Las ciudades contribuyen al cambio climático y son las que más lo sufren. Así lo afirma la Organización de las Naciones Unidas (ONU). En concreto, son responsables de más del 70 % de las emisiones de gases de efecto invernadero mundiales. Y todo pese a que ocupan solo el 2 % de la superficie del planeta. Además, se trata de una tendencia difícil de revertir, ya que la mayor parte del crecimiento de la población tendrá lugar precisamente en estos entornos. De hecho, más de la mitad de la población mundial vive ya en urbes y la ONU prevé que la cifra aumente hasta situarse en más de dos terceras partes en 2030.
Por otro lado, las ciudades también pueden ser fundamentales en la respuesta que la humanidad dé a los fenómenos climáticos adversos. En ese sentido, las soluciones e innovaciones que se planteen en consumo de energía, construcción, movilidad, urbanismo y la planificación de sus espacios públicos representan una enorme oportunidad que no se puede desaprovechar a la hora de reducir considerablemente las emisiones contaminantes.
Las ciudades, aunque apenas ocupan el 2 % de la superficie del planeta, son responsables de más del 70 % de las emisiones de gases de efecto invernadero.
En ese contexto, el Gobierno de Navarra, a través del Programa Lidera del Servicio Navarro de Empleo-Nafar Lansare (SNE-NL) y el Departamento de Desarrollo Rural y Medio Ambiente, ha organizado un ciclo formativo destinado a reforzar la formación en sostenibilidad (huella de carbono, eficiencia o impulso a las renovables, entre otros temas). Bajo el título ‘El clima cambia, la ciudad se adapta’, un total de noventa profesionales de la construcción y el urbanismo conocieron nuevas técnicas, alternativas y herramientas para el diseño de infraestructuras, espacios urbanos y edificios. El objetivo: adaptarse a las nuevas exigencias climáticas.
LA NAVARRA CLIMÁTICA DEL FUTURO
Dicho programa formativo, compuesto por seis jornadas ‘online’, sirvió asimismo para que los asistentes se familiarizaran con la ‘Guía de urbanismo, arquitectura y cambio climático en Navarra’. Realizada en el marco del proyecto LIFE-IP NAdapta-CC, plantea diversas medidas de adaptación tras analizar la evolución futura del clima en la Comunidad foral y sus impactos en el medio construido.
Por un lado, la guía establece dos períodos de control: de 2021 a 2050 y de 2051 a 2080. En ambos casos, prevé una reducción paulatina en el número de días de heladas, que irá acompañada de un aumento en el porcentaje de noches cálidas. En ese sentido, los autores del estudio apuntaron a un aumento significativo en frecuencia, duración y magnitud de unas olas de calor que afectarían especialmente a la Ribera y la parte sur de la región. “También, junto al aumento de la temperatura, se prevé la llegada de precipitaciones torrenciales concentradas, así como períodos más extensos de sequía”, detalló Peio Oria, delegado de AEMET Navarra, una de las voces autorizadas que participaron en el curso ‘El clima cambia, la ciudad se adapta’.
Raquel Zulaica (Nasuvinsa): “El 50 % del parque residencial en Navarra fue construido antes de 1980 y carece de aislamiento térmico”.
Siguiendo esta explicación, los expertos vaticinaron un paulatino retroceso hacia el norte del clima oceánico y su sustitución por uno subtropical húmedo. También la desaparición de la variante mediterránea, caracterizada por su amplitud térmica a lo largo del año y sus veranos secos e incluso áridos, en favor de otra en la que predomine el tiempo seco y semiárido y que se concentrará principalmente en los límites con La Rioja y Aragón. Oria comentó al respecto que ese cambio “provocará el desplazamiento de hábitats o que, por ejemplo, las poblaciones de hayas estén limitadas a zonas muy concretas, algo que se producirá en torno a 2080”.
Una profunda transformación que Efrén Feliú, gerente de Cambio Climático en el Área de Sostenibilidad Urbana y Territorial del centro tecnológico vasco Tecnalia, analizó en el ámbito del Código Técnico de Edificación (CTE). Entre otras cuestiones, este determina las exigencias que deben cumplir los edificios para limitar su consumo energético. “Pamplona sería un caso paradigmático, ya que dejaría su actual adscripción”, precisó. De acuerdo con las previsiones reflejadas en la guía, los inviernos de la capital navarra pasarían de ‘más’ a menos ‘fríos’, esto es, de la categoría ‘D’ a la ‘C’. Y sus veranos quedarían encuadrados en la ‘zona 3’ (más calurosos) frente a la ‘zona 2’ (menos calurosos) que tiene asignado en este momento. Vistos estos resultados, la principal conclusión expuesta por Feliú fue que “desde gestión y desarrollo urbano va a ser importante considerar estos efectos en la planificación de la ciudad que se vaya a realizar de ahora en adelante”.
EDIFICIOS, ESPACIOS PÚBLICOS Y REDES DE ABASTECIMIENTO
Los asistentes abordaron, igualmente, otras temáticas. Para los edificios, por ejemplo, se analizó la necesidad de desarrollar tejados, cubiertas y fachadas de tipo natural, que impulsen su enfriamiento de forma pasiva. Su implementación supone “un enorme reto”, según la arquitecta de Nasuvinsa, Raquel Zulaica. “El 50 % del parque residencial en Navarra fue construido antes de 1980 y carece de aislamiento térmico”, recordó. Por eso, instó a “poner el foco en el medio construido para adaptarse, no solo al clima actual, sino al cambio que se prevé para el futuro más inmediato”.
Gregorio Berrozpe (Nilsa) abogó por un sistema de drenaje sostenible, que permita que el caudal de las tormentas se gestione y filtre sobre el terreno donde se ha generado.
Además, Zulaica subrayó que la regeneración energética urbana “es compleja”, “va más allá de la mera adecuación y debe abordar la pobreza energética desde una solución real”. Esto obligaría a completar las “medidas de comportamiento pasivo” ya mencionadas con la puesta en valor de jardines urbanos en espacios comunitarios o de bosques y huertos como “nuevos” elementos sombreadores. También se planteó la posibilidad de dotar a la ciudad de mobiliario urbano verde o de enfriar las calles con fuentes, plazas de agua y pavimentos permeables o frescos.
Finalmente, para el ámbito de las redes de saneamiento y abastecimiento se incidió en la importancia de desarrollar sistemas de recogida de agua pluviales (procedentes de la lluvia) independientes y ajenos a los sistemas que ahora mismo se usan para el alcantarillado. A este respecto, el director de Proyectos y Obras de Nilsa, Gregorio Berrozpe, abogó por “un sistema de drenaje sostenible, que permita que el caudal de las tormentas se gestione y filtre directamente sobre el terreno donde se ha generado y mediante superficies acondicionadas para ello”.
Berrozpe también resaltó la importancia de reducir el volumen de agua no registrada “por falta de contadores, fugas o capaciones no informadas”. Para lograrlo, hizo hincapié en el papel que puede jugar la digitalización “para asegurar un seguimiento y una gestión inteligente y en tiempo real, que ahorre ineficacias en procesos de mantenimiento y control del agua”.