jueves, 25 abril 2024

La psicología de Mario Falces

A las siete de la mañana llega a la fábrica y se marcha doce horas después. Lleva más de dos décadas en la factoría de Huntsman en Pamplona y, desde noviembre, compagina el cargo de jefe de Producción con el de 'site manager interim'. Una responsabilidad que no le impide disfrutar de sus otras grandes pasiones: el baile, la psicología y el deporte. Ahora, además, está escribiendo un libro sobre sus vivencias personales.


Pamplona - 18 febrero, 2023 - 00:02

Nacido en Cascante, Falces estudió Ingeniería Química en la Universidad de Zaragoza. (Fotos: Maite H. Mateo)

Cuando José Ignacio García de Albizu fue nombrado director de Operaciones para América en Huntsman (dentro de la División de Performance Products), una vacante quedó abierta para dirigir la planta química que la multinacional estadounidense tiene en Echavacoiz. Mario Falces lo tuvo claro desde el principio. “Vino el jefe de la empresa para toda Europa a comunicárnoslo y le dije: ‘Vale, pues este puesto lo quiero yo. No voy a esperar a que me lo ofrezcas”, recuerda.

Entonces se abrió un proceso de selección, del que resultó electo. Por eso, desde noviembre de 2022 compagina el cargo de jefe de Producción con el de site manager interim de la factoría. Este último nombramiento, adelantado por Navarra Capital, deberá ser confirmado en mayo, de acuerdo a la política marcada por la empresa. No obstante, nuestro entrevistado confía en continuar ejerciendo como tal. “Hace poco le dije a mi supervisor: ‘Aunque me digas que no, me voy a quedar’ -bromea-. Creo que lo puedo hacer bien y esa es la impresión que también se me ha transmitido”.

Como su predecesor, Falces (Cascante, 57 años) es un “hombre de la casa”. A la fábrica de Huntsman Advanced Materials en Pamplona llegó tras licenciarse en Ingeniería Química por la Universidad de Zaragoza, en un momento en el que se planteaba continuar estudiando para obtener un título en Química. Desde la empresa lo convencieron para abandonar esa idea. “Me dijeron que buscara ese complemento con la formación que ellos mismos me iban a dar. Estuve dos años aprendiendo y viajando a Suiza, preparándome específicamente para el puesto de trabajo que iba a ocupar”, recuerda.

No es necesario que le digamos que aquel plan nos parece una maravilla, porque algún gesto facial seguramente nos delata. Él, no obstante, enseguida explota esa burbuja de fascinación. “Ese programa se acabó -revela-, ya no existe. ¿Sabes por qué? Fíjate, las nuevas generaciones cambian mucho de trabajo. Ahora se quiere llegar muy pronto. No hay paciencia. Yo entiendo que se busque la conciliación familiar, por ejemplo. Eso es fundamental, pero hay demasiadas exigencias”.

«Las nuevas generaciones cambian mucho de trabajo. Ahora se quiere llegar muy pronto, no hay paciencia»

De manera implícita, sabemos que también habla de esa emocionalidad que suele asociarse al carácter de los más jóvenes. “Yo soy muy racional, muy exigente. No quiere decir que no tenga sentimientos, pero en los últimos años he aprendido a controlar bien mis emociones, incluso en momentos en los que debo tomar decisiones duras. ¡Es que, de lo contrario, igual al día siguiente no estás en tu puesto de trabajo! Ojo, con el máximo respeto, de la mejor forma posible. Nuestro código de ética es que puedes decir lo que quieras de forma respetuosa y que no puede haber represalias por eso”, expone.

Quizá esta última frase conduzca al lector a una conclusión errónea. No estamos ante lo que tradicionalmente se concibe como un hombre duro, sino que nos sentamos en frente de un ingeniero que rechazó dos ofertas de empleo en Estados Unidos porque quería ver crecer a sus dos hijas en su tierra –a una de ellas ya la conocemos-. “Eso puede cortarte las alas porque, en principio, no es bueno decir dos veces que no a una multinacional”. Falces llega de lunes a viernes a la fábrica “a eso de las siete de la mañana” y se marcha a casa doce horas después.

Al margen de su trabajo en Huntsman, Falces ha ejercido como profesor universitario.

Esa intensa jornada de trabajo no le impide dedicar un rato a pasatiempos como la lectura o el deporte. ¿De dónde saca horas para tantos frentes? “Me lo pregunta todo el mundo -contesta como quien ya tiene una respuesta ensayada-. Todo lo que hago lo hago al cien por cien, pero soy muy selectivo”.

Cuando cumplió cuarenta años, el site interim manager de Huntsman en Pamplona retomó el deporte. Era una asignatura pendiente, pues en su infancia y juventud jugó fútbol en el equipo de su pueblo. Optó primero por correr y llegó a participar en varias medias maratones, aunque desde hace un tiempo prefiere la calistenia. “He visto los resultados. Pesaba 79 kilos hace tres años y ahora estoy en 67. Me alimento muy bien: cero harinas, cero rebozados, cero azúcar. Cuando te digo cero, es cero”, insiste.

DESCUBRIENDO LA PSICOLOGÍA

Retomar el ejercicio coincidió en el tiempo con el “descubrimiento” de la psicología, a la que ahora define como su gran pasión. “Estoy escribiendo un libro sobre mi vida personal como ingeniero, aplicando la psicología y teniendo en cuenta lo que los ingenieros no tienen. A pesar de que no me gustan los prejuicios, detecto muchas cosas a primera vista, analizando el body language de las personas”.

Aplica esa filosofía a su otro pasatiempo: bailar. “Cuando empecé a bailar con mi mujer -relata- yo era de los que llegaba a casa y escribía los pasos. ¡Eso es un ingeniero! Ahora tengo más confianza, voy a clase, aprendo cosas y luego hago lo que me dé la gana. Disfruto. Porque si mecanizas el baile, pierdes el paso. Eso es un problema en la vida real: somos tan metódicos que a veces no disfrutamos”.

En esta entrevista hay tiempo para el disfrute y para la seriedad, en todo caso. Mientras nos muestra la fábrica, Falces se asegura de que llevemos en todo momento el casco y las gafas de seguridad, de que usemos el pasamanos al subir las escaleras. En un momento de la conversación se intercambian los papeles y nos pide que describamos la planta que acabamos de visitar en una palabra. Le decimos que nos ha parecido ordenada y se muestra satisfecho. “Esa disciplina no es un proyecto, sino una cultura que hemos creado aquí”, remarca. Pronto descubrimos que se trata de una obsesión que va más allá. “En 2006 -confiesa- mi mejor amigo murió en una factoría. Le atrapó una máquina y lo aplastó. Tenía una niña de la edad de una de mis hijas y una bebé de seis meses a la que había bautizado una semana antes de fallecer. Eso me impactó muchísimo”.

«Todo lo que hago lo hago al cien por cien, pero soy muy selectivo”

Un lustro después de aquel episodio, fue testigo de un accidente sufrido por un operario “que mantuvo un comportamiento inseguro”. “Conecté lo que podría haber pasado con el suceso de mi amigo y, a partir de entonces, algunas cosas cambiaron en la fábrica. Fueron épocas complicadas. La seguridad no es que sea importante, es una condición. Sin seguridad no se puede trabajar en una empresa química”. Es un mantra que ha repetido tanto a estudiantes de diversos másteres de ingeniería como a un público considerablemente más inexperto. Porque, entre los “muchos berenjenales” en los que se ha metido, figura el haber sido miembro durante ocho años del consejo escolar del colegio donde estudiaron sus hijas. Durante aquella etapa, invitaba a profesores a la fábrica para darles formación sobre evacuaciones y planes de emergencia.

«La seguridad no es que sea importante, es una condición. Sin ella no se puede trabajar», afirma Falces.

También explicaba a los “chavalillos”, por ejemplo, cómo preparar un huevo frito de manera segura, teniendo cuidado de no quemarse con el aceite. “Les juntaba y les ponía noticias sobre accidentes que habían sufrido niños de su edad. Algunos profesores me decían que estaba loco. Ya, pero es que estas cosas pueden pasar y a lo mejor hay que estar preparados, porque los niños son imprevisibles”, añade.

Llegamos a la conclusión de que, al margen de ser un ingeniero orgulloso de pertenecer a la Fundación Industrial Navarra (FIN) o de ostentar la máxima responsabilidad en la planta que Huntsman Advanced Materials tiene en Pamplona, Mario Falces es por encima de todo un padre. “Alguien que -en palabras de la escritora Leila Guerriero- no duda en cumplir, en nombre de un amor que jamás confesará, la absurda extravagancia”. A nosotras no se nos ocurre una mejor definición.

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