Una ingesta elevada de proteínas, el consumo de bebidas azucaradas y dormir poco durante los primeros dos años de vida de una persona están asociados con un mayor riesgo de obesidad más adelante, durante la infancia. Así lo constata, en un artículo publicado en la revista científica ‘Nature Reviews Endocrinology’, un grupo de investigadores de cinco países europeos, liderados por Idoia Labayen Goñi, directora del grupo de investigación ELIKOS (ELikadura, arIKeta fisikoa eta Osasuna: Nutrición, Actividad Física y Salud) del Instituto de Innovación y Sostenibilidad en la Cadena Agroalimentaria (IS-FOOD) de la Universidad Pública de Navarra (UPNA).
“Un ambiente obesogénico en edades tempranas de la vida, incluyendo el período de crecimiento y desarrollo intrauterino, contribuye de forma muy importante al riesgo de obesidad. Los estilos de vida de la madre durante la gestación, así como la nutrición temprana del feto y del niño pequeño, se consideran factores muy relevantes de la prevención de la obesidad infantil”, explica la profesora del Departamento de Ciencias de la Salud de la UPNA, sobre un artículo que propone estrategias de prevención de la obesidad infantil desde la concepción hasta los dos años de vida.
A juicio de Idoia Labayen, “la obesidad en edad pediátrica presenta una elevada prevalencia tanto en los países desarrollados como en vías de desarrollo y se asocia con múltiples riesgos para la salud”. “La genética contribuye de forma muy importante al desarrollo de obesidad. Sin embargo, los factores ambientales pueden modificar la relación entre el riesgo genético y el exceso de adiposidad”, agrega.
ESTILO DE VIDA DE LOS PADRES
Por eso, en este trabajo, los investigadores analizan la evidencia científica y proponen estrategias preventivas concretas que abarcan distintos aspectos del estilo de vida de los padres y del entorno en el que crece el niño pequeño “para que puedan ser utilizadas por los organismos de salud pública y los profesionales de la salud”.
Así, los expertos realizan recomendaciones que tienen que ver con el estado nutricional del padre y de la madre en el momento de la concepción, la ganancia de peso durante el embarazo, la diabetes, la malnutrición y el tabaquismo durante la gestación, la dieta y la actividad física de la madre durante el embarazo, el tipo de parto, el peso al nacer, la lactancia y la composición de las fórmulas lácteas, el crecimiento posnatal, la alimentación complementaria o la duración del sueño. También reconocen que, “a pesar del efecto no concluyente de la lactancia materna en la reducción del riesgo de obesidad en los menores, esta práctica debe promoverse debido a sus muchos efectos beneficiosos”.
Las dos autoras principales de este artículo son Elvira Larqué Daza, catedrática de la Universidad de Murcia, y la ya citada Idoia Labayen, y en él participan los profesores Carl-Erik Flodmark (Universidad de Lund, Suecia), Inge Lissau (Hospital Universitario de Copenhague, Dinamarca), Sarah Czernin y Kurt Widhalm (Instituto Austriaco de Nutrición Clínica, Austria), Luis A. Moreno Aznar (Universidad de Zaragoza) y Angelo Pietrobelli (Universidad de Verona, Italia).
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