Como sucede con otras entidades similares, comprobamos que en internet hay bastantes referencias acerca de cómo el Covid-19 afectó a los centros navarros de Hermanas Hospitalarias. Conclusión facilona: la pandemia y sus consecuencias tal vez conllevaron un antes y un después para la Clínica Padre Menni de Pamplona y el Centro Hospitalario Benito Menni de Elizondo-Benito Menni Ospital Zentroa, especializados en la atención integral de personas con enfermedad mental, discapacidad intelectual, patologías psicogeriátricas o daño cerebral adquirido con alteraciones conductuales.
Planteamos nuestra teoría a Miryam Zabalza, directora gerente de ambos centros. Y nos viene a decir que sí, pero que… hemos exagerado: “Fue una situación muy difícil, la verdad. Pero, como tenemos un equipo fuerte, quizá la sufrimos un poco menos que el sector residencial”.
Las autoridades establecieron que las personas usuarias no podían salir y que sus familiares tampoco podían visitarles. “En aquel momento en el que la mortalidad de las personas mayores era tremenda, había que comunicar cómo estaba cada una de las personas usuarias, las cosas que estábamos haciendo, cómo nos protegíamos… Empezamos a trabajar más la comunicación hacia fuera, de una forma potente y continuada. Cogimos carrerilla, vimos que era necesaria y ahí estamos ahora en las redes sociales”, señala.
Zabalza es locuaz, enlaza los temas sin necesidad de que le planteemos preguntas. Así, continúa comentando que esa labor divulgativa ha ayudado a reducir la estigmatización sobre la salud mental, aunque queda mucho camino por recorrer: “Muchos de quienes no han convivido con estas enfermedades aún creen que los centros dedicados a la salud mental son como los psiquiátricos del siglo XIX. Pero quienes conocen los de las Hermanas Hospitalarias ven que aquí hay vida y alegría, que trabajamos para que las personas usuarias tengan un buen proyecto vital”.
Ella misma sirve para ilustrar ese hecho. Abierta y afable, trata con naturalidad y cercanía a unas personas usuarias que le toman el pelo, haciéndola reír, mientras posa para la fotógrafa. Ese es el ambiente que percibe el alumnado de los colegios y el resto de personas que les visitan, a quienes suele preguntar además si lo que ven se ajusta a cómo imaginaban el centro. “Me responden que es bastante mejor de lo que pensaban”, asiente. Por eso van a insistir en la apertura de los centros a la ciudadanía, ya que “aún hay mucho estigma que borrar“.
“Quienes conocen los centros de Hermanas Hospitalarias ven que aquí hay vida y alegría, que trabajamos para que las personas usuarias tengan un buen proyecto vital”
La impresión de quienes entran por primera vez a las instalaciones de Pamplona aún será más favorable cuando concluyan las obras que suponen la sustitución del edificio más antiguo por otro nuevo, destinado a mejorar la calidad de vida de las personas usuarias. Un inmueble con unidades de convivencia más pequeñas, más habitaciones individuales, salas más amplias y luminosas, un gran jardín…
Su directora gerente nos lo explica colocando los objetos que hay encima de la mesa para que nos hagamos una idea de la futura disposición de sus edificios. “Tendrá forma como de hélice”. Antes de perdernos en otros temas, le planteamos un par de cuestiones relacionadas con la pandemia. ¿Cómo vivieron aquellos días tan dramáticos? “Fue una pesadilla porque nadie sabía nada. Resultó muy costoso reorganizar los equipos y los turnos de trabajo… Tan pronto había que llevar carros de un sitio para otro como colocar plásticos para separar unidades… También es cierto que se montó un equipo para ayudar a organizarnos a los veintiún centros de las Hermanas Hospitalarias en España. Eso fue una gran ventaja frente a otras entidades, que nos llamaban para pedirnos apoyo porque estaban solas. Sobrevivimos gracias a la profesionalidad y humanidad de todo el equipo”, lamenta cuando evoca aquellas aciagas semanas.
El hecho de tener a su cargo a pacientes con enfermedad mental conllevó cierta labor didáctica a nivel interno: “Al principio, las personas usuarias no se creían lo que veían en la tele. Y, como de la noche a la mañana nos dijeron que éramos centros cerrados, solicitamos autorización para poder salir con unos cuantos. Queríamos que vieran que no había nadie en la calle, que todos estaban confinados en sus casas. Lo transmitieron a sus compañeros y comprendieron que era algo generalizado, que no estaban encerrados por su enfermedad”. Por cierto, ¿han notado un incremento de personas con trastornos y enfermedades mentales como consecuencia de la pandemia? “Lo normal era que tuviésemos unas 6.500 consultas externas anuales de psicología y psiquiatría. Pero el año pasado lo terminamos con 8.600”. El impacto está claro, vamos. Zabalza, con gran delicadeza, aconseja “aprender a vivir con las circunstancias adversas” que a veces tenemos que afrontar, y “ser resilientes y tolerantes ante la frustración”. “Es algo que se está perdiendo en esta sociedad de lo inmediato y del yo tengo derecho a todo”, valora.
EL CUIDADO DE LA MENTE
Es posible sacar enseñanzas de todo lo ocurrido. Por ejemplo, que es tan necesario cuidar el cuerpo como la mente. Tal vez también haya ayudado a desarrollar una mayor sensibilidad con este tema porque hemos visto que cualquiera puede ser vulnerable a la enfermedad mental, resalta al tiempo que pide a los medios de comunicación que, ante un suceso o un hecho violento, no destaquemos en primer lugar el estado mental de quien lo protagoniza: “Nuestras personas usuarias no han hecho nada malo”.
Así volvemos a la persistencia de los estigmas. Zabalza revela que, a la hora de alquilar pisos con el fin de utilizarlos como viviendas tuteladas, a veces se encuentran directamente con la negativa de los propietarios. “Pero no siempre es así. De hecho, en la Rochapea tenemos quince viviendas alquiladas”, constata. Además, añade que quienes viven en el entorno de la clínica se han acostumbrado con naturalidad a la presencia de hombres y mujeres cuyo físico y movilidad denotan los efectos secundarios de la medicación, pero agrega que en otros lugares se les sigue mirando con aprensión.
“En mis veinticinco años de carrera profesional, no he dejado de estudiar en ninguno. De lo contrario, estaría fuera del mercado”
Entre ambos centros, la plantilla de Hermanas Hospitalarias Navarra suma más de 350 personas, de las que el 70 % son mujeres, para algo más de 400 pacientes. Una parte importante de su financiación viene a través del concierto firmado con el Gobierno de Navarra, vigente desde el 1 de junio de 2021 y que conllevará unos ingresos de 64,2 millones de euros para sus nueve años de duración. El resto procede de personas usuarias privadas, que llegan a través de clientes como IMQ, aunque el centro de Elizondo también tiene un convenio con la Diputación Foral de Bizkaia.
En concreto, la Clínica Psiquiátrica Padre Menni tiene una capacidad asistencial de hasta 193 plazas y gestiona diecinueve pisos tutelados, un centro de día para personas mayores dependientes, un centro de rehabilitación psicosocial y un servicio de consultas externas. Por su parte, el Centro Hospitalario Benito Menni de Elizondo-Benito Menni Ospital Zentroa cuenta con 154 plazas residenciales y gestiona un piso tutelado. Ambos suman 400 camas de hospitalización, 55 plazas de rehabilitación psicosocial y veinte plazas de centro de día psicogeriátrico.
En total, facturan más de 16 millones de euros. “Eso es mucho mover cuando todo lo hacemos sin máquinas, no es como la industria. También es cierto que yo, en la automoción, con 175 trabajadores movía 190 millones”. ¿Automoción? Pues sí, porque nuestra entrevistada trabajó en varias empresas del sector.
Tras pasar por los colegios del Santo Ángel y Maristas, esta pamplonesa se licenció en LADE por la UPNA e hizo un máster en Comercio Internacional, que le valió para convencerse de que no era lo suyo. Después completó su formación con un curso de Alta Dirección en Instituciones Sanitarias, entre varios más, y sigue estudiando porque su cargo exige una formación continua. “Ahora voy a terminar otro en Deusto de Experto en Innovación y Gestión Sanitaria. En mis veinticinco años de carrera profesional, no he dejado de estudiar en ninguno. Si lo hubiera hecho al terminar la carrera y el máster, hoy no estaría trabajando, me habría quedado fuera del mercado hace mucho”, asegura resoplando.
Estamos en un periodo de transformación de todo el sector. “Además, desde hace seis o siete años lo hace a una gran velocidad. Estamos cambiando la forma de trabajar y de atender a las personas, todo está mucho más abierto a la comunidad, todo es mucho más participativo con las personas usuarias, las familias y el entorno. Se trata de facilitar todo lo posible la vida a quienes han tenido que ser ingresados por la enfermedad y el deterioro. En 2025 hacemos 75 años aquí. Por supuesto que no hacemos las cosas como hace 75 años, pero yo llevo catorce y tampoco trabajamos como cuando llegué. Y espero que para nada sea como lo haremos en 2025, que es donde tengo puesta la mirada”, insiste para aclarar acto seguido que, en 2025, debe terminar la transformación del modelo asistencial.
“¡En una empresa era la única mujer de la plantilla! Pero me trataron fenomenal, nunca he sentido que me trataran diferente por ser mujer”
Otra vez nos hemos salido del guion. Íbamos a repasar el currículum laboral de Zabalza. Entrecierra los ojos para hacer cálculos: “He trabajado cerca de… doce años como jefa de administración de varias empresas auxiliares del automóvil, también de la construcción, en un ambiente muy masculino. De hecho, ¡en una de ellas era la única mujer de la plantilla!”, exclama sin poder contener la risa. “Pero me trataron fenomenal, nunca he sentido que me trataran diferente por ser mujer. Casualidad o suerte, no sé, porque la experiencia de otras compañeras ha sido completamente diferente”.
Entre 1997 y 1998, hizo las prácticas del máster en Inabonos. Un año más tarde, se incorporó a Construcciones Sacovi. Fue su primer trabajo como tal, y allí aprendió “mucho sobre la gestión de una pyme”. En febrero de 2000, ingresó como responsable de administración en Expert Components Pamplona, empresa auxiliar de automoción.
Después, en septiembre de 2003, fue contratada por Recylan, del Grupo Recyde (hoy CIE Automotive) para responsabilizarse de la administración y RRHH de la planta. Y de ahí, en julio de 2006, pasó a Bacaicoa Industrias Plásticas con las mismas funciones. Finalmente, en mayo de 2009, comenzó a gestionar la administración y los servicios generales de los dos centros navarros de Hermanas Hospitalarias, de los que es su directora general desde julio de 2014.
Le preguntamos cómo, tras una trayectoria en el sector industrial, pasó a otro tan radicalmente distinto como el sociosanitario. Nos contesta que es una mujer inquieta, que en unos casos no vio más posibilidades de aprender y crecer, mientras que otros trabajos “me comían la vida” o dificultaban la relación familiar. Por eso buscó algo que se ajustara a sus prioridades. Ahí surgió la oportunidad de Hermanas Hospitalarias. “Aquí, aunque a veces tenga que trabajar doce horas, al irme vienen a decirme ‘hoy estoy mejor’, ‘va a venir a verme mi familia’, ‘me ha pasado esto’, ‘voy a empezar un taller de no sé qué’… ¡Ostras, me llena el corazón! Suelo decirle a mi marido que, para mí, es como un voluntariado que da sentido a toda esta pelea de trabajo y estudio a la vez en Deusto. Salgo de casa a las ocho y vuelvo a las diez de la noche, pero no me importa porque veo que, junto con un buen equipo, estoy mejorando la calidad de vida de estas personas”. Antes cambiaba de industria cada tres años, pero aquí lleva catorce… “Y no tengo previsto mandar currículos. Ja, ja, ja”.
“Aunque a veces tenga que trabajar doce horas, al irme vienen a decirme ‘hoy estoy mejor’, ‘va a venir a verme mi familia’, ‘me ha pasado esto’, ‘voy a empezar un taller de no sé qué’…”.
La conversación se ha alargado mucho más de lo previsto, pero nos queda una curiosidad. Como la titular de los centros es una institución religiosa, le preguntamos si esa circunstancia tiene alguna consecuencia en el trabajo asistencial. “Para nada”, afirma con gestos de negación. “Las Hermanas Hospitalarias tienen más de 130 años de actividad y han aprendido una forma de hacer. A los que trabajamos con ellas nos han enseñado que hay que dar a cada persona la atención, el tiempo, los recursos y todo lo que necesita para mejorar su proyecto de vida. Eso es la hospitalidad”. Tal vez sí influya un poco más en el grupo de voluntarios que colabora sobre todo en el acompañamiento de las personas usuarias, o en quienes eligen la entidad cuando surge la enfermedad debido, precisamente, a su inspiración religiosa. “Pero también tenemos musulmanes a los que, por supuesto, tratamos igual que a cualquier otra persona. Es que somos el reflejo de esta sociedad del año 2023”.