A Julio Bustillo (Peralta, 1964) le gusta utilizar el bolígrafo BIC de cuatro colores. En sus cuadernos, emplea el azul para las notas que toma en reuniones. El rojo, en cambio, lo reserva para apuntar -en un lateral o en la parte inferior de la hoja- asuntos pendientes por hacer y que son parte de su “responsabilidad directa”. El negro lo utiliza para notas personales, y el verde para comentarios sobre cuestiones “que se pueden solapar con Sumelec, pero que no son de Sumelec”.
Ese modus operandi nos dice mucho de este “arquitecto frustrado” que finalmente decidió decantarse por la Ingeniería Técnica Eléctrica en la Universidad de Navarra. “Soy muy pragmático para estas cosas, así que al final dije: ‘Mejor soy ingeniero, que así tengo la vida solucionada y es más fácil. Y luego, si quiero construir algo, pues ya lo encargaré’”. No nos da tiempo a contestarle que nosotras somos de Letras y que no tildaríamos esta opción de fácil, porque enseguida añade que después estudió Empresariales en la Universidad Pública de Navarra (UPNA), hizo un posgrado de marketing y gestión de ventas en la misma institución y cursó un Programa de Alta Dirección Empresarial (PADE). “Ese tipo de cosas. Lo habitual, vamos, lo que había que hacer”, resume.
Por ese tipo de cosas se refiere a seguir el legado de su padre. José Manuel Bustillo era un ingeniero que llegó a trabajar en Renfe, pero que, según nos cuenta su hijo, no quería ser funcionario. “Se fue a Francia, donde teóricamente tenía una oferta de trabajo. Cuando comprobó que no era cierto, aplicó para un puesto en Túnez. Allí vivió durante catorce años con mi madre”, relata.
Julio Bustillo, sin embargo, incide en que él es de Peralta. En concreto, de la calle Mayor del municipio navarro. “En aquella época -aclara-, mis padres tenían viaje pagado por la empresa y estaban aquí de vacaciones cuando nací. Al mes estaba en Túnez. El francés es mi lengua materna”. Le preguntamos si, después de tantos años, todavía domina esa lengua “Sí -replica-, hablo el idioma y todavía recuerdo ese lugar. Es increíble cómo funciona la memoria”.
Aquella aventura africana terminó a finales de los sesenta, con el retorno de toda la familia a la Comunidad foral. “Ya empezaba a haber problemas en el país y mi padre no quería que mi hermana, ocho años mayor que yo, se criara allí. Por eso decidieron volverse a España”, explica.
A su regreso, José Manuel Bustillo se alió con varios socios para constituir SEI, un negocio de comercialización de material eléctrico. En 1975 decidió establecerse por su cuenta y fundó un almacén de material eléctrico en la Milagrosa, al que bautizó como Sumelec. Su hijo -nuestro entrevistado- entró en la empresa a mediados de los ochenta, mientras compaginaba ese empleo con los estudios. Para entonces trabajaban allí unas cinco personas: tres ingenieros, un almacenista y una persona encargada de la administración. Ese era el germen de una compañía que creció de manera considerable durante los siguientes ejercicios.
“Con las renovables, descubrimos una nueva forma de trabajar. Y eso nos ha ayudado a crecer”
“En el año 96, cuando asumí la gerencia, facturábamos 150 millones de pesetas, casi un millón de euros. En 2008 registramos ventas por 32 millones de euros. Llegó la crisis y, al año siguiente, caímos a 12 millones. La bajada más importante la experimentamos en 2011. Y a partir de allí nos hemos ido recuperando. El año pasado facturamos 34 millones”, ilustra el actual director estratégico de la compañía. Un año después de relevar a su padre, comenzó a suministrar material al sector de las energías renovables. “Allí descubrimos una nueva forma de trabajar. Y eso nos ha ayudado a crecer”, atestigua.
Con el cambio de siglo, Sumelec cambió de sede y se trasladó a una nave de 750 metros cuadrados en el polígono Talluntxe de Noáin. “Cuando llegamos aquí -donde nos atiende-, éramos doce personas y facturábamos entre 2,5 y 3 millones de euros. Ahora somos 80 trabajadores y nuestras instalaciones pronto serán de 5.000 metros cuadrados. Los últimos años de mi padre fueron duros para él, pero llegó a ver cómo íbamos creciendo”.
En 2008 nació Sumelec Renovables, con la idea de “separar un poco los negocios para que no se intoxicasen entre sí”. Unos siete años más tarde se inauguró la sede de la compañía en Bilbao (Vizcaya), a la que posteriormente sucedieron las de Beasain (Guipúzcoa) y Vitoria (Álava). La delegación más reciente fue la inaugurada durante el pasado ejercicio en Ágreda (Soria).
PLANES DE CRECIMIENTO
“Seguimos creciendo. Estamos sumergidos en un plan de expansión. Tenemos dos campos de crecimiento claros en las renovables y en la industria. En el sector de fabricantes de maquinaria, lo que estamos haciendo es extendernos a zonas aledañas, poco a poco. Y en las renovables, nuestra estrategia es internacionalizarnos”, remarca. En 2010, Sumelec se alió con IED Electronics para crear la empresa IED Greenpower, con presencia en Aizoáin (Navarra), Kanchipuram (India) y Shenzhen (China).
Ese repaso de hitos nos obliga a volver a interpelarle. Le planteamos si, echando la vista atrás, de verdad estima todavía que escogió el camino fácil. “Bueno -replica-, ha sido muy divertido. Me lo he pasado bien”. El propietario y director estratégico de Sumelec lleva casi cuatro décadas en la firma y es padre de un ingeniero eléctrico, de una futura ingeniera mecánica y de un graduado en Administración y Dirección de Empresas y Marketing que trabaja en una multinacional en Francia.
“Espero que alguno siga el negocio, ya iremos viendo. También es cierto que ya tenemos un tamaño suficientemente importante como para no depender de ese relevo, aunque sí estaría bien, por supuesto”, reconoce.
Casi llega el momento de decir adiós, y nuestra compañera fotógrafa propone sacar una imagen cerca de una bobina gigante que hemos visto al entrar a la planta. Bustillo recela. “¿Sabes lo que pasa? Que yo no vendo bobinas. Mi competencia -justifica- vende productos y elementos sueltos, mientras que nosotros vendemos soluciones. Para competir en el mercado del futuro, no creemos que nuestro valor esté en vender ítems. Yo no vendo a precio, aquí tenemos a unos cuarenta ingenieros trabajando y ese valor hay que cubrirlo”. Nos propone, en cambio, hacer una foto frente a un mural azul que lleva el eslogan de la compañía: ‘Yo creo en/con el equipo’.
“Esto es lo más importante para nosotros. Como ingeniería, nos resulta complicado competir contra las grandes multinacionales, por lo que tenemos que intentar aportar algo más. Y eso pasa por mantenernos cercanos tanto con los trabajadores como con el entorno”, argumenta. Ese espíritu le ha llevado a patrocinar a dos equipos deportivos -de remo y waterpolo-, así como a impulsar el Sum + Partners, una feria de automatización para proveedores y clientes que se celebrará el próximo 2 de marzo en Baluarte, y el Sum School, dirigido a formar trabajadores, socios y clientes.
En 2021, la empresa recibió el Premio Navarro a la Excelencia y el reconocimiento de plata en el Modelo de Gestión Avanzada. “En uno o dos años, iremos a por el oro”, avanza Bustillo antes de que abandonemos las instalaciones de Sumelec. Por regla general, los periodistas no aceptamos regalos de entrevistados. Nosotras, sin embargo, hacemos una excepción y salimos por la puerta con dos bolígrafos BIC de cuatro colores.