Lo más parecido al paraíso es vivir en una casa con una arquitectura propia del Mediterráneo. Paredes blancas, grandes cristaleras, luz en todos los rincones del hogar… Así uno consigue vivir en paz y armonía. Para conocer sus rasgos detalladamente, el Museo ICO organiza hasta el 12 de enero la exposición ‘Imaginando la Casa Mediterránea. Italia y España en los años 50’, en la que la arquitectura española se moderniza a través del concepto de este tipo de casas de la costa mediterránea.
Los años cincuenta fueron un momento histórico en el que se establecieron vínculos e intercambios entre Italia y España. Además de compartir el mismo mar, un clima parecido y un modo de vida semejante, el fuerte lazo que se ató entre ambos fue el vehículo principal de la renovación arquitectónica. Supuso la superación de los fracasos de antaño, gracias a la puesta en valor de lo autóctono, de los rasgos más característicos de latitudes más meridionales.
La exposición, comisariada por Antonio Pizza, catedrático de Historia del Arte y de la Arquitectura en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, presenta en Madrid obras de más de quince prestigiosos arquitectos italianos y españoles. Incluye fotografías vintage de grandes autores como Giorgio Casali, Francesc Catalá-Roca u Oriol Maspons, entre otros. Para conocer desde dentro lo que es una casa en el Mediterráneo, se proyectarán vídeos grabados en conocidas viviendas de la zona, como la Casa Ugalde y la Casa Roira de José Antonio Coderch. Además, se mostrará por primera vez el material del archivo Coderch tras la donación realizada por sus herederos al Museo Reino Sofía.
En un momento histórico de oscurantismo local, la presencia de algunas figuras internacionales como el italiano Gio Ponti (1891-1979), el italo-suizo Alberto Sartori (1901-1998) y el austríaco Bernard Rudofsky (1905-1988) fue decisiva para dar un giro a la arquitectura. Ellos no solo introdujeron un aire de modernización cultural, sino que se sirvieron del mediterraneismo como vehículo principal de renovación arquitectónica. Comenzaron a introducir los elementos propios de la casa mediterránea para dar un toque de luz.
Estos autores se convirtieron así en los principales transmisores de una peculiar idea de arquitectura moderna, muy bien acogida por la profesión española. Dentro de ella, adquiere gran relevancia la potencialidad ambiental de cada espacio y una recuperación de la tradición arquitectónica en la que el paisaje adquiere un gran protagonismo. El proceso de internacionalización de la arquitectura española se hizo, en concreto, a través de dos ejes principales: el interés por lo popular alejado de los cánones del pintoresquismo y una inédita aproximación a la genialidad de Gaudí, incomprendida durante largo tiempo, mediante un proceso de reconsideración que se llevará a cabo tanto desde Italia como desde España.
El Pabellón Español en la IX Triennale de Milano (1951) fue un revulsivo que representó un momento de síntesis de estos innovadores planteamientos de la época, lanzados como visiones de un país en fase de renovación hacia una plena aceptación por parte del mundo internacional. En él, una instalación arquitectónica a cargo de José Antonio Coderch, comisario de la exposición junto con Rafael Santos Torroella, contuvo un sorprendente y surreal montaje de arte del pasado, arte moderno, tradiciones populares y extraordinarias fotografías de Joaquim Gomis y Leopoldo Plasencia, que pusieron en relación la arquitectura gaudiniana con imágenes de casas populares ibicencas.
A partir de ese momento, José Antonio Coderch se transformó en corresponsal en España de la mítica revista italiana ‘Domus’, dirigida en aquel entonces por Gio Ponti. Su magisterio, centrado en una producción original de arquitectura doméstica en contexto mediterráneo influirá en proyectos de la costa de gran relevancia, como los de Federico Correa y Alfonso Milá, o Peter Harnden y Lanfranco Bombelli, difundidos a través de las páginas de esta prestigiosa revista italiana.
Todos los que se quieran dejar atrás la rutina del día a día, y asomarse a esta ventana abierta a la luz cálida y luminosa del Mediterráneo, podrán aprovecharse de esta experiencia única hasta el 12 de enero en Madrid.