jueves, 12 diciembre 2024

Los efectos económicos y sociales del envejecimiento

El sostenido envejecimiento de la población de los países desarrollados tiene importantes consecuencias sociales, culturales, políticas y económicas. Y los expertos no creen que tengan que ser catastróficas


Pamplona - 20 septiembre, 2017 - 05:59

El envejecimiento de la población continuará en los próximos años.

La población navarra ha ido creciendo paulatinamente durante los últimos 40 años hasta alcanzar, en enero de 2016, las 640.647 personas, aunque el incremento se ha moderado a partir de 2010. En estas cuatro décadas ha cambiado la estructura de la población por sexo y edad, con un acusado descenso de los nacimientos y un aumento paralelo de los mayores de 64 años, de forma que la edad media de la población de Navarra en 2016 es de 43 años cuando en 1986 era 7 años menos.

Los datos son elocuentes. Los nacimientos registraron en 2015 la cifra más baja de los últimos 14 años (6.007) en la Comunidad foral, con un número medio de hijos por mujer de 1,45, mientras la población mayor de 64 años ha pasado del 11% que representaba en 1975 al 19% actual. Por el contrario, los menores de 15 años bajan del 26 al 16%, y quienes tienen 80 y más años, que eran el 16% del total de los mayores de 64 en 1975, subieron al 29% en 2005 y ahora son ya el 34%. Por sexo, son más las mujeres entre los mayores de 64 años y también entre las personas con más de 80 años.

La edad media de los navarros es de 43 años, cuando en 1986 era de 36.

Al poner en relación la población de más de 64 años con la de menos de 15 se observa que en la actualidad hay 122 mayores de 64 años por cada 100 menos de 15, y el índice de juventud del años 2006 indica que hay 82 menores de 15 años por cada 100 mayores de 64 años. En cuanto a la tendencia, el porcentaje de población de 65 años y más, que actualmente se sitúa en el 19%, alcanzaría el 27% en 2031, al tiempo que los menores de 15 años disminuirían al 13%.

El envejecimiento de la población, que no es un fenómeno exclusivo de Navarra, ni siquiera de España, sino que afecta a todos los países desarrollados, es una consecuencia del descenso sostenido de la natalidad y de una reducción drástica de las tasas de mortalidad que ha conducido a un importante aumento de la esperanza de vida. Navarra, con 84 años, tiene una de las mayores esperanzas de vida al nacer de Europa y del mundo. Entre 2005 y 2015 se ha incrementado en torno a dos años y el Instituto Nacional de Estadística (INE) prevé que continúe incrementándose dos años más cada década.

LOS EXPERTOS NO SON PESIMISTAS

Esta realidad conlleva importantes cambios sociales y culturales, y tiene unas consecuencias políticas y económicas de enorme trascendencia que fueron analizadas en una jornada titulada ‘Demografía, economía y sociedad’, organizada por el Gobierno de Navarra con la colaboración de la Universidad Pública de Navarra y  del Colegio de Sociología y Politología, que contó con las intervenciones de Julio Pérez Díaz (Demógrafo, Científico titular del CSIC; Investigador en el Instituto de Economía, Geografía y Demografía; especialista en envejecimiento demográfico, política demográfica y metodología de análisis) y de José Antonio Herce San Miguel (Licenciado y Doctor en Economía por la Universidad Complutense de Madrid y director asociado de Afi, Consultoría y formación independiente en economía, finanzas y tecnología).

Para empezar, nos topamos con la paradoja de que el envejecimiento poblacional está cuestionando la sostenibilidad del sistema de bienestar concebido en los años setenta con un menor volumen de población de edad avanzada, que es el que ha permitido precisamente el incremento de la esperanza de vida. La consecuencia es un aumento drástico de la presión sobre los sistemas de pensiones, sanidad y servicios sociales.

Todos esos cambios suelen verse con temor y sirven de base para prever graves problemas para las pensiones, la atención sanitaria, la prestación de cuidados por parte de los familiares o la competitividad del mercado laboral. Las proyecciones dicen que en apenas dos décadas España alcanzará su porcentaje récord de personas mayores al coincidir la jubilación de las generaciones centrales del baby boom. Pero Julio Pérez Díaz advirtió de que el problema de esas proyecciones es que predicen los cambios de una variable en igualdad del resto de las condiciones, cuando el cambio de la pirámide poblacional sería imposible sin la modificación de otras muchas condiciones. En este sentido puso como ejemplo que los adultos trabajadores “no producen la misma riqueza que hace medio siglo” y recordó que un tercio estaba ocupado en el sector agrario, muy poco productivo y sin apenas afiliación a la Seguridad Social”.

Julio Pérez Díaz: “El sistema de pensiones se halla más consolidado que nunca”.

Asimismo, rebatió la creencia general de que el sistema de pensiones se encuentra en peligro: “Al calcular la sostenibilidad de la Seguridad Social se mira la relación entre la población en edad productiva y no productiva, cuando lo determinante es la productividad de los trabajadores porque ingresará más dinero si éstos tienen mejores empleos por hallarse en un sector más productivo. Por eso, pese a que la relación entre pensionistas y trabajadores es la peor de nuestra historia, el sistema de pensiones se halla más consolidado que nunca”.

José Antonio Herce, por su parte, sostuvo que la influencia del envejecimiento en el mercado laboral es “irrelevante”, porque su movimiento demográfico “viene ceñido por la entrada de efectivos a una edad mínima (la edad legal para trabajar) y su salida a una edad que se sitúa por lo general claramente por debajo de la edad legal de jubilación, y el descenso de la mortalidad y el aumento de la esperanza de vida carecen de impacto en todo el tramo de edades laborales desde hace décadas”.

Una mujer en la residencia El Vergel.

Tampoco se sumó Herce a la percepción generalizada de que el envejecimiento implica inevitablemente un mayor gasto sanitario, porque el periodo de senectud es cada vez más reducido y a edades cada vez más altas, de forma que los mayores gozan hoy de una salud mejor que la de los pensionistas de hace unos años. Además, dijo que los individuos pueden hacer mucho por sí mismos para favorecer este proceso, por ejemplo observando patrones saludables de vida.

En cuanto a las pensiones, el ponente señaló que “es impensable que si la edad equivalente a los 65 años de 1900 se encuentra hoy entre los 80 y los 90 años, la edad de jubilación deba sufrir un ajuste de esta ni parecida entidad”. Pidió ideas “más inteligentes” para asegurar la sostenibilidad y la suficiencia de las pensiones futuras, sean estas públicas o privadas, de reparto o de capitalización: “España se encuentra entre los países avanzados que han reformado con más intensidad, si bien solo muy recientemente, su sistema de pensiones públicas, con el objeto de hacerlo más sostenible. El reto ahora es el de la suficiencia de las pensiones en un marco de creciente longevidad”.


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