Cofundador del observatorio Future for Work Institute, Santiago García visitó Pamplona recientemente, invitado por la Universidad de Navarra, e impartió una conferencia en la Cámara Navarra de Comercio e Industria sobre ‘Diálogo sobre la inteligencia artificial y el futuro del empleo’.
Durante quince años, García desempeñó diferentes roles en áreas de recursos humanos de distintas empresas, sectores y ámbitos geográficos, a lo que se añaden diez más de experiencia en consultoría. Es autor del libro ‘El arte de dirigir personas hoy’ (2016), coautor de ‘El ocaso del empleo’ (2013) y copresenta el podcast ‘El futuro del trabajo’. Licenciado en Derecho por la Universidad de Navarra, es MBA por IESE y ha realizado cursos de doctorado en la Universidad Politécnica de Catalunya (UPC).
Las nuevas tecnologías forman ya parte de nuestras vidas. Pero, ¿qué impacto pueden provocar en el mundo laboral?
La tecnología está modificando la manera de trabajar. La primera idea que nos viene a la cabeza cuando hablamos de nuevas tecnologías es la automatización, la sustitución del trabajo humano por el automatizado, bien sean máquinas o softwares. Pero también van a desaparecer otros tipos de trabajos porque la tecnología va a cambiar radicalmente modelos de negocio y va a hacer innecesarios trabajos que sí lo eran hasta ahora.
¿Por ejemplo?
Se está hablando mucho de los vehículos autónomos. Cuando lleguen, habrá trabajos como el de conductor o las autoescuelas, que ya no serán necesarios. O quizá, la llegada de esa tecnología hará que los vehículos que actualmente tenemos en propiedad se conviertan en un servicio. De modo que el concepto de concesionario y del vendedor de coches podría ser innecesario.
“Las empresas van a tener que enfrentarse a debates éticos sobre qué hacer con los datos y se necesitará un perfil que sepa gestionar esto”.
Según algunos estudios, la gran mayoría de los trabajos que existirán en 2030 todavía no se han inventado…
Hacen falta ingenieros, desarrolladores de software, diseñadores, gente que ayude a entrenar esos algoritmos que cada vez van a dominar más nuestras vidas. Un ejemplo muy interesante es lo que están haciendo algunas empresas de inteligencia artificial con el entrenamiento de algoritmos… Siguiendo con el ejemplo del vehículo autónomo, esos algoritmos van a necesitar reconocer qué es un bache, una señal de tráfico, qué es una carretera en mal estado… Y para ello, deben ser alimentados con imágenes y referencias. En Kenia por ejemplo, hay miles de trabajadores que se dedican a introducir imágenes en ordenadores para que los algoritmos aprendan.
Pero además, las empresas van a tener que enfrentarse a debates éticos sobre qué hacer con los datos y se necesitará un perfil que sepa gestionar esto. O también se están demandando más profesionales híbridos, personas con perfiles que hasta ahora eran realizados por varias personas. Esto ya se está produciendo en profesionales de recursos humanos, a los que cada vez más se les demanda habilidades en Data Science.
Y hay otra categoría para aquellas profesiones que seguirán existiendo o que su demanda crecerá porque llegan a sitios donde no llega la tecnología. Por ejemplo, todo el fenómeno de los repartidores a domicilio es una derivada del comercio electrónico, aunque sea discutible la calidad del trabajo que generan.
Por tanto, afectará a toda la sociedad…
Sí. Cualquier persona va a tener que aprender a convivir con las nuevas tecnologías. Ahí está el reto. Porque en estos procesos habrá gente que se adapte más fácilmente y a otras les resultará más complicado. El desafío como sociedad es proporcionar mecanismos para facilitar ese proceso de adaptación con el fin de que se quede atrás el menor número posible de personas.
“Las empresas necesitan entender que están cambiando las claves de la competitividad”.
Según un informe del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas, las matriculaciones en carreras científicas (STEM) han caído un 30 % desde 2000. Los estudiantes que cursan estas titulaciones en España suponen el 24 % del total de universitarios, cinco puntos por debajo de la media de la UE… ¿Cómo se explica esto?
Esto sorprende viendo hacia dónde va la sociedad. Por un lado, los estudiantes las consideran carreras difíciles. Debemos reflexionar las creencias que reciben en su etapa escolar y la manera en que les enseñan las matemáticas o las ciencias. El caso de las mujeres es especialmente significativo porque apenas muestran interés en estas carreras. Está estudiado que, en los libros de texto, aparecen fotos de hombres cuando se señalan referencias de personas influyentes en ciencias. Estas carreras se siguen relacionando como algo para los hombres… En el ámbito familiar, todavía se tiende a que sean los chicos quienes estudien este tipo de carreras y no las chicas.
¿Cómo deben prepararse las empresas para estos desafíos?
Los cambios tecnológicos exigen a las empresas que ganen en agilidad, en adaptabilidad. Las empresas necesitan entender que están cambiando las claves de la competitividad. Hasta ahora, gran parte de la competitividad de las empresas dependía de que pudieran producir bienes y servicios difíciles de reproducir por sus competidores. Como todo esto avanza tan rápido, una empresa puede haber invertido mucho dinero en una tecnología que de repente se queda obsoleta y le deja fuera de juego. Por tanto, es mejor enfocarse en tener un modelo organizativo que pueda avanzar rápidamente ante esos cambios del entorno.
¿A qué retos se enfrentan?
Cuando las empresas se dan cuenta de esto, son conscientes de que deben tocar distintas dimensiones de la organización: diferentes maneras de trabajar, métodos, estructuras organizativas cada vez menos jerárquicas y más enfocadas a proyectos en red… Y se dan cuenta de que las personas trabajan de otra manera. Cuando ciertos trabajos se han automatizado, las personas que se quedan en las empresas son aquellas que realizan los trabajos más complejos. Y por ello, suelen ser personas más cualificadas y hay que gestionarlas de una manera diferente.
Según el análisis ‘Radiografía de la industria 4.0 en Navarra’, realizado por el Departamento de Desarrollo Económico del Gobierno foral, solo el 35,85 % de las empresas dispone de una estrategia 4.0. ¿No están concienciadas todavía de esta necesidad?
En general, hay mucho desconocimiento. Se habla mucho de este tipo de cosas, pero no se concreta sobre el papel. Hace falta un conocimiento aterrizado.
¿Cuáles son las claves para que las empresas sobrevivan en este nuevo contexto?
Deben estar muy atentas a lo que sucede y a los cambios que se están realizando, rastreando todo aquello que puede afectar a sus negocios. Deberán comprender también que las personas son fundamentales y gestionarlas de otra manera, ya que estas empiezan a entender el trabajo de otra manera, así como aprovechar el potencial que las nuevas tecnologías ofrecen. Por ejemplo, nos aportan más datos y estos nos ayudarán a tomar mucho mejor las decisiones que anteriormente, en muchos casos, casi se basaban en opiniones.
Esta realidad traslada a las empresas a un escenario organizativo particular, donde deben desarrollar la ambidestreza. Se trata básicamente de diseñar el futuro y adaptarse sin descuidar el negocio actual. No es algo fácil, por eso hay compañías que han decidido separar ambos mundos. Se corresponde con la idea de que las empresas tienen que ser capaces de escribir con una mano su futuro y de gestionar con la otra el negocio que hoy por hoy les da de comer .
“La ambidestreza se trata básicamente de diseñar el futuro y adaptarse sin descuidar el negocio actual”.
Pablo Montoliu, CIO de AON España, habló en 2017, con motivo de un congreso organizado por la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD), sobre la necesidad de integrar el departamento tecnológico en el negocio. ¿Opina igual?
Sí. Es muy importante que las funciones de soporte estén integradas con el negocio. Lo que no puede permitirse la empresa es que vayan por caminos separados. Son muy interesantes ciertos modelos organizativos implantados en ciertas empresas, que pasan por organizarse por unidades de valor de sus clientes, no por funciones, y se coordinan de forma horizontal.
Extremar la seguridad al compartir datos de las empresas, evitar ataques informáticos… ¿Qué amenazas presentan las nuevas tecnologías para las empresas?
Hay muchos riesgos. La ciberseguridad es un tema muy destacado en las agendas de los directivos de las empresas. Hay que concebir la seguridad no como un tema tecnológico, sino desde las personas. Los hackers, por ejemplo, saben que las personas somos más ignorantes que las máquinas y somos fáciles de engañar. Y ahí tenemos una brecha de seguridad. Las empresas deberán prestar mucha atención.