La cuarta etapa del Camino de Santiago francés conecta Pamplona y Puente la Reina. Y, entre ambas localidades, hay infinidad de lugares de interés como el puente de Acella, la balsa de Guenduláin, la iglesia de San Andrés en Zariquiegui o el alto del Perdón, entre muchos otros. Pero uno de los más importantes obliga al peregrino a desviarse del trazado, por lo que no son tantos los que la visitan durante su recorrido hasta Santiago de Compostela. Se trata de la ermita románica de Santa María de Eunate, situada entre Obanos y Enériz.
De planta octogonal y rodeada por 33 arcos, data de la segunda mitad del siglo XII. Y hay quienes la relacionan con fuerzas telúricas debido a que, presumiblemente, se sitúa en el centro de la Comunidad foral. El templo, además, es la razón por la que Salva Carles y José Ramón Cabrera, de 61 y 62 años respectivamente, han abierto el primer albergue para peregrinos de Enériz. «Es uno de los monumentos que todos deberíamos tener en la cabeza al pensar en el Camino de Santiago», remarca el primero, natural de Lleida. Aunque su socio nació en Fraga (Huesca), llevaba ya más de veinte años viviendo en la ciudad ilerdense antes de mudarse a Navarra.
Amigos desde hace una docena de años, hace tres que Salva barruntaba la idea de abrir un hostal de este tipo en algún punto de la ruta jacobea. Solo debía cumplir dos requisitos: que la zona no estuviera «masificada» y que contara con un enclave singular y emblemático del Camino de Santiago cerca. De ahí que se decantaran por Enériz: «Soy un enamorado del románico, por lo que la ermita de Santa María de Eunate era la referencia perfecta».
Salva trabajaba en una biblioteca pública de Lleida; José Ramón, en una empresa relacionada con la carpintería donde acumulaba veinte años de experiencia. Pero, sin dudar un segundo, los dos dejaron sus empleos y se embarcaron en este proyecto para dar una nueva vida al antiguo Mesón El Camino de la localidad navarra. De hecho, han optado por mantener el nombre original del establecimiento, que tiene capacidad para ocho peregrinos.
«Repartiremos las tareas por igual. José Ramón se desenvuelve mejor entre fogones, así que él será el encargado de la cocina, y yo atenderé la barra», señala Salva, que lleva ocho años recorriendo distintas partes de la ruta jacobea aunque solo ha llegado una vez a Santiago de Compostela, saliendo desde Ponferrada. ¿El motivo? Que Galicia, «a pesar de sus espectaculares paisajes», es la zona donde menos disfruta «por lo saturada que está». Por el contrario, se recrea mucho más en las llanuras de Castilla y León o en las pendientes del Pirineo navarro.
De hecho, le cuesta quedarse con una etapa concreta del Camino: «Hay que tener en cuenta muchos factores: cómo te encuentras, cuándo la haces y con quién. Pero si tuviera que elegir un tramo sería en algún punto entre Carrión de los Condes y Astorga«. Allí caminó junto a su hermano, José María, en unas Navidades. «En esas fechas, la gente está en casa con su familia, no dando vueltas por el mundo», añade entre risas.
Disfrutar de los paisajes del Camino en distintas épocas del año es uno de los elementos que más les atrae. «Hemos repetido un montón de etapas en épocas diferentes para recrearnos en los cambios estacionales«, confiesa Salva, amante de la primavera y el otoño. Aún sonríe al rememorar la primera vez que recorrió una parte de la ruta con José Ramón «por lo accidentada que fue».
Sucedió hace unos años, cuando a este último le picó el gusanillo de caminar junto a alguien con más experiencia. Eligieron varias etapas por Burgos, en las que las lluvias fueron especialmente intensas: «Incluso nevó cerca de los Montes de Oca. Entonces me dije que si el pobre había sido capaz de sobreponerse a eso, se enamoraría del Camino de Santiago para siempre», remata Salva.