Nació en Etxarri Aranatz en 1958, en un tiempo en el que la educación no era como ahora. “Pero tuve la suerte de que los curas y maestros de la escuela animaron a mis padres para que me llevasen a estudiar el bachiller al Seminario de Pamplona”. Tenía que estudiar y lo hizo “a tope porque necesitaba becas”.
“Mi padre era un obrero muy humilde, las pasó canutas, pero hicieron una tejería de ladrillos que salió bien y yo trabajaba allí los veranos cagando camiones, en el horno o en los secadores”. Le iban más los números que las humanidades y se licenció en Ciencias Económicas y Empresariales en Zaragoza. Recuerda con agrado su paso por la universidad. “Era la época de la Transición, había profesores que eran diputados como José Antonio Biescas, Vicente Salas… Gente de todos los partidos, pero que compartían inquietudes, y estuve a gusto”. Al terminar se ocupó de los idiomas, incluido el euskera, “porque desde que salí del pueblo lo tenía medio olvidado”.
Francisco Ceberio, “o Patxi, como queráis”, se muestra especialmente cercano cuando echa la vista atrás. “Entonces, ser empresario, con el sistema político que había, digamos que no era muy popular”, dice con risa ahogada. “Así que me dediqué inicialmente a la enseñanza. Me gustaba bastante”. Coincidió en un pueblo con otro maestro, que le habló de que había un puesto de trabajo en el Grupo (hoy Corporación) Mondragón, con empresas en Pamplona (Ortza y Bertako), Estella (Embega y Zertan), la Barranca (Sakana y Gaiko), Espinal (Ohiana)… Consiguió el empleo y entró en un grupo que le agradó “porque era muy práctico y había gente muy buena en materia de estrategia empresarial”. Trabajó en Ortza y tres años en Ohiana. “La idea que tenía de lo que era una empresa cambió diametralmente, aprendí mucho más que en la universidad. Tuve responsabilidades financieras de verdad, de recursos humanos y de informática… de la de entonces, claro. Me enganchó”.
“Cuando llegué al Grupo Mondragón, la idea que tenía de lo que era una empresa cambió diametralmente”.
Ceberio se expresa de forma coloquial y se muestra muy amistoso en la entrevista, donde pone de manifiesto su sencillez y humildad. Enlaza recuerdos y temas sin que apenas tengamos que formularle preguntas.
“En los primeros 80 se cerraron sociedades anónimas como Ponsal, Frenos Iruña, otra de telares y tejidos de Fitero, Laneko de Huarte… Fueron varias y muchas se convirtieron en sociedades laborales al quedarse en manos de los trabajadores, que no sabían cómo gestionarlas. Por eso, desde las empresas del Grupo Mondragón de Navarra surgió una especie de grupo de apoyo al movimiento de las sociedades laborales, y yo entré en él”. Ese fue el origen de ANEL, hoy rebautizada como la Asociación de Empresas de Economía Social de Navarra.
Frenos Iruña, donde trabajaba desde 1986 en el área de Administración y Recursos Humanos, fue una de las más activas por iniciativa del propio Ceberio. Quizá porque, como reconoce, “el tema del cooperativismo y de las sociedades laborales me apasionó”. Después surgió en el mundo de ANEL una consultoría, Coingest, de la que es socio. Y como tal, le ha tocado “hacer reconversiones en empresas de Sevilla, Toledo, Guipúzcoa, Vizcaya… Por eso estuve un tiempo apartado de Frenos Iruña, aunque seguía en el Consejo”.
En 1995, fue nombrado para el puesto que aún ocupa, director general de Frenos Iruña. Su labor no ha sido sencilla. Tuvo que luchar contra una grave crisis en la empresa, pero a base de capitalizarla, adaptar su producción a los requerimientos del mercado y gracias a una plantilla “que supo comprender lo que era preciso en esos momentos de riesgo”, salió adelante y se robusteció. “La Frenos Iruña de hoy no tiene nada que ver con la de hace diez o quince años”.
Tampoco fue fácil su traslado forzoso desde la Rochapea a las actuales instalaciones de Esquíroz. “Nos expropió el Ayuntamiento en un momento en el que no estábamos sobrados de recursos. Así que tuvimos que comprar el terreno, construir la nave, adquirir tecnología… Sin embargo, salimos adelante”. Otro revés fue la compra de una empresa en Santander. “Somos humanos y cometemos errores. Era una fundición con sesenta empleos que funcionaba, pero se enredó el tema social y dimos marcha atrás”, señala torciendo el gesto porque es un recuerdo que aún le duele.
“Parece que ahora no está bien visto que tengas mucho patrimonio porque te castigan”.
Pero se rehace enseguida y, mirando al presente, añade que “estamos satisfechos porque hemos demostrado que este modelo funciona”. La prueba es que, después de todo, Frenos Iruña goza de excelente salud, se ha expandido a India con Irufren y tiene otra empresa en Lérida.
¿Algún secreto, además del trabajo? Medita un momento y su respuesta parece dirigida a quienes no se mueven alegando que necesitan capital: “No, no, el capital se hace capitalizando. En las cooperativas hemos aprendido que si dejas los ahorros aquí –dice apoyando el dedo índice en la mesa-, te vendrán bien si llegan malos tiempos, lo de la hormiga y la cigarra”. Frenos Iruña es una sociedad laboral desde hace cuarenta años. Y ya han pasado tres generaciones, que no se han llevado plusvalías sino lo que aportaron en su día, de modo que dejan el capital generado para quienes se quedan. “Los que hicieron la sociedad laboral fueron los trabajadores. Les tocó la crisis, tuvieron que empeñarse, pusieron el dinero y, cuando los veo, me siento orgulloso porque hablan bien de Frenos Iruña con todo el esfuerzo que tuvieron que hacer. A los nuevos suelo decirles: ‘Mira todo lo que han dejado’. De los que pusieron los cimientos ya no queda ninguno, yo soy el socio más antiguo”, resalta con una risa que tiene algo de melancolía.
CUANDO AHORRAR ES UN PROBLEMA
Aprovecha para pedir un mejor trato fiscal. “Parece que ahora no está bien visto que tengas mucho patrimonio porque te castigan. Los números salen bien, la verdad es que no pensábamos ganar tanto dinero nunca, y nos hemos acostumbrado a ir dejando en el cajón. Ahora ven el balance y dicen que no parece una empresa industrial, sino financiera. Te empiezan a discutir hasta los de Hacienda. Oye, perdona, que ya hemos pasado necesidades y no queremos que los empleados tengan que volver a poner dinero”.
De paso, loa al empresariado. “Mira que no me gustaba el mundo de la empresa, ¡pues ahora me apasiona! Y no estoy hablando solo de sociedades laborales o de cooperativas. Me he dado cuenta del mérito que tienen empresarios grandes y pequeños, autónomos… que son los que crean riqueza”. Lamenta que la sociedad sea un tanto desagradecida y no lo reconozca así, y también que haya “especuladores” que ensucien al colectivo empresarial.
“La empresa es como la familia. ¿Cómo no vas a cuidar a los tuyos? Pues esto es una familia grande”.
Ceberio expone ahora su forma de entender la empresa: “Es como la familia. ¿Cómo no vas a cuidar a los tuyos? Pues esto es una familia grande y te interesa que vayan todos bien”. Pone como ejemplo a quienes se hicieron cargo de Frenos Iruña prácticamente en quiebra, y durante unos minutos evoca los difíciles inicios, el apoyo que recibieron del primer gerente de ANEL, el exdiputado foral Jesús Bueno Asín, y del presidente de la asociación, Peio Garrido. Añade que ELA, que era el sindicato mayoritario, “por lo menos entendió la operativa que pusimos en marcha y dejó hacer”, apunta sonriente. Entonces se acuerda de quienes trabajaron con él y de los que le ayudaron en aquellos años duros. “No es un tópico. Uno solo no hace nada de nada, pero si tienes gente alrededor que te apoya… Yo la he tenido”.
LAS MINIFÁBRICAS
Reflejar lo que nos contó sobre la azarosa etapa inicial de la empresa precisaría la totalidad del espacio disponible para la entrevista. Así que saltamos hasta el momento en que empezaron a ver la luz y comprendieron que “no teníamos nada que hacer compitiendo con los grandes, así que nos hicimos con el nicho de las series cortas para tractores, excavadoras, aerogeneradores, vehículos eléctricos…”.
“No somos como el ejército romano, más bien de guerras de guerrillas y de emboscadas”, apostilla jocoso. Esa especialización se traduce en una peculiar estructura de la empresa, que sigue el modelo de minifábricas, células de trabajo o unidades de generación de valor (UGV) que se autoorganizan en el marco del plan estratégico de Frenos Iruña. Cada una se dedica a un producto, “y ha funcionado”.
“En Frenos Iruña no somos como el ejército romano, más bien de guerras de guerrillas y emboscadas”.
Antes de marcharnos, nos muestra orgulloso los talleres, saluda a todos los trabajadores por su nombre y les pregunta de paso por tal pedido o si ha llegado el suministro que esperaban. Ellos contestan llamándole Patxi.
En los puestos directivos de la firma hay muchas mujeres. Tres de los cuatro puestos del Consejo son para ellas: “No se trata de cuotas, es que lo hacen muy bien”. Alguna tiene a su cargo una UGV. “¡Cómo organiza y cómo coordina a la gente! Y, a la vez, los cuida si tienen problemas, se preocupa por ellos, los defiende… Yo no lo haría mejor…”. De hecho, no descarta que alguna mujer de Frenos Iruña le suceda en el cargo.
Sobre el terreno nos explica el funcionamiento del modelo de las minifábricas. Y, entre una nave y otra, nos cuenta su plan para el fin de semana, que como suele ser habitual es volver a Etxarri Aranatz. “¿Sabéis lo que me gusta? Ponerme a hablar con cualquiera del pueblo y andar por los montes. Estoy orgulloso de aquella gente. Recuerdo cuando montaron la tejería, humildes, trabajadores, solidarios. Después, el tema sociopolítico ha enredado todo, y nos ha dejado con una imagen y una fama… Pero estoy cómodo. Hombre, sí, tienes que medir un poco para no entrar en esos terrenos, que son el lío que nos ha tocado”.
“No se trata de cuotas, es que las mujeres lo hacen muy bien”.
Ya casi en la puerta, muestra su aprecio por la laboriosidad de los navarros. “Somos gente muy trabajadora. Estuve en Espinal y eran majos, tranquilos. Mi mujer es de Sada y me tocaba ir a las viñas a ayudarle al suegro y terminaba desriñonado, por el suelo, y aquel abuelo aguantaba como si tal cosa. En Frenos Iruña había personas que venían del campo, con poca formación en el manejo de estas máquinas y andaban en los tornos y las fresadoras que te quedabas… Algo tendremos ¿no?”.