Frutas, verduras, hortalizas, pan fresco, leche líquida y lácteos derivados concentraron el mayor volumen de alimentos desperdiciados en 2020. El Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación cifró en 1.364 millones de kilos los alimentos perdidos durante ese ejercicio, frente a los 1.352 de un año antes.
Inés Echeverría (CNTA) cita la oportunidad que suponen los biosensores para detección de moléculas, localización de patógenos alimentarios y control y seguimiento de procesos fermentativos.
Ante ese escenario, aprobó el pasado octubre un anteproyecto de Ley de Prevención de Pérdidas y Desperdicio Alimentario y espera contar para este 2022 con un Plan Estratégico Nacional, en coordinación con otros ministerios, sobre esta materia. Así lo anunció su máximo responsable, Luis Planas, en una reciente visita a Pamplona.
El sector afronta un importante cambio en la legislación, que redundará en sistemas de producción y almacenamiento más optimizados y eficientes. Un reto para el que cuenta como principal apoyo con el desarrollo acelerado de las tecnologías aplicadas a los sistemas de control, calidad y seguridad alimentaria. El propio Planas reconoció que Navarra “se ha significado de forma muy importante en la lucha contra el desperdicio alimentario”. Por eso, no resulta nada extraño que, en la Comunidad foral, algunas de esas novedosas soluciones ya hayan empezado su proceso de implantación industrial.
Precisamente, este es el caso de Nulab, startup cuyo partner tecnológico es el Centro Nacional de Tecnología y Seguridad Alimentaria (CNTA). Su CEO, Iván Nieto, confirma a Navarra Capital que la firma está en pleno proceso de lanzamiento de un dispositivo de infrarrojo cercano (NIR), portátil y de bajo coste. Este permite medir la calidad de productos cárnicos curados, cereal y vegetales frescos en tiempo real y de forma precisa. Un proyecto que fue adelantado por este medio.
Su principal ventaja reside en la proactividad, ya que traslada el laboratorio allí donde esté el producto (Lab to Sample). Es decir, frente a los métodos tradicionales que precisan de un promedio de días para ofrecer sus resultados, el sistema de Nulab es inmediato. El operador, por tanto, puede tomar decisiones estratégicas a la hora de aprovisionarse y acondicionar la materia prima. “Que la recolección de la cosecha coincida con un momento óptimo del producto o que se pueda predecir su ciclo de vida útil, como permite nuestro sistema, redundará en una disminución significativa del desperdicio y ayudará en la optimización de la cadena de suministro”, sostiene Nieto.
OTRAS TECNOLOGÍAS, MÁS POSIBILIDADES
Además, no es el único desarrollo de este tipo que está investigando Nulab. “También estamos trabajando con otras tecnologías (un sistema NIR online y de imagen hiperespectral) en diversos proyectos de industrialización en líneas de producción”, agrega su CEO. Sobre esta última tecnología, Inés Echeverria, directora de I+D+i en CNTA, destaca las potencialidades que puede reportar para calcular la vida útil de la fruta o detectar defectos y mohos. En definitiva, para asegurar “un control más eficiente de los stocks y sistemas de almacenamiento”.
Iván Nieto (Nulab): “Las empresas deben ver que están surgiendo firmas tecnológicas que les pueden hacer más eficientes y eficaces”.
Echeverría cita, asimismo, la oportunidad que representan otras tecnologías de vanguardia como los biosensores, sobre todo en tres grandes áreas de trabajo.
La primera es la detección de moléculas, proteínas, anticuerpos, ADN, orgánulos o, incluso, células microbianas. También a la hora de localizar patógenos alimentarios, toxinas o pesticidas. Y, finalmente, en el control y seguimiento de los procesos fermentativos en tiempo real.
Igualmente, valora la última tendencia en nanobiosensores que se activan ante compuestos orgánicos volátiles presentes en el proceso de degradación química o microbiana de un alimento. Pese a todo, aunque ya existen numerosas aplicaciones en el sector salud o en el medioambiental, en el alimentario se está empezando. “Una de las principales barreras es la del muestreo en corrientes de alimentos no homogéneas. Por ejemplo, es más fácil realizar un muestreo en alimentos líquidos o pastosos que en piezas sueltas”, advierte la directora de I+D+i en CNTA.
Sobre ese futuro más o menos inmediato, Nieto resalta, no obstante, el papel que la colaboración puede desempeñar entre el sector productivo y los centros de investigación de Navarra para avanzar más rápido. “Las empresas deben ver, bajo un prisma de colaboración, que están surgiendo firmas tecnológicas que les aportan valor y soluciones para ser más eficientes y eficaces”, subraya.
CASOS DE ÉXITO
Mientras se buscan maneras de reducir la generación de pérdidas y desperdicios alimentarios, hay empresas agroalimentarias de la Comunidad foral, como Congelados de Navarra, que se han posicionado como un caso de éxito en este campo. “La lucha contra el desperdicio forma parte de nuestra cultura y la aplicamos a tres áreas por el impacto que tienen: nuestra relación con el sector primario, el proceso productivo y el almacenamiento”, especifica Cristina Lecumberri, su directora de Relaciones Institucionales.
Cristina Lecumberri (Congelados de Navarra): “Aplicamos la lucha contra el desperdicio alimentario a nuestra relación con el sector primario, el proceso productivo y el almacenamiento”.
Así, la empresa ha desarrollado un plan de sostenibilidad con los agricultores con los que trabaja para lograr “la mejor materia prima en el momento óptimo de recolección y evitar así el desperdicio”. “Este año acabaremos un proceso en el que todos estarán certificados en Farm Sustainability Assessment (FSA), que incluye criterios sociales y económicos junto a los medioambientales”, confirma.
En la parte de proceso, y tras automatizar sus centros de trabajo para evitar ineficiencias, la compañía mantiene una política de inversión continua en nueva maquinaria y túneles, detectores ópticos y láser. También está colaborando en un proyecto de Inteligencia Artificial (IA) para mejorar sus procesos de mezclas. Y, finalmente, en almacenamiento se ha dotado de las últimas tecnologías en RFID, cámaras y palés automatizados, electrovías para el movimiento de palés y programas automáticos de compactación, entre otras mejoras.
En el caso de Florette, su director de Calidad y Sostenibilidad, Javier Les, explica que la empresa cuenta con un Plan de Calidad y Sostenibilidad, en el que están contempladas medidas contra el desperdicio alimentario. “En la elaboración de nuestras ensaladas y vegetales frescos listos para consumir, analizamos la cantidad exacta que el consumidor necesita para que no se pierda nada”, concreta. A partir de ahí, su línea de trabajo en este campo se apoya en tres pilares: innovación, personas y sostenibilidad: “Participamos en la vida de las personas para que puedan alimentarse mejor y, al tratarse de productos listos para consumir, evitamos el desperdicio en los hogares”. Siguiendo dicho criterio, planifica los cultivos para adaptar la oferta a la demanda.
Javier Les (Florette): “El 100 % de nuestro producto es útil”.
Otra de sus acciones consiste en elegir las mejores hojas y desechar las exteriores que se destinan a alimentación animal o elaboración de compost. “El 100 % de nuestro producto es útil”, afirma Les. Además, Florette también sobresale por dotar a sus envases de una atmósfera protectora que está pensada para maximizar la frescura y la vida útil del producto. “Estamos en continuo aprendizaje y cada vez mejorando ya que, cuantos más días le damos al cliente para el consumo, menos pérdida se produce”, remarca.
Dentro del esfuerzo tecnológico y de automatización introducido en sus centros de trabajo, resaltan el mantenimiento de la cadena de frío y la cercanía tanto de los cultivos a los centros de producción como de estos al cliente. “Con eso conseguimos asegurar la máxima frescura de nuestras ensaladas”, remata.
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