A los pies de su emblemático pantano, Eugi ha dado la bienvenida a un proyecto que ha sido acogido con gran ilusión por parte de los vecinos: la reapertura, tras tres meses de parón, de su bar-restaurante La Posada y su albergue turístico. La baztanesa Isabel Cia es quien ha asumido las riendas de ambos negocios, que salieron a subasta el pasado julio.
Su infancia y parte de su juventud transcurrieron en Elizondo e Irurita, pero a los 20 años el amor llamó a su puerta y la llevó a Eugi. Así, Isabel se mudó a la localidad, donde reside desde entonces, y construyó con su actual marido la “casa de sus sueños”. Hoy, junto a sus dos hijas, disfrutan en familia de un hogar que vieron crecer desde cero.
Isabel, que se formó como auxiliar de enfermería, posee experiencia en hostelería, pues de joven trabajó en las ventas de Dantxarinea. “Este mundillo no me pilla de primeras, ya entiendo su funcionamiento”, apostilla sonriente. Cuando aterrizó en Eugi, desarrolló su trayectoria profesional en una fábrica de piezas de caucho. Sin embargo, tras más de una década en la compañía, de pronto le detectaron una alergia que afectaba a sus pulmones. A sus 40 años, cabizbaja, suspira: “Tenía enfermedad laboral. La empresa no pudo reubicarme en otro lugar, así que tuve que dejar el trabajo el pasado junio”.
“¿Y ahora qué hago? Parece que se acaba el mundo…”, se repetía preocupada mientras trataba de buscar una solución. Entonces, decidió reinventarse. Escuchó que la emblemática posada-albergue del pueblo salía a subasta. Y cogió aquella oportunidad al vuelo, sin pensárselo dos veces. “Mi familia me animó y me metí en esta aventura. Con la ayuda de mi marido y de mi hermana, estamos sacando esto adelante y no podemos estar más contentos”, relata con entusiasmo.
16 CAMAS Y “MUCHA ILUSIÓN”
Se trata de un mismo edificio de cuatro plantas, que aúna varios servicios. Un consultorio médico ocupa la planta baja, mientras que en la primera se ubica el restaurante-bar La Posada. En la segunda se encuentra el Concejo de Eugi, donde se realizan diversas labores administrativas, y en la última está el albergue.
En concreto, el albergue turístico dispone de dieciséis camas repartidas en tres habitaciones, una sala equipada con microondas y frigorífico, baño, ducha y un cuarto para guardar bicicletas. Abierto de lunes a domingo, los principales clientes son turistas y peregrinos del Camino de Santiago. “Los albergues de Zubiri suelen estar llenos, así que muchos deciden venir a descansar aquí”, explica tras recalcar que los vecinos de Eugi están “muy contentos” y han respondido a la reapertura con “mucha ilusión”.
De hecho, su ayuda ha sido fundamental para levantar de nuevo el negocio. “Pedí consejo a la gente del pueblo y me echaron una mano”, subraya al tiempo que incide en lo difícil que fue comenzar “desde cero”, a diez días de iniciarse las fiestas de la localidad. “No había prácticamente nada que sirviera. Las estanterías estaban vacías, tuvimos que tirar casi todos los utensilios de cocina y comprar una caja registradora nueva… Al final, logramos estar a punto para las fiestas y vinieron muchísimas personas”, añade.
Por su parte, el bar-restaurante La Posada abre sus puertas cada viernes, sábado y domingo para ofrecer raciones, bocadillos y platos combinados. Lo cierto es que Isabel desea hacer de este lugar un punto de encuentro entre jóvenes y adultos. “Quiero que la gente mayor venga aquí a jugar al mus o a la brisca, y también que los niños disfruten. Mi ilusión es convertir el establecimiento en un lugar acogedor, donde todos pasemos un buen rato”, constata tras mencionar que próximamente organizará diferentes actividades como una chocolatada, una castañada o un taller de talos.
Entre fogones y literas, Isabel se muestra satisfecha y agradecida por este nuevo rumbo profesional que la vida le ha brindado. Con la mirada puesta en el invierno, ya se imagina sirviendo a sus vecinos y amigos. Contenta, menciona que una vecina elabora cremas con plantas medicinales que recoge en el monte, y le ha sugerido organizar un taller para enseñar las técnicas al resto del pueblo. “Quiero que esta sea una posada de toda la vida, donde aprendamos de los demás y todos nos sintamos como en casa”, concluye.