jueves, 25 abril 2024

Juan Miguel Floristán, una idea que Alimenta

Puso en marcha el proyecto empresarial Vega Mayor, fue pionero en el envasado de ensaladas frescas y su contribución ha sido clave para fomentar el crecimiento del sector agroalimentario navarro hasta convertirse en una referencia mundial. Juan Miguel Floristán, director general de Florette Ibérica hasta su reciente retirada, ha obtenido el Premio Alimenta Navarra 2020 en la categoría de Trayectoria Profesional y Desarrollo Personal. Su fe en una idea revolucionaria como los alimentos de IV gama es uno de los motivos por los que se le ha concedido el galardón, otorgado por NavarraCapital.es.


Pamplona - 9 noviembre, 2020 - 13:06

Floristán recibirá el Premio Alimenta Navarra 2020 en la categoría de Trayectoria Profesional y Desarrollo Personal. (Fotos: cedidas)

“Recibir un premio siempre agrada, sobre todo si se concede con cariño y proviene de tu tierra, de tu gente, como es este caso. Solo puedo dar las gracias”, valora Juan Miguel Floristán tras obtener el Premio Alimenta Navarra 2020 en la categoría de Trayectoria Profesional y Desarrollo Personal. Un galardón que otorga NavarraCapital.es, con el patrocinio de EroskiBankiaCoca-Cola y la Comunidad de Bardenas Reales, así como con la colaboración del Gobierno de Navarra y el Ayuntamiento de Tudela. La entrega de los reconocimientos tendrá lugar el 26 de noviembre en el Teatro Gaztambide de la capital ribera y contará con la intervención del ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas.

A primeros de octubre, Floristán dejó la dirección general de Florette Ibérica de acuerdo con un plan ya establecido hace dos años: “Pero voy a seguir un tiempo, ya veremos cuánto, dedicado a asesorar a la empresa en sus proyectos estratégicos”. Ahora, afronta esta nueva etapa “tremendamente ilusionado”. Pero admite que jubilarse, aunque sea de forma activa, no es fácil tras haber trabajado durante 32 años “en un proyecto que partió de menos cero». «Alguno me dice que es como otro hijo, y es verdad. No voy a olvidarlo nunca. Al contrario, aspiro a seguir disfrutando viéndolo crecer y creando valor”, precisa.

«Soy híbrido, pero lo cierto es que la Bardena marca, imprime carácter, es un mundo diferente».

Floristán nació en Arguedas. Y es hijo de un agricultor bardenero, de secano, y una madre «más de regadío». «Soy híbrido, pero lo cierto es que la Bardena marca, imprime carácter, es un mundo diferente. Su infancia transcurrió en el pueblo y cada día se desplazaba a Tudela para estudiar en el instituto. Por aquel entonces jugaba en dos equipos de fútbol, el Muskaria de Arguedas y el de su centro educativo: “Había fines de semana que tenía dos partidos”. Después se trasladó a Bilbao para cursar Ciencias Económicas y sacrificó el fútbol, pero reconoce que no había pensado “para nada” en la posibilidad de ser emprendedor cuando eligió la carrera. “No sé si habría influido que mi tía dirigía la sucursal del Banco de Bilbao en Arguedas, y de muy niño iba a cobrar las letras por las casas”, dice no obstante, medio en serio medio en broma.

Salió de la universidad y entró en una empresa de conservas del pueblo «a la espera de otro trabajo». «Pero me vino muy bien porque fue mi primer contacto con la industria agroalimentaria», evoca. Más tarde conoció a una persona que iba a tener una influencia decisiva en su vida: José Javier Muguerza. “Fue el primero que me dio una oportunidad. Era el director de Uteco, la actual AN, y quería crear la delegación de la cooperativa para la Ribera. Me propuso que lo hiciera, acepté y compatibilicé ese trabajo unos meses con la gerencia de la Cooperativa de Labradores de Tudela, que estaba en una situación financiera crítica, para darle la vuelta”. Trabajar al lado de los agricultores «fue tremendamente atractivo y un desafío impresionante»: «¡Entonces tenía recién terminada la carrera, era un crío!».

«Recibir un premio siempre agrada, sobre todo si se concede con cariño y proviene de tu tierra, de tu gente».

Muguerza formó parte de la primera Diputación foral democrática como director general de Agricultura y, junto con su equipo, puso en marcha los llamados institutos técnicos de gestión (ITG). “Me llamó y vine de Tudela para colaborar en ese proyecto, que también empezaba de cero. Fueron unos años satisfactorios tratando de mejorar la profesionalización de nuestros agricultores”. Tras las siguientes elecciones, participó en la creación de la empresa pública Nasersa (Navarra de Servicios), ideada para prestar apoyo a los ITG y de la que fue el primer director. “La verdad es que en esa época aprendí muchísimo, muchísimo. Para mí fue otra universidad”. Al mismo tiempo, también ejercía como consejero delegado del Instituto Navarro del Suelo, un puesto que califica de “interesantísimo”, y en 1984 se integró como responsable financiero en otra empresa pública recién creada, Riegos de Navarra, cuya finalidad era desarrollar nuevos regadíos.

«ENSALADAS EN BOLSAS»

Al cabo de cinco años, volvió a llamarle Muguerza, que ya llevaba un tiempo desvinculado de la Administración, y le propuso fundar una empresa «para meter ensaladas en bolsas». «Mantuvimos varias conversaciones y me convenció de que merecía la pena intentar poner en el mercado un producto que en Europa, sobre todo en Francia, se estaba empezando a comercializar y aquí no existía», rememora. Así nació Vega Mayor. De modo que, en enero de 1989, Floristán dejó el mundo de las empresas públicas agroalimentarias para sumarse, como siempre desde cero, a este proyecto. La primera tarea fue encontrar recursos: “No resultó fácil y tuvimos que recurrir a los ahorros de los amigos”. También resultó complicado el arranque. “Nos dijeron que estábamos locos y nos preguntábamos si íbamos a ser capaces de resistir. Si no, acabaríamos arruinando a quienes habían confiado en nosotros”.

«Nos dijeron que estábamos locos y nos preguntábamos si íbamos a ser capaces de resistir. Si no, acabaríamos arruinando a quienes habían confiado en nosotros».

En 1992, con la Expo de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona, se dieron las condiciones adecuadas para que Vega Mayor ganara tamaño al ser proveedora de ambos eventos. “Era algo obsesivo, necesitábamos crecer para seguir desarrollando la empresa y ese año vendimos por importe de 5 millones de euros. Recuerdo muy bien la cifra”. Fue el primer ejercicio con EBITDA positivo para la compañía, pero las inversiones necesarias eran superiores a los recursos generados. «Y, al mismo tiempo, teníamos que tapar el agujero porque eran cinco años de acumular pérdidas. Había que convencer a nuestros socios financieros de que siguieran aportando a una empresa que generaba pérdidas sistemáticamente”. Lo hicieron desde la convicción «absoluta, total», de que sacarían adelante el proyecto. «Estábamos súper ilusionados, vivíamos el día a día con una intensidad tremenda y eso lo transmitíamos”.

Hasta hace pocas semanas, fue el director general de Florette Ibérica.

Hasta hace pocas semanas, fue el director general de Florette Ibérica.

Además, aplicaron una política de transparencia absoluta: “Los bancos conocían antes que el consejo de administración nuestras cuentas. En cuanto teníamos una información la transmitíamos, buena o mala. También diluimos bastante el riesgo. De hecho, puedo decir que trabajaba con catorce o quince entidades bancarias distintas… A todos les daba a conocer inmediatamente cada hito, cada nuevo cliente”. Pasar en cinco años de la nada al EBITDA positivo convenció a los más escépticos y la empresa logró tal madurez que, poco después de cumplir su décimo aniversario, Florette, filial del grupo cooperativo francés Agrial, hizo una oferta para adquirir Vega Mayor.

Floristán explica que, tras pensarlo mucho, se decidieron a vender. En aquel instante, pesó “la presión emocional” hacia unas personas que en buena parte eran amigos y que habían aportado recursos financieros, así como hacia otras ocho o diez que trabajaban con ellos y habían comprado acciones de la empresa.

A eso se unió que en Europa habían surgido grupos importantes en el sector. “Si desembarcaban en España, no teníamos posibilidades de competir con ellos”. Y, además, las instalaciones iniciales se habían quedado obsoletas, por lo que era necesaria una nueva fábrica. Como temían una posible deslocalización tras la compra, optaron por construir una planta de producción antes de la venta. «Queríamos que se quedara aquí. Todos éramos navarros y deseábamos seguir en nuestra tierra. De la mano del Gobierno de Navarra, conseguimos levantar la nueva fábrica y solo entonces empezamos el proceso de venta. Fue defensivo porque, aunque creíamos en el proyecto, no sabíamos si íbamos a ser capaces de poder darle el recorrido que tenía».

Pero esos temores iniciales se evaporaron rápidamente. Dice que, para su sorpresa, Florette le mantuvo al frente de la fábrica. “Yo tenía claro que el puesto que más riesgo corría era el mío. Lo lógico es que quienes llegan, y más si son de otro país, traigan a su equipo gestor. Pero enseguida sintonizamos y la confianza mutua fue absoluta. ¡Como que he estado con ellos no sé cuántos años!”, resalta. Y no solo eso. La nueva propiedad les permitió participar en los órganos de decisión desde el primer momento, otorgándoles al mismo tiempo una gran autonomía en la gestión del negocio en el ámbito en que se desenvolvía Vega Mayor (España y Portugal), así como a la hora de proponer nuevas inversiones o adquisiciones: “También es cierto que los resultados acompañaban, que el crecimiento había sido importante”.

«Encontrar recursos para crear Vega Mayor no resultó fácil. Tuvimos que recurrir a los ahorros de los amigos».

Vega Mayor fue pionera, pero Floristán elogia a quienes les han seguido por el camino que abrieron. Entre otras cosas porque su producto inicial era muy perecedero, lo que limitaba su capacidad de exportación al perímetro de la Península y el sur de Francia. “El mérito hay que dárselo a los congelados, que son grandes empresas con presencia a nivel mundial. Gracias a ellas, Navarra es un referente en la producción sobre todo de hortalizas en sus diferentes presentaciones, sin olvidar a las conservas, claro”. También que el sector agroalimentario tiene grandes posibilidades de seguir ganando peso en el PIB de Navarra (actualmente genera el 7 % de este): “Además de empresas y empresarios, tenemos centros tecnológicos, investigadores, una base muy sólida para seguir desarrollándose”. Y pone en valor su papel social a la hora de fijar la población en entornos rurales. “Es que el sector agroalimentario engancha”, manifiesta a modo de justificación de su entusiasta defensa.

«Enseguida sintonizamos con Florette y la confianza mutua fue absoluta. ¡Como que he estado con ellos no sé cuántos años!».

Eso sí, niega que sea una actividad regida por normas tradicionales. “¡Qué va! Se innova todos los días. Para mí es un pilar estratégico, básico, más en estos momentos porque nos va a ayudar a superar la crisis y a impulsar la recuperación económica”.

En este sentido, agrega que el sector resiste mejor que cualquier otro durante los períodos más duros desde el punto de vista económico porque «tenemos que comer todos los días». Y aprovecha para ensalzar las virtudes de la verdura como producto saludable. Aunque ha pasado mucho tiempo desde que comía la que cultivaban en la huerta situada junto a su casa, siempre se ha mantenido fiel a los productos hortícolas: “Tengo la suerte de que con mi mujer, que también es de Arguedas, seguimos comiendo muchísima verdura, yo diría que todos los días”.

También le gusta ir al monte, y lo ha hecho en la medida en que sus ocupaciones profesionales se lo han permitido. “Durante estos… treinta años, he tenido dos aficiones: la empresa, donde he disfrutado muchísimo, y la familia, que con tres hijos requiere mucha atención. Y en el tiempo que me quedaba, paseaba por la Bardena, iba al Pirineo… y descansaba también, claro”. Espera que ahora, al disponer de más tiempo, pueda cumplir el viejo sueño de recorrer el Camino de Santiago: “Algunos amigos ya me están esperando para hacerlo”. Y quiere “leer con tranquilidad porque hasta ahora cogía un libro, lo tenía que dejar, lo retomaba…”. Le gusta la novela, “si es histórica, mejor”, y su referente es Ken Follet. “Cuando leí ‘Los Pilares de la Tierra’, me quedé enganchado a ese tipo de obras”.   

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