Un alambre de espino enredado alrededor del brazo, como si las púas se le clavaran en la piel. Ese fue el primer tatuaje que vio Luis Ordóñez, que por aquel entonces tenía siete años y vivía en Cuenca, al sur de Ecuador. Hoy tiene 38 y gestiona desde septiembre el estudio de tatuajes Marvel Tudela en la capital ribera.
Luis lleva diez años inmerso en el mundo de los tatuajes. “Tras estudiar y practicar mucho, he desarrollado mi propio estilo, mi propia técnica. Y cuando la gente viene a mi estudio, acude buscando algo que lleve mi sello. Ellos me cuentan qué idea tienen en mente, y luego yo trabajo con eso. Ahí empieza la magia”, añade acto seguido con emoción.
El local se sitúa en el número 1 de la plaza de los Fueros. Cuenta con 1.000 m2, tres plantas y nueve salas. Todas están adaptadas con la última tecnología para realizar tatuajes, piercings, masajes y cuidados faciales. Y aunque algunas estancias no se encuentran operativas todavía, confía en que lo estén a final de año. De igual manera que un tatuaje se diseña con mucho mimo, el local alcanzará su máximo rendimiento con el paso de las semanas.
“La gente viene buscando algo que lleve mi sello. Me cuentan qué idea tienen en mente y trabajo con eso. Ahí empieza la magia”
“Hace dos años gestioné otro estudio en el paseo Pamplona, aquí en Tudela. Y como funcionó muy bien, decidí dar un paso más y alquilé el local actual hace once meses”, indica a Navarra Capital para precisar acto seguido que no pudo abrir antes debido a la reforma de las instalaciones.
El precio de los tatuajes oscila entre los 45 euros los pequeños y los 650 por una sesión completa de ocho horas. Tarifas con las que espera ser competitivo para hacer frente a la inversión del proyecto, que cifra en unos 70.000 euros.
EL RETO DE DAR CON EL TATUAJE ÚNICO
Este emprendedor ecuatoriano ve el mundo del tatuaje como una opción laboral atractiva. “Aunque, en ocasiones, no se le reconoce como otra rama del arte”, lamenta. Su deber es plasmar la idea que le transmite el cliente. “Si esa persona cree en el lado oscuro de las cosas, tendré que pensar en elementos siniestros, como calaveras. En cambio, si es religiosa, buscaré algo más espiritual”, expone.
Luis dedica mucho tiempo a pensar en el diseño. A fin de cuentas, el objetivo de un tatuaje es que perdure en el tiempo: “Un mal tatuaje genera inconformidad para toda la vida, sobre todo si es grande. Pero asumo ese reto”.
La agenda de Luis está llena, por lo que en ocasiones no puede atender a los clientes al momento. “Todo depende del tatuaje: si es pequeño, no hay problema. Pero si es grande, tardamos unos quince días en quedar para diseñarlo”.
CREANDO ESCUELA
A su Cuenca natal se la conoce como la ‘Atenas de Ecuador’ por su gran diversidad cultural. Puede que por eso Luis defina los tatuajes con el sentido clásico de la palabra ‘arte’. De la misma manera que los grandes arquitectos y escultores de la Antigüedad crearon escuela, este artista ecuatoriano busca dejar huella.
“Quiero que los tatuadores que practiquen conmigo se conviertan en los mejores de España”
Luis viajará el año que viene a Nueva York, a la Empire State Tattoo Expo, una convención que reúne a tatuadores de todo el mundo. “Quiero que los que practiquen conmigo se conviertan en los mejores de España. Y la clave para ello es aprender arte, diseño y arquitectura, porque plasmar un diseño sobre la piel es difícil”, afirma.
Aunque aspira a trabajar también en el extranjero, quiere potenciar el crecimiento de su centro tudelano. Incluso no descarta abrir un local en Pamplona en el futuro porque “es un buen sitio para un estudio de tatuajes”. Eso sí, la capital navarra cuenta con más tatuadores que Tudela. Un reto que Luis abraza: “La competencia es imprescindible. Sin ella, nos moriremos”, garantiza convencido.