En el corazón del Valle de Sarabe, el eco de antiguas leyendas resuena entre los robles centenarios que custodian la senda hacia el «Ojo de la Bruja». En lo alto del monte Laiene (Urdiain) se abre este agujero, o Jentilen leioa, que representa un pasaje, de casi cinco metros de largo, entre dos mundos: el de los gentiles, unos gigantes de fuerza descomunal de la mitología vasca que habitaron las montañas y a los que se les atribuye la construcción del hueco, así como de algunos megalitos o ermitas que salpican la tierra, y el de las personas que hoy se acercan para presenciar la magia de la naturaleza.
Estos seres mitológicos se vinculan con los hombres del paleolítico, los pastores trashumantes que recorrían los montes o los últimos portadores de la cultura pre-cristiana, practicada en las montañas. Durante siglos, se han considerado descendientes del Basajaun, señor del bosque que ayuda a los pastores, y antecedentes de los Mairuak, gigantes a los que se atribuye la construcción de ciertos dólmenes y crómlechs como los de Ibañeta de Zugarramurdi. Además, se les relaciona con Tártalo, el cíclope maligno.
Cuentan los ancianos que los romeros de la zona que se dirigían a la ermita de San Pedro, lugar donde fue proclamado García Ximénez como primer rey de Navarra en el año 717, atravesaban ríos y montes, avistando a lo lejos dólmenes como el situado en el término de Txikilantegi. Dejaban a su paso lugares conocidos como punto de encuentro entre brujas y visitaban en su ruta la ermita de Aitziber, donde los recuerdos del pasado se entrelazan con las ceremonias del presente. Más abajo, se encontraba su destino, la ermita de San Pedro, la muga entre Alsasua y Urdiain, desde la que algunos caminantes pudieron observar un rayo de luz iluminando la cueva mientras una gentil de largos cabellos se peinaba ajena al paso del tiempo sentada en su roca.
A mediados del siglo XIX, la construcción del ferrocarril desterró a esta vieja calzada, comúnmente frecuentado por los comerciantes navarros que se dirigían o volvían del muelle de Pasajes. Actualmente, es una ruta elegida por los más montañeros y aquellos interesados que acuden a las cercanas piscinas de Urdiain.
Así, este túnel natural, el «Ojo de la Bruja», se revela como un recordatorio de que las historias nunca desaparecen, simplemente, se transforman. Y todavía hay quienes se sitúan en la ladera del monte esperando a la hermosa gentil asomada a su ventana.