Hoy en día, difícilmente se entiende el agro desvinculado del mundo cooperativo. Poco o nada puede hacer un agricultor o un ganadero en solitario. Las cooperativas son básicas en la defensa de los intereses del sector. Sin embargo, la fuerza con la que nacieron hace un par de generaciones, se está diluyendo poco a poco, porque sus impulsores han dejado ya el agro. “El sector agrario es uno de los más envejecidos y no hay garantía de relevo generacional. Por eso, queremos trabajar con los nuevos agricultores y ganadores, a los que nosotros llamamos agroalimentadores, aportarles conocimientos agrarios pero también formarles en el cooperativismo”, confesaba Patxi Vera, gerente de la Unión de Cooperativas Agrarias de Navarra (UCAN).
Precisamente con ese objetivo UCAN ha reeditado su Campus Jóvenes Cooperativistas, que lanzó el año pasado, en colaboración con Caja Rural y Grupo AN en las instalaciones de Casa Gurbindo, en el parque pamplonés de Aranzadi. Una cita para jóvenes menos de 40 años, para inculcarles ese espíritu de cooperación y aprender de ellos cómo quieren que sea la cooperativa del futuro. “Queremos saber hacia dónde tenemos que remar y que ellos se comprometan más en ese futuro. Como dice nuestro presidente –resalta Patxi Vera- lo que queremos es transmitirles ilusión e implicarles también en los órganos de decisión de las cooperativas. Porque ellos son el futuro”.
El II Campus Jóvenes Cooperativistas de UCAN ha reunido a 38 jóvenes agricultores y ganaderos en las instalaciones de Casa Gurbindo.
Un total de 38 jóvenes, venidos de pueblos de toda Navarra, compartieron durante dos días sus experiencias, sus necesidades y sus aspiraciones. Y, trabajando en equipo, llegaron a la definición perfecta de cooperativa. A su juicio, ésta debe ser equitativa, transparente e innovadora. Esas tres características son fundamentales, pero no son las únicas. De hecho, en una dinámica con los profesores María Angélica Martínez e Iñaki Fernández, de la Universidad de Mondragon, salieron a la luz otras muchas: solidaria, solvente, sostenible, cercana, moderna, que se adapte a las necesidades de los socios, participativa, accesible, que dé seguridad y dinamismo al socio, que apueste por nuevos cultivos o productos y que ofrezca apoyo a los socios que se lancen a nuevos proyectos.
EXPERIENCIAS PERSONALES
Todas esas características surgen como fruto de la experiencia personal de cada uno de los participantes en este campus, chavales que han apostado por permanecer en el campo, en sus pueblos, en una época adversa para el sector primario y que conocen bien las necesidades y las particularidades del agro. Como Silvia Lázaro Alfaro, licenciada en Químicas de 35 años. Cuando tenía 28 años, se volcó de lleno en el proyecto familiar: una granja de caprino en Figarol. “Estoy orgullosa de lo que hago, pero es difícil. Mi sector es muy específico y apenas tengo con quién cooperar, por eso me resulta muy interesante estas iniciativas que te sirven para conocer a gente del sector y fomentar el espíritu de cooperación que creo que se está perdiendo. Mis padres, mis abuelos lo tenían muy arraigado, pero creo que ahora no lo está tanto. Y eso que yo no tengo quejas, que siempre me he sentido apoyada y respalda cuando lo he necesitado. Pero tengo claro que si la cooperativa de mi pueblo cierra, el pueblo desaparece, así que hay que luchar por mantenerla”.
Para Víctor Guillén Del Castillo, agricultor de Pueyo de 36 años, ese enfriamiento del espíritu cooperativista tiene una explicación lógica: “En Navarra, el cooperativismo está muy arraigado, pero el problema es que el 95% de los cooperativistas son personas mayores, que poco a poco se desvinculan del campo”. En este sentido, el gerente de UCAN reconoce que “hay menos jóvenes agricultores de los que se necesitan” para facilitar el relevo generacional. “Con la tecnología actual, bastaría con una nueva incorporación por cada cuatro jubilaciones, pero ni siquiera llegamos a eso. Hay zonas donde la cooperativa no tiene ni un solo socio de menos de 40 años”, se lamenta Vera.
La solución, confiesa Víctor Guillén, no es sencilla. “La Administración pone muchas trabas. Si quieren que nos quedemos en los pueblos, hay que dar facilidades”. Lleva 18 años como agricultor. “Estudié un grado medio, y trabajé en un taller. Pero vi que no era para mí. Yo siempre animo a la gente a trabajar en el campo, pero no es fácil que alguien que no tenga vinculaciones se pueda incorporar, porque supone una inmersión enorme de maquinaria y tierras. En mi caso, mi padre es agricultor y yo le he seguido”.
Seguir esa tradición familiar está detrás de los jóvenes que se embarcan en la dura labor del campo. Pero, en muchos casos, y ante la precaria situación de agro, muchos se ven abocados a compaginarlo con otro empleo, más estable en lo que a ingresos se refiere. Marina Barrachina tiene 21 años y lleva dos años trabajando codo con codo con su padre en la explotación porcina y los campos que tienen en Carcastillo. “A mí me gusta mucho, pero es muy duro. Tenemos 2.700 cerdos y no los puedes dejar desatendidos ni un solo día”. A la dedicación que requiere el ganado, se suma, además, un segundo empleo. “Cuando ya tomé la decisión de trabajar con mi padre, me surgió un empleo en una clínica dental. Así que compagino ambos… Es un trabajo estable, donde no hay subidas y bajadas, como con el precio del ganado…”, confiesa. Con el tiempo repartido entre ambos empleos, la cooperativa juega un papel fundamental para ella: “Te ayudan, se encargan de todo… la PAC, los productos, te asesoran…”.
También Rubén Marañón, de 37 años y vecino de El Busto, compagina la agricultura con un trabajo como encargado de almacén. Estudió Administrativo, pero tenía claro que los suyo era el campo. “Los jóvenes que nos metemos en esto estamos un poco chalados, pero yo soy feliz”, reconoce, no sin negar las dificultades que afronta el sector: “El futuro es complicado, los precios están igual que hace 40 años, los gastos han subido mucho y la PAC es una limosna. Nosotros no queremos limosna, queremos que nos paguen el producto como lo que vale”. Aún con todo, Marañón es un firme defensor del cooperativismo: “Yo lo he vivido de siempre y es algo que hay que mantener, aunque claro que habrá que plantearse fusiones y hacer cambios importantes para adaptarse a los nuevos tiempos”.
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