jueves, 12 diciembre 2024

Javier Ruiz, todo empezó en África

Empezó a trabajar con 13 años al lado de su padre, cuando la empresa ni siquiera tenía un local. Ahora, casi cinco décadas después, dirige con ingenio el negocio que ambos levantaron: Vulcanizados Ruiz. Una compañía que no solo ha esquivado la crisis del coronavirus, sino que va a cerrar 2020 con mejores resultados que el año pasado.


Pamplona - 12 diciembre, 2020 - 00:08

Artículo patrocinado por Banco Sabadell

Javier Ruiz, en los talleres de su empresa, Vulcanizados Ruiz. (Fotos: Maite H. Mateo)

Javier Ruiz llega del taller. Ha inspeccionado una enorme máquina que van a reparar y duda de que su atuendo sea el apropiado para las fotografías. Está claro que no gestiona la empresa desde su despacho, más bien es difícil encontrarle allí. “Ando por ahí abajo, volviendo loco a todo el mundo. ¿Eso por qué estáis haciéndolo así? Esto vamos a probar a ponerlo de esta otra forma…”. Acto seguido, comenzamos la entrevista. Le proponemos que se presente y que después nos hable de Vulcanizados Ruiz. Asiente, pero aclara que hablará de todo a la vez porque su vida viene a ser la de la empresa, con lo que nos deja un tanto intrigados.

Nuestra curiosidad crece cuando comienza su relato en África, en Liberia, país al que emigraron sus padres desde Tafalla cuando él tenía dos años. Su padre, también llamado Javier, encontró trabajo de mecánico en una mina a cielo abierto de una empresa norteamericana, en la que llegó a ser el jefe de Mantenimiento. Él estudió en Estella, en el Verbo Divino. Iba a Liberia los veranos y vivió allá un año seguido. “Ahora le pongo a mi padre Google Maps y le enseño el río, aquí el mar, la casa… Tengo un recuerdo perfecto”, dice con una gran sonrisa.

La compañía envió a su padre a Alemania para especializarse en bandas transportadoras en una multinacional y, a su regreso, creó un equipo dedicado a mantener y reparar las cintas de la mina. En 1972, la familia abandonó precipitadamente Liberia porque se había declarado una violenta guerra y regresó a Tafalla: “Mi padre no sabía qué hacer, pero un delegado de la empresa alemana donde hizo el curso, del que se había hecho muy amigo, se interesó por él, lo localizó con ayuda de los alguaciles y le propuso que montara algo relacionado con lo que sabía”.

“Tenemos un ‘planning’ semanal que dura pfff… nada, lo que tarda en liarse la cosa”.

Comenzó sin un local, tan solo con un coche, una caja de herramientas, “dos o tres clientes” y su hijo Javier, que entonces tenía 13 años, de ayudante. Este dejó los estudios, que luego retomó para conseguir el graduado escolar y empezar 1º de Electricidad en la escuela profesional. “Pero no terminé, le hacía falta a mi padre y yo estaba a gusto trabajando con él”. Tiene ahora 60 años y siempre ha estado en la empresa.

Tenía razón al advertirnos de que su vida es la del negocio. Poco a poco, los clientes fueron aumentando y, en 1973, abrieron el taller que fue el inicio de Vulcanizados Ruiz. “Tenía 90 metros cuadrados, cinco años después pasamos a otro de 300 y, después, cuando él va dejando poco a poco la empresa para dedicarse a otras cosas, yo quedo al frente y construyo esta primera nave, ya de 1.300 m2”. La evolución, siempre en torno a la banda transportadora y sus accesorios, ha sido tan positiva que las instalaciones ocuparán “6.000 y pico m2 cuando terminemos la nave que estamos levantando”.

Javier Ruiz se mantiene fiel a Tafalla, donde su empresa es una institución.

Javier Ruiz se mantiene fiel a Tafalla, donde su empresa es una institución.

La empresa centró su actividad en las bandas transportadoras de caucho, enfocadas al mundo de las canteras, fundiciones o cementeras. Pero Javier, intuitivo, vislumbró en las ferias a las que acude otra línea de negocio: “las bandas sintéticas o de PVC,  que ya están por tooodas partes”. 

“Entre cuatro paredes y haciendo lo mismo un día y otro, no sé lo que duraría. No valgo para eso”.

Concibe el trabajo como un servicio a sus clientes. Por eso atienden veinticuatro horas al día, los 365 días el año.“Tenemos previsto un trabajo de unas catorce horas a las 5,30 de la mañana de un sábado.Tenemos que hacerlo así porque es cuando el cliente para, en sus huecos de producción. Eso al menos está programado, pero esta semana hubo una avería en otra empresa y fuimos… a las dos de la madrugada”.

Es una actividad tan específica que los trabajadores tienen que ser formados en la propia empresa. Una dificultad a la que hay que añadir que los proveedores solo fabrican contra pedidos. “De forma que para que ninguno de nuestros más de mil clientes se quede parado, el material lo tenemos que tener aquí. Tenemos permanentemente un ‘stock’ de entre un tercio y el 45 % de lo que vendemos al año. ¡Una barbaridad! Pero lo tienes que tener”. Nos dice algo que en principio no entendemos, “ya veréis, esto parece una sastrería”. Después, cuando nos muestra las instalaciones, lo comprendemos: estanterías con miles de rollos de bandas, todas ellas de diferentes anchuras y características que, en efecto, recuerdan a las telas que abundan en los comercios de tejidos y sastrerías.

DE TAFALLA Y EN TAFALLA

¿No sería más conveniente para el negocio instalarse en un gran polígono industrial, Landaben por ejemplo, para estar más cerca de la clientela? Casi sin terminar de plantearle nuestra observación, responde contundente. “Pero si ir a cualquier empresa de los alrededores de Pamplona cuesta menos desde Tafalla que desde Landaben… Tafalla está muy bien situada y no es un sitio caro. Aquí conoces a todo el mundo y está tu familia…”, apunta señalando la ventana, como si desde ella pudiéramos verles.

La empresa seguirá siendo familiar cuando se retire Javier. Sus hijos ya trabajan a su lado.

La empresa seguirá siendo familiar cuando se retire Javier. Sus hijos ya trabajan a su lado.

De las veintisiete personas que componen la plantilla de Vulcanizados Ruiz, lo normal es que unas cuantas se encuentren cada día instalando o reparando bandas en empresas clientes. “Tenemos un ‘planning’ semanal”, explica al tiempo que hace aparecer una tabla en el ordenador. “Bueno, pues esto dura… pffff, nada, lo que tarda en liarse la cosa”. Históricamente, los trabajadores eran tafalleses, pero ahora hay también de otras localidades de la zona e incluso de Pamplona. “Excepto dos, todo el personal es fijo y se ha formado aquí”. La vinculación de la empresa con Tafalla es muy estrecha. De hecho, patrocina “de toda la vida” a la Peña Sport y, también, a un equipo de fútbol sala, pruebas deportivas…

“Gracias a lo que hace dos años vimos que era necesario invertir, hoy no es que estemos estancados o bajando, sino que estamos creciendo”.

“Ayer estábamos preparando unas piezas que necesitaban un recubrimiento especial, y allí estuvimos, pensando qué hacíamos y qué dejábamos de hacer entre tres. Uno de ellos mi hijo, y ya llegamos a una conclusión. Es casi lo que más me gusta de este trabajo, solucionar entre todos las dificultades que van saliendo. Y eso sucede a diario”. Entonces, enarbola un bolígrafo y exclama que, cuando ve “una fábrica con una línea de producción de mil bolis a la hora”, siente un profundo “aburrimiento”. Unas palabras que remacha dejándolo caer sobre la mesa. “Es que yo, entre cuatro paredes y viendo hacer lo mismo un día y otro, no sé lo que duraría. No valgo para eso”.

UN BUEN AÑO

Javier Ruiz es imaginativo. En el taller hay varias muestras de su talento, que ha ido desarrollando sobre la marcha. “Ha salido esto nuevo, vamos a probar. No sé cómo instalar esto, vamos a hacer una máquina. Ha llegado tal producto, pues vamos a ver para qué sirve”. Suple con ingenio las carencias de las máquinas que adquiere para que la empresa esté siempre equipada con la última tecnología, lo que le ha permitido capear con soltura la crisis del coronavirus: “Gracias a lo que hace dos años vimos que era necesario invertir, hoy no es que estemos estancados o bajando, sino que estamos creciendo. Este año vamos a facturar más que en 2019 y no hemos tenido a nadie parado. Entre agosto y diciembre del año pasado, mi hijo, Javi, y yo no sé cuántos kilómetros habríamos hecho en avión a Alemania, Italia, Holanda… para organizar y preparar los nuevos productos en los que hemos empezado a trabajar. Eso nos salvó cuando llegó la pandemia”. “Pero es un sin parar”, nos advierte, aunque ya teníamos claro que la empresa precisa una dedicación constante.

Vulcanizados Ruiz se dedica a la instalación y reparación de bandas transportadoras.

Vulcanizados Ruiz se dedica a la instalación y reparación de bandas transportadoras.

“Este año vamos a facturar más que en 2019 y no hemos tenido a nadie parado”.

Vulcanizados Ruiz es una empresa familiar y lo seguirá siendo. “Javi es mi sombra en el taller, entró en cuanto terminó la carrera. Y están también mis dos hijas, Marta y Ana Belén, que ya llevan seis y ocho años”. Javi, licenciado en Administración y Dirección de Empresas, se ocupa “cuando ha terminado su tarea abajo” del tema financiero. “Antes lo poníamos en manos de terceros, porque no sabíamos”. Al concluir la conversación, recorremos la empresa guiados por Javier y vemos la ‘sastrería’ y una máquina que parece sacada de’ Mad Max’, bajo la que se ha metido para decidir el mejor modo de arreglarla. Entonces se acerca un operario, cuyo buzo de trabajo muestra suficientes evidencias de que su labor no es precisamente la de supervisar a los demás. Es Javi. Interrumpimos unos segundos el paseo, mientras ambos hablan, y el joven regresa al taller seguido por la mirada complacida de su padre. Después se lavará las manos para transformarse en el responsable financiero de Vulcanizados Ruiz.

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