La superficie cultivada de colza en Navarra ha experimentado una bajada del 17 % en la campaña de 2024 con respecto a la anterior y próxima al 30 % con respecto a la de hace dos años, según datos de la sección de Estadística e Información Rural y Ambiental recogidos por INTIA. Frente a las más de 9.000 hectáreas contabilizadas en 2022 (récord en los últimos cinco ejercicios) y las 7.856 de 2023, este año la cifra ha sido de 6.494. Un descenso que se ha producido, según la sociedad pública, “a pesar de ser considerada como una opción interesante a la hora de conseguir una mejor rotación para futuras siembras de cereal y de tener un papel cada vez más importante en el mercado”.
En la Comunidad foral, la colza “sigue siendo una alternativa importante en la rotación de cultivos de los secanos extensivos cerealistas”. Esta disminución de su superficie se debe, en parte, “al aumento de la superficie dedicada al cultivo de leguminosas por los requerimientos de la PAC”. Además, se trata de un cultivo que, “a pesar de que es necesario vigilarlo más que otros extensivos y de que se realizan varias intervenciones a lo largo de su ciclo, el margen económico que se obtiene actualmente junto con los beneficios agronómicos y medioambientales le hacen seguir siendo una opción de interés”.
En el caso de Navarra, actualmente ocupa parcelas tanto de los secanos de Baja Montaña como de la Zona Media, así como en los regadíos extensivos de esta: “Estamos hablando de un cultivo técnico, en el que es clave afinar las intervenciones que se realizan. Quienes lo cultivan ya conocen su manejo, su rotación y sus requerimientos”.
Sumado a este conocimiento agronómico, su viabilidad en condiciones de secano “se debe igualmente al buen potencial productivo que ofrece el material vegetal actualmente disponible, sin dejar de lado la optimización de los insumos en un uso de manera racional”.
COMPETENCIA CON OTROS CULTIVOS
Según Lucía Sánchez, técnica de Experimentación en INTIA, “es una opción con márgenes interesantes en Navarra”. “En parcelas de regadío, compite además con otro cultivo tradicional de este sistema como el maíz y otros demandados por la industria agroalimentaria como los guisantes verdes, las alubias o el tomate, entre otros”.
“Al ser una crucífera, rompe el ciclo de plagas y enfermedades que pueden afectar a los cereales y las leguminosas, teniendo un mejor control de estas. Además, al poder utilizar materias activas herbicidas diferentes en el manejo de las adventicias, permite un mejor manejo de las mismas. El sistema radicular pivotante del cultivo le permite una mayor exploración del suelo, dejando una mejor estructura para el cultivo siguiente en la rotación”, añadió Sánchez.