Tradicionalmente, la adjudicación de los espacios para la instalación de las barracas y atracciones durante las fiestas patronales se hacía mediante una subasta. Quien pujaba más alto se quedaba con la parcela, directamente. Era un sistema que beneficiaba al propietario del suelo, generalmente el ayuntamiento, y que en la práctica dejaba fuera de juego a los feriantes con menos recursos económicos. Imperaba la ley del más fuerte, el sálvese quien pueda. Y cada uno hacía la guerra por su cuenta. “Aún hay familias que no se hablan desde entonces”, afirma a este medio José Javier Goldáraz, secretario general de la Asociación de Industriales Feriantes de Navarra (AIFNA).
Tras la subasta de las barracas de 1983, organizada por la Casa de Misericordia de Pamplona, cinco feriantes decidieron apostar por el asociacionismo para velar por sus intereses profesionales y mejorar el ejercicio de la profesión, comenzando por la eliminación de las subastas y su sustitución por un sistema más equitativo de adjudicaciones. Era una iniciativa similar a la que empezaba a gestarse en otras comunidades y que se hizo realidad en marzo de 1984 con la creación de la AIFNA, que de hecho fue una de las primeras asociaciones de feriantes del país. Hoy, 40 años después, cuenta con unos 125 asociados.
“Trabajamos de junio a septiembre. A eso se puede añadir alguna fiesta pequeña, algo en Navidad… ¿El resto del año? O vives de las rentas o, como hace la mayoría, te buscas otra ocupación, normalmente en faenas agrícolas”
La incertidumbre que caracterizaba al sistema de adjudicación de los espacios en los recintos feriales impedía hacer una previsión tanto de las jornadas a trabajar como de los ingresos, lo que repercutía en las inversiones y el mantenimiento de las atracciones, sostiene Goldáraz.
En su primer año de funcionamiento, AIFNA ya gestionó dos ferias, las de Barañáin y Elizondo, gracias a los acuerdos firmados con ambos ayuntamientos. Hoy organiza unos 210 recintos de alrededor de 80 municipios navarros, prácticamente la totalidad de los importantes con la excepción de Pamplona, reasumido por la Meca en 2008 tras el descontento con el traslado de las barracas al parque del Runa, en la Rotxapea, desde Yanguas y Miranda. La gestión de los 30.000 metros cuadrados del recinto ferial es una concesión del Ayuntamiento de Pamplona a la Meca, que desde hace más de 140 años gestiona las barracas de Pamplona. Mantiene el sistema de concurso, pero modificado porque tiene en cuenta cuatro parámetros: que haya equilibrio entre los diferentes tipos de atracciones, que no se repitan, si los feriantes acuden asiduamente a las fiestas de Pamplona y la oferta económica. La adjudicación es para cuatro años, al cabo de los cuales se procede a una nueva subasta. La Meca corre con los gastos de luz, agua, mantenimiento y seguridad, así como con los de limpieza. Además, cuando en 2008 se trasladó el recinto ferial, la Casa de Misericordia invirtió cerca de 900.000 euros en adecuar la zona a cambio de una cesión de dos décadas para gestionar ese espacio.
El sistema de reparto que la asociación aplica en las adjudicaciones garantiza el trabajo, de forma que los profesionales del sector pueden hacer sus previsiones económicas, siempre condicionadas por la circunstancia de tratarse de una actividad estacional: “Son cuatro meses de trabajo, de junio a septiembre. A eso se puede añadir alguna fiesta pequeña, algo en Navidad… ¿El resto del año? Con el paro apenas puedes contar porque son pequeños negocios familiares de autónomos, así que o vives de las rentas o, como hace la mayoría, te buscas otra ocupación, normalmente en faenas agrícolas”, comenta Goldáraz.
Desde que se puso en marcha AIFNA, la profesión ha cambiado radicalmente. “Antes casi no había regulación, era la selva. No te voy a decir que las barracas estaban hechas prácticamente a mano por los propios feriantes, pero casi”, relata. Actualmente es obligatorio que el feriante cuente con la correspondiente licencia fiscal, además de estar al corriente con las obligaciones y pagos a la Seguridad Social y disponer de un seguro de responsabilidad civil con coberturas basadas en sentencias judiciales: “Buscamos transmitir seriedad y profesionalidad a los ayuntamientos con los que tenemos acuerdos para la gestión de sus recintos feriales”.
“Buscamos transmitir seriedad y profesionalidad a los ayuntamientos para los que gestionamos sus recintos feriales”
En cada recinto ferial que gestiona, la asociación se encarga de que las atracciones cuenten con su correspondiente plan de prevención y seguridad y exige sus manuales de funcionamiento, así como los certificados de revisión anual y otros requisitos “que nos sitúan incluso un poco por encima de lo que pide la ley”, incide su secretario general. Tras ser instalada la atracción, AIFNA envía un ingeniero técnico, que la revisa y concede el certificado de funcionamiento, un proceso que se repite cada vez que se monta de nuevo, aunque cuente con un certificado emitido la semana anterior en otra feria. “Así, en 40 años no hemos tenido ningún accidente grave. Y eso que son instalaciones de movimiento mecánico, con energía eléctrica y por las que pasan cientos de personas cada día. Garantizamos que son seguras”, remarca.
AIFNA cuenta con 125 asociados, una cifra que puede parecer elevada para una actividad minoritaria. No obstante, Goldáraz enfatiza que “Navarra no es tierra de feriantes”: “Lo que ocurre es que pueden asociarse feriantes de cualquier parte. Nosotros tenemos hasta de Sevilla porque así pueden trabajar en las ferias que gestionamos”. En la Comunidad foral, el sector está formado por unas 40 familias, alrededor de 130 personas.
En general, su economía es muy frágil, por eso la pandemia tuvo unos efectos catastróficos entre los protagonistas de las ferias. “En 2020 no hicimos absolutamente nada, nos dirigimos a las instituciones, que aprobaron mociones de apoyo, pero al contrario de lo ocurrido en otras comunidades no nos concedieron ayudas específicas. Varios feriantes no pudieron resistir y tuvieron que buscarse la vida en otras ocupaciones. Desde la asociación tuvimos que mandar cestas de comida en Navidad, pero con lo elemental”, rememora.
Para salvar parte del año 2021, AIFNA propuso a los ayuntamientos la instalación, a pesar de que no iban a celebrarse las fiestas, de lo que denominaron parques de atracciones, recintos en los que se observaba de forma muy estricta toda la ordenanza sanitaria en relación con la pandemia. “Al final hubo medio centenar de parques, la respuesta de los consistorios fue fenomenal y les estamos muy agradecidos”, recuerda Goldáraz.
ATRACCIONES PARA TODAS LAS EDADES
“Unas fiestas sin feria no serían unas fiestas completas, es otra actividad del programa”, asegura el representante de AIFNA, quien sin embargo admite que las preferencias de los jóvenes a la hora de buscar la diversión han cambiado. “Hoy no se ve en las barracas a gente de más de 18 años, están en sus garitos. Solo van pequeños con sus padres o abuelos y adolescentes”.
Para recuperar el público perdido, la asociación intenta contar con atracciones para todas las edades, de ahí que en los últimos años se instalen, junto a las de toda la vida, otras más espectaculares que ofrecen emociones fuertes, desde caídas libres a giros de vértigo. Pero no siempre lo consiguen: “Hay que tener en cuenta que montar y desmontar estos aparatos es muy costoso y lleva mucho tiempo, a veces no les compensa para funcionar solo diez días. En 2013 vino la noria desmontable más grande de Europa, que se instaló en Antoniutti, la transportaban en un montón de camiones… No volvió”.
“En 2013 vino la noria desmontable más grande de Europa. La transportaban en un montón de camiones… No volvió”
La situación económica general tampoco ayuda. “El feriante se queja de que el precio que exige la Meca para instalarse en la feria de San Fermín es muy caro, lo tiene que repercutir en lo que cobra a un público que no está para muchos gastos y también se queja. Al final, son los feriantes los que sufren las crisis”, insiste.
En este sentido, Goldáraz reivindica que la Casa de Misericordia y el Ayuntamiento de Pamplona deberían tener en cuenta que un recinto ferial con 80 atracciones es atendido por 500 personas “que durante diez días viven, comen y duermen aquí, con sus correspondientes gastos”: “Son ingresos para la ciudad”.
Al preguntarle sobre las diferencias de una feria como la de Pamplona con las de otras ciudades, el secretario general de AIFNA expone su teoría de que “de Despeñaperros para abajo la feria es la fiesta, y para arriba es parte de la fiesta”. “En Andalucía van a la feria, que está en el extrarradio de las ciudades, y la gente pasa el día allá. En el norte no. Si la feria no está en el centro de la fiesta, se queda sin público”, afirma.
Por eso, los feriantes se plantaron cuando el Ayuntamiento de Pamplona decidió trasladar las barracas al parque del Runa, alejándolas del ambiente festivo. “Hoy vas a Iturrama en San Fermín y está muerto, parece un día cualquiera del resto del año”, ejemplifica. Pero Goldáraz añade que si bien cuando fueron a la Rotxapea el barrio comenzaba a desarrollarse, con el paso del tiempo ha ido creciendo y ahora se beneficia de la presencia de las barracas: “Los bares y restaurantes de la zona están encantados. Si se plantease otro traslado, se opondrían”.
Tras el calentamiento de las fiestas de los barrios y las de primavera en los pueblos, llega la temporada alta para los feriantes. La experiencia acumulada a lo largo de los años ayuda a que la asociación tenga hechos los deberes, aunque siempre hay papeleo de última hora y cuestiones por resolver, como contar con espacios próximos a los recintos feriales para aparcar sus remolques-vivienda, donde cuenten con servicios básicos.
“En Pamplona ya no podemos estar en el aparcamiento de Trinitarios, estamos buscando otro lugar para las caravanas en colaboración con el Ayuntamiento, que ha mostrado una buena predisposición para alcanzar un acuerdo”, explica el secretario general de AIFNA, quien precisa que la organización “no solamente tiene como objetivo la rentabilización del interés profesional y comercial de los industriales”. “Como no tiene ánimo de lucro, los pequeños beneficios que obtiene se revierten en actividades para los propios usuarios de nuestras atracciones como colonias y campamentos de verano, actos navideños, subvenciones al deporte o colaboraciones con las asociaciones vecinales”, concluye.