Desde 2009 la situación de la I+D+i de España preocupa en Europa. Los responsables comunitarios observan con inquietud desde entonces los importantes recortes de las inversiones en Investigación, Desarrollo e innovación y vienen lanzando advertencias sobre las graves consecuencias que esas políticas van tener para la economía española.
Situación que contrasta con la salud de nuestra I+D+i cuya potencia nadie puede cuestionar. Ahí están los últimos datos oficiales: España ocupa la cuarta posición en el ranking de países por subvención captada en H2020. Sólo nos superan Alemania, Reino Unido y Francia.
El pasado mes de enero, la Comisión Europea lanzaba una advertencia clara a España recomendándonos explícitamente «asegurar una inversión adecuada y sostenida en investigación e innovación y fortalecer su gobierno a través de los niveles gubernamentales». De no ser así, difícilmente se alcanzaría el objetivo propuesto por la Estrategia Europa 2020 que fija una inversión del 3% del PIB de la UE en I+D+i.
Esa advertencia incluía una mención destacada al papel de las Administraciones. Administración, procedente del latín «administratione» que significa acción de administrar. El término de administrar, compuesto por dos vocablos: ad y ministrare significa conjuntamente «servir».
El pasado enero, la Comisión ya lanzó una advertencia clara a España a la que pedía «asegurar una inversión adecuada y sostenida en investigación e innovación»
Las administraciones no pueden exigir a las empresas que sean quienes realicen en exclusiva el esfuerzo inversor en I+D+i y menos aún pueden predicar sin dar ejemplo. La Administración debe servir.
Ya lo hizo la Comisión Europea cuando en enero de 2014 asumió su responsabilidad con la puesta en marcha del programa de financiación de investigación H2020. Ese programa dará paso al nuevo Horizonte Europa (2021-2027) dotado con 100.000 millones de euros, la inversión más grande en I+D+i de todos los tiempos.
LA LEY, AL DETALLE
Y ahora quien lo hace es el Gobierno de Navarra que ha logrado sacar adelante la aprobación el 21 de junio en el Parlamento foral de la Ley Foral de Ciencia y Tecnología. Una ley que asegura un incremento anual del importe de los Presupuestos Generales de Navarra destinados a I+D+i hasta alcanzar en 2030 el nivel del 2 por ciento.
Tal vez el compromiso presupuestario haya sido el punto estrella de esta nueva ley que con tanta alegría han saludado universidades, centros tecnológicos y empresas, sin embargo no es el único.
La vocación de cooperación impregna todo el texto legislativo, no sólo por la creación de la figura de Coordinación de Agentes del Sistema Navarro I+D+i (SINAI), sino porque el esfuerzo integrador ha sido manifiesto desde la elaboración de la propuesta. Podríamos hablar, sin temor a equivocarnos, de que nos encontramos ante una ley de consenso.
Del mismo modo debe recibirse la creación del Registro de agentes SINAI que permitirá conocer y cuantificar quién hace qué. Bajo la máxima «lo que no se mide no se puede mejorar» el Registro va a ayudar a la visibilización y autoconocimiento de los diferentes actores que forman parte de la Comunidad Foral y, en definitiva, a crear red. En ese sentido va a ser de gran utilidad para el también nuevo Observatorio de Innovación de Navarra.
La vocación de cooperación impregna todo el texto legislativo e incluye la creación del Consejo Asesor en I+D+i, todo un acierto, sin duda.
Por último, la ley contempla la creación del Consejo Asesor en I+D+i de Navarra, un gran acierto sin duda.
LA IMPORTANCIA DEL LENGUAJE
El nuevo Consejo va a estar integrado por una persona propuesta por cada una de las universidades, una persona por cada una de las áreas de la Estrategia de Especialización Inteligente, una persona de reconocido prestigio internacional de un país referente en tecnología de cada área de la RIS3, una persona del departamento de I+D+i de Gobierno de Navarra y una última, de competencias en acción exterior. Perfiles que invitan a confiar en que este nuevo órgano podrá arrojar luz cual faro sobre el camino que deba seguir Navarra para su correcto desarrollo.
Si tuviera que ponerle un pero lo encontraría en el título y añadiría «Innovación».
Decía el filosófo Wittgenstein «los límites de mi mundo son los límites de mi lenguaje» y no debemos pasar por alto la importancia de comunicar y el poder de la palabra, y recordar que la innovación abarca campos más amplios que la ciencia y la tecnología.
Tal vez tengamos que esperar para que los resultados sean tangibles, pero sí podemos afirmar a día de hoy, que los pasos que se están dando van por el buen camino y citando al célebre poeta “se hace camino al andar”.
Sergio Pérez García
Enterprise Europe Network – Universidad de Navarra
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