Manos al manillar. Pies sobre los pedales. Mente despejada. “Venga, que no es tan difícil”, se repite en voz baja una y otra vez. Una cuesta con una pendiente de vértigo se extiende frente a la pamplonesa Cristina Pascual que, concentrada en no perder el equilibrio, respira sobre su bicicleta tratando de mantener la calma. “Una, dos y… ¡tres!”. Se desliza por la rampa a toda velocidad, parece que ya le ha pillado el truco a eso de pedalear… Pero, cuando llega el momento de detenerse, su sonrisa se torna en llanto. Los frenos no funcionan. Se aproxima a un coche y… ¡pum! Aterriza en el suelo. “En Sesma había muchas cuestas. Siempre tenía las rodillas llenas de postillas”, ríe ahora al rememorar su “feliz” infancia en el pueblo, repleta de divertidas anécdotas, caídas y aventuras en plena naturaleza.
Nunca fue “muy de jugar con muñecas o cromos”, prefería pasar el día fuera de casa. Salía temprano; regresaba a la hora de comer; se marchaba de nuevo a la calle; y solo volvía horas más tarde para coger un bocadillo, que devoraba a modo de cena junto a sus amigos. Andaba siempre de aquí para allá, con la sonrisa intacta, disfrutando de agradables paseos por el pueblo y excursiones al campo.
Aunque no tenía muy claro hacia dónde deseaba orientar su trayectoria profesional, en el colegio pronto comenzó a ver los números como grandes aliados. Apasionada de las matemáticas y la física, se decantó por estudiar Ingeniería Industrial en la Universidad Pública de Navarra (UPNA). Durante aquellos años, nuestra protagonista se percató de algo: “El mundo STEM estaba y está muy masculinizado. En clase tan solo éramos siete mujeres, y hoy parece que el panorama continúa igual”.
APRENDER Y ENSEÑAR
En tercero de carrera, decidió especializarse en la rama de Organización Industrial. “Soy muy planificadora. Siempre me ha gustado mucho organizarme, y ese ámbito era el que más me encajaba”, destaca hoy, a sus 48 años.
En quinto, conoció a un profesor que trabajaba en la UPNA y en la Universidad de Navarra (UN) y que le ofreció incorporarse al equipo de Iturralde y Sagüés Ingenieros, empresa que lideraba. Allí, Cristina permaneció una década desarrollando labores de gestión y trabajos técnicos y enfocándose, especialmente, en proyectos de instalaciones de protección contra incendios.
Durante aquella época, que recuerda con “especial cariño”, un día recibió la llamada de quien había sido su maestro y mentor. “Se había roto la pierna y no podía dar clase. Me pidió que ocupara su lugar e impartiera su asignatura”, narra. Pero lo que en un principio parecía algo temporal acabó alargándose. Así, durante dos años compaginó su trabajo en la firma con la docencia en el Departamento de Instalaciones de la Escuela de Arquitectura de la UN.
Durante aquel ciclo “de aprender y enseñar”, se percató de que dar clase le atraía más de lo que había pensado inicialmente. De hecho, no descarta compatibilizar su actual puesto con la docencia. “Ahora ayudo a mis dos hijas con los deberes de matemáticas”, reconoce alegre al recordar de nuevo cómo en su etapa escolar comenzó a sentir una profunda devoción por los números.
Corría el año 2004 cuando Sendaviva abrió sus puertas y decidió confiar en Iturralde y Sagüés Ingenieros para gestionar su recinto. “Estuve muy involucrada en el proyecto. Por ejemplo, teníamos que acondicionar algunos caminos que, por su material, no funcionaban bien. Había que adecuarlos para los visitantes”, subraya justo antes de resaltar que fue precisamente entonces cuando conoció la Sociedad de Desarrollo de Navarra (Sodena).
Pronto, Cristina quedó cautivada por la misión de la sociedad pública, dependiente del Gobierno de Navarra. “Conocí su labor como instrumento financiero para la captación y desarrollo de proyectos empresariales navarros. La idea me atrajo enseguida”, desvela alegre mientras recorre las oficinas de Sodena, a la que se unió hace catorce años como técnica de proyectos y donde se encuentra “plenamente feliz”.
APOYO AL EMPRENDIMIENTO
“Mi trabajo principal consiste en analizar proyectos de inversión en fases tempranas”, apunta nuestra protagonista, cuya labor se enfoca especialmente en el Área de Emprendimiento. En concreto, estudia las propuestas presentadas por empresas emergentes para comprobar si pueden optar a recibir apoyo financiero. “También les ayudamos a aterrizar su idea”, completa.
Dentro de este campo, Cristina representa además a Sodena en el consejo de administración de algunas startups apoyadas. Son los casos de Eversens, especializada al análisis de óxido nítrico; InBiot, centrada en medir la calidad del aire en el interior de edificios; o Velites Sport, que diseña y comercializa productos para la práctica de crossfit. “En muchas ocasiones, trabajar con diferentes proyectos de emprendimiento en sectores tan variados permite extraer patrones de comportamiento de las startups, así como errores que se repiten en muchas de ellas. Con lo aprendido, tratamos de aportar esa experiencia a las empresas a las que apoyamos y acompañamos”, puntualiza.
Más allá de buscar la rentabilidad financiera de estas compañías, incide en que Sodena busca igualmente lograr “beneficios globales” para la Comunidad foral: “Queremos que los proyectos crezcan, que generen empleo en Navarra y tengan impacto. Muchas grandes empresas pueden surgir de pequeños emprendedores. Se trata de ir hacia el bien común”.
SEGUIMIENTO DE PROYECTOS
Además, gracias a la formación técnica que posee como ingeniera, participa en el seguimiento de proyectos empresariales apoyados por Sodena relacionados con el medioambiente o las energías renovables, la industria que más le atrae. En esta, ha podido sumar a prometedoras iniciativas como Nordex Electrolyzers, gestada en 2023 de la mano de la propia Sodena y Nordex Group y que busca impulsar el hidrógeno verde en la Comunidad foral a través del desarrollo de electrolizadores.
Por otro lado, también destaca su participación en BeePlanet y Beecycle. “Con la primera, lo que se consigue es reutilizar (las baterías eléctricas). Con Beecycle, se usa la otra ‘r’: la de reciclarlas”, apostilla. Y resalta con especial cariño su labor en la firma Nabrawind, que desarrolla soluciones innovadoras para la eólica: “Su fundador y general manager, Eneko Sanz, y yo estudiamos juntos en la universidad. Y, tras muchos años, hemos vuelto a coincidir, él con su empresa y yo en Sodena, que forma parte del accionariado”.
Esa “mentalidad colectiva” también la lleva al ámbito personal. Tanto es así que, durante cuatro años, ha formado parte de la Junta Rectora en San Fermín Ikastola, donde estudian sus dos hijas: “Siempre hay que pensar en la comunidad. Creo que si una persona no lo hace, su círculo vital no estará completo”.