instalaciones actuales en Beriáin.
Dos años después, la compañía recibió el galardón Sustainable Company, promovido por Laboral Kutxa en colaboración con la Cámara Oficial de Comercio, Industria y Servicios de Navarra. Para entonces, ISO Green Group ya había tocado a la puerta de la firma, interesándose por entrar a formar parte de ella. El acuerdo se cerró el pasado mes de octubre, cuando se anunció que la compañía francesa había comprado el 60 % del capital de Aislanat. “Al principio yo sí era un poco reticente a vender -confiesa Iñigo-, pero enseguida me di cuenta de que iba a ser bueno para todos. Al final, lo que me apetece ver es cómo mi proyecto crece y se va desarrollando. Y veo que con la ayuda externa podemos tener un alcance mucho más grande”.
PERSPECTIVAS DE FUTURO
Entre mayo y junio del próximo ejercicio, el CEO y cofundador de Aislanat contempla instalar una nueva maquinaria que permita “quintuplicar” la producción de aislante de celulosa. “Ya enviamos producto a Uruguay, desde donde lo distribuyen a diferentes partes de Latinoamérica. Ahora, esto nos va a dar más posibilidades para expandirnos y exportar a Portugal. En este momento, además, estamos evaluando si entramos en Marruecos”, adelanta. En un plazo de “tres o cuatro años”, por otra parte, la firma también espera “quintuplicar” su facturación y aumentar su plantilla. “En este momento somos diez trabajadores, pero creo que llegaremos a las dieciocho o veinte personas”.
Su proyección, como es lógico, viene acompañada de unas perspectivas favorables en cuanto al uso de aislante térmico de celulosa. “La demanda va creciendo y tiene que crecer muchísimo. Este producto se adapta muy bien a la construcción industrializada, que ahora está entrando con fuerza. Vamos creciendo tanto en este ámbito como en la rehabilitación de viviendas ya habitadas”, expone.
«Uno de mis hijos me dice que no sabe muy bien lo que quiere ser en la vida. Yo le suelo responder que esté tranquilo, que yo con 30 años tampoco lo sabía»
Lo habitual en este espacio es que hagamos más énfasis en la historia personal de nuestros entrevistados que en datos objetivos de la empresa en la que trabaja. Sin embargo -como ya habrá podido reparar-, en esta ocasión hemos hecho una excepción, pensando en que la trayectoria y los hitos alcanzados por Aislanat merecen ser contados. Para que no se pierda la bonita costumbre, eso sí, reservamos el último tramo de nuestra conversación para asomarnos en terrenos algo más íntimos. El caso es que nos hemos enterado de que, al margen de la compañía que estamos visitando, Iñigo Puncel -que tiene dos hijos de 12 y 10 años, respectivamente- es uno de los dueños de Saltoka Jump, un trampoline park en Cordovilla con camas elásticas, piscina de bloques de espuma, dodge ball y un circuito ninja, entre otras atracciones.
Seguramente movido por la modestia que transmite, nuestro interlocutor parece algo sorprendido de que hayamos traído esto a colación. Detrás de este proyecto, tal como nos revela, están él, su hermano Julen -como no podía ser de otra manera- y un tercer socio. “Ya he dicho antes -aclara, casi como si estuviera excusándose- que no podemos parar quietos. Esto no tiene nada que ver con el sector del aislamiento, pero una vez oí a mi madre decir que no había que tener todos los huevos en la misma cesta”. Su madre llevaba razón, eso seguro, pero nosotras no tenemos cabeza para los negocios y no sabemos cómo podríamos poner este consejo en práctica. Por eso, pasamos a la última pregunta. Ese Iñigo que esquilaba ovejas, ¿se imaginaba que algún día terminaría al frente de una empresa como Aislanat?
“No. Y mira que soy muy soñador, pero muy soñador, ¿eh? Nunca había pensado en nada así. Uno de mis hijos me dice que no sabe muy bien lo que quiere estudiar y lo que quiere ser en la vida. Yo le suelo decir que esté tranquilo, que yo con 30 años tampoco lo sabía. Lo importante es saber elegir los caminos que te van apareciendo en la vida”, sostiene. Bueno, y estar dispuesto a dejarse la piel por un proyecto, pensamos en voz alta. “Eso desde luego, más aún cuando empiezas desde cero. Nosotros no teníamos dinero ni para alquilar una nave. Recuerdo que primero traje 100 metros de aislante, los vendimos; traje 110, los vendimos; traje 120… Comenzamos así y ahora tenemos 2.500 metros cuadrados de instalaciones propias. Eso solo se genera de una manera. No hay milagros ni nadie te regala nada”, reflexiona.