martes, 19 marzo 2024

Pilar Chozas derriba los mitos del jazz

Nació en Toledo y estudió Turismo, con la intención de trabajar en el sector y en su ciudad. Pero la vida y el amor hicieron que llegara a Pamplona para dedicarse a la producción de eventos culturales, sobre todo musicales y, más en concreto, conciertos y festivales de jazz. La pandemia se lo está poniendo difícil, pero no es la única zancadilla que ha superado "en un mundo muy masculino", gracias a la pasión que pone en su trabajo. Quizás por eso, las palabras de Chozas destilan esperanza.


Pamplona - 28 noviembre, 2020 - 06:00

Artículo patrocinado por Banco Sabadell

Pilar Chozas reclama más apoyo de las instituciones al sector cultural. (Fotos: Ana Osés)

Su destino cambió cuando conoció en Madrid a un periodista y músico navarro, Michel Remón. Sus primeras citas fueron en lugares tan evocadores como el Café Central, el Clamores o el Whisky Jazz. Les atrajo el común amor por la música y se casaron muy jóvenes para establecerse en 1989 en Pamplona, donde nacieron sus dos hijas y crearon Yerbabuena Producciones. Un proyecto con el que, en 1994, empezaron a gestar “casi como hobby” festivales de jazz para el Ayuntamiento de Pamplona, los primeros que se programaron en la ciudad, y para la universidad. Iban “metiéndose en el ajo” e, incluso, produjeron los espectáculos ‘Los locos años 20’ y ‘Club Harlem’. Pero Michel falleció en el año 2000…

Aunque la tragedia la dejó aturdida, Pilar reaccionó pronto acuciada por la necesidad de salir adelante y buscar el sustento para ella y sus hijas Raquel y Sofía, que entonces tenían 8 y 6 años. Decidió quedarse y tomar las riendas de Yerbabuena en solitario, con mucho esfuerzo porque la experiencia todavía era corta: “Fue muy muy difícil, pero me empujaron la ilusión y las ganas con que habíamos puesto en marcha nuestra productora y también mis hijas. ¡Han sido el motor de mi vida! El caso es que salimos adelante con la ayuda de gente muy buena que he tenido alrededor. Fuimos organizando festival tras festival, y llegó un momento en el que dejé otras cosas que estaba haciendo para dedicarme única y exclusivamente a Yerbabuena. Veinte años más tarde es mi trabajo y mi pasión”.

«Los autónomos que nos dedicamos a la cultura vivimos pendientes de un hilo. La situación es muy complicada y muy triste».

Una pasión que, desgraciadamente, no es suficiente para hacer frente a las consecuencias de la pandemia que ha arrasado al sector cultural. “Los que somos autónomos y nos dedicamos a esto vivimos pendientes de un hilo. La situación es muy complicada y muy triste”. Por eso, pide a las administraciones “que apuesten por la cultura, que es apostar por la sociedad”. ¡No podemos sacrificar la cultura! exclama vehemente. “No podemos vivir sin el alimento del alma. Con las medidas y protocolos necesarios, es completamente factible, nos readaptaremos, buscaremos otros formatos”. Ahora bien, no ve un festival de jazz online. “Es que el público es taaaan importante… Artistas y espectadores interactúan. Si uno disfruta, los que lo ven también. Esa es la magia de este trabajo”.

«MÁS ALLÁ DE LO MERCANTIL»

Su rostro, algo ensombrecido por los recuerdos y el relato de las dificultades profesionales, se ilumina cuando habla de Yerbabuena. Insiste en que «para hacerlo bien tienes que ponerle pasión» porque «la cultura es algo que va mucho más allá de lo simplemente mercantil». «¡Es una parte sustancial del ser humano, de la sociedad!», subraya. Añade que todo en su vida está muy interrelacionado: sus hijas, la productora y la cultura. “Por supuesto, la música y el jazz, pero también el teatro, la danza, la poesía… Es un mundo en el que todo está engranado.

Pilar Chozas, en las instalaciones del pamplonés Hotel Maisonnave.

En estas dos décadas, la empresa de Pilar Chozas ha organizado veinte festivales de jazz en Pamplona y quince en Toledo. “De alguna manera, hemos sido precursores en lo que hacíamos y ha ido asentándose en las programaciones. Ahora dices Yerbabuena Producciones y la gente ya sabe quiénes somos y a qué nos dedicamos. Incluso a nivel internacional, ya que hemos trabajado con muchos artistas de otros países”, manifiesta con legítimo orgullo y sonriente.

«Yerbabuena se conoce incluso a nivel internacional porque hemos trabajado con muchos artistas de otros países».

Su fuerte ha sido el jazz, pero también están detrás de algunas ediciones del programa Cultur, exposiciones, certámenes de poesía o funciones de danza: “Durante quince años, he dirigido el Festival de las Naciones, en el que participan las asociaciones de migrantes de diferentes países que viven entre nosotros”. Este forma parte de la programación del Día de Navarra, pero este año no se va a celebrar. Confiesa que profesionalmente, pero sobre todo a nivel humano y personal, trabajar con ellos mano a mano le «ha enriquecido» la vida «hasta unos límites extraordinarios». «Hemos contribuido a dignificar sus culturas y sus tradiciones en un espectáculo que hemos tematizado cada año con planteamientos humanos y sociales, además de integrarles con nuestra cultura, que también es la suya porque todos somos ciudadanos del mundo”.

Es una maravilla poder trabajar en lo que te gusta, pero a la vez una esclavitud porque quieres que las cosas salgan perfectas y eso hace que en ocasiones sea difícil hacerlo rentable. Cuando me encargan la dirección artística de una programación con un presupuesto, yo quiero hacer muchas cosas. Y bien, ¿qué pasa? Pues que mi margen de beneficio…”. No termina la frase, pero acerca el pulgar y el índice hasta dejar unos milímetros de separación y suelta una breve carcajada con la que diluye cualquier posible dramatismo. Algo que confirma a continuación al afirmar que «el resultado es muy gratificante si has sido perseverante, si te has esforzado, porque seguro que vas a tener el reconocimiento del público». Aunque a veces «los números no salen, cuando termina un festival o un concierto y ves que la gente ha disfrutado, digo ¡buf! ¡Qué satisfacción poder hacerles llegar cosas bonitas, bellas. Es solo una hora, hora y media, pero es el alimento del alma!”, insiste.

«Lo de que el jazz es para un público minoritario es un mito y mi objetivo es desmentirlo».

El jazz no es la música más popular. De modo que centrar en él la actividad de un negocio, ¿no es ir contra corriente? “Esa pregunta me la han hecho siempre. Lo de que el jazz es para un público minoritario es un mito y mi objetivo es desmentirlo en cada festival que programamos. Evidentemente, hay un jazz que no me gusta ni a mí. Es como la ópera, el teatro o la poesía. En todo hay cosas infumables, se trata de saber elegir y tener un criterio, y también un poco de intuición sobre lo que puede gustar a un determinado público”. Han tenido la osadía colar el jazz en el programa oficial de los Sanfermines. “Eso fue un reto… muy valiente por nuestra parte y por el Ayuntamiento”, dice entre risas. “Nadie daba dos duros porque esto llegara a asentarse. Fue un proyecto que Yerbabuena propuso al Ayuntamiento, creyeron en nosotros y en 1998 tuvimos el primer Jazzfermín. Ha ido creciendo, creciendo, y cada vez lo quiere más gente”.

Pero siempre se ha dicho que Pamplona es una ciudad rockera… “Ya, pero tiene un Conservatorio Superior de Jazz, y esta ciudad ha dado muchos grandes maestros, desde Sabicas a Pedro Iturralde o un Javier Colina al que adoro personalmente y como músico me parece un genio”. Y lamenta que no haya un local que ofrezca música en vivo de forma habitual para un público generalista, como ocurre en muchas ciudades de nuestro entorno, “porque hay público, hay músicos y hay sitios”.

DEBILIDAD POR LAS LEYENDAS

Sus certámenes enganchan porque incluyen estrellas internacionales, algo que no tendría demasiado mérito en el caso de festivales con presupuestos millonarios o casi como los de San Sebastián, Vitoria o Getxo. Pero en el caso de Yerbabuena, es todo un logro porque tienen que mirar hasta el último euro: “Lo conseguimos quedándonos con unas ganancias muy pequeñas y apelando un poco a la generosidad de los artistas. Vienen con nosotros aunque su caché es superior a lo que podemos abonarles… Les tratamos muy bien, eso es muy importante”. Confiesa que su “debilidad por las leyendas” le ha hecho pelear hasta poder traer a músicos como Johnny Griffin, McCoy Tyner, Kenny Wheeler, Benny Golson, Tom Harrell,  Tsiddi le Loka… “Vinieron porque pusimos todo nuestro tesón y porque trabajamos directamente con los artistas. Hubiera sido imposible a través de las grandes agencias”.

«Para conseguir que vengan grandes artistas tenemos que apelar a su generosidad, pero luego les tratamos muy bien».

Las dotes de persuasión de Pilar Chozas deben de ser más que notables, porque convencer a esos músicos de leyenda tiene que ser complicado. Asiente con una gran sonrisa, como complacida, porque quizá ve un reconocimiento en nuestra reflexión de “la paciencia y la perseverancia que requiere esa parte de nuestro trabajo, y el hacer bien las cosas”. Revela que “a los grandes que ya han vivido de todo, el trato cariñoso y humano les importa y mucho”. Algo que puso en práctica en un “concierto generacional” organizado por Yerbabuena y protagonizado por el maestro don Pedro Iturralde”, fallecido hace unas semanas, con el que comentó los detalles en el hall del Hotel Maisonnave, donde tiene lugar esta entrevista. “Estábamos ahí”, dice con un toque de emoción señalando unas butacas.

Tras el fallecimiento de su pareja, asumió sola la dirección de Yerbabuena.

Tras el fallecimiento de su pareja, asumió sola la dirección de Yerbabuena.

El caso es que son ya veinte años muy intensos, de los que se siente satisfecha: “Al principio, tenía la sensación de que debía demostrar que valía, que era mujer y podía hacerlo en un mundo de hombres, demostrar esto y lo otro. Ahora creo que ya no tengo que demostrar nada, miro hacia atrás y me siento bien. Me digo ‘¡vaya, qué bonito!, ¿cómo hemos sido capaces?’”. Y nos aclara que habla del trabajo en plural porque lo hace en nombre de un equipo en el que también incluye a sus hijas: “Siempre, desde pequeñas, me han empujado, venga, venga, venga”.

EGOS Y DIVOS

Curioseamos. ¿Lo del ego y los caprichos de algunos artistas es también un mito? Duda antes de indicar que “mi experiencia dice que cuanto más reconocido menos divo es, cuanto más importante es más humilde y más grande como persona”. Aunque admite que le ha tocado de todo. “Y más siendo mujer. Tienes que hacerte respetar mucho porque este es un mundo muy masculino. Pero bueno, ya nos hemos hecho un nombre y eso te empodera y te ayuda”. Más curioseo: si en el caso de Pilar Chozas coinciden el trabajo y su gran afición, ¿a qué recurre en sus momentos de ocio? “Jajaja, ¡es que estoy casi siempre trabajando! Bueno, me gusta leer, disfrutar con mis hijas y mis amigos, voy mucho a ver cine y teatro… Es que la cultura te atrapa, aunque quieras no puedes salir y más cuando tu grupo de amigos es de ese mundo”.

«Siendo mujer, tienes que hacerte respetar mucho. Este mundo es muy masculino».

Pero hace más cosas, claro. Cuando por el confinamiento no podía trabajar se dedicó, por supuesto que con sus hijas al lado, a echar una mano allá donde las necesitaran. “Formamos parte de una ONG que se llama SAR Navarra, que colabora en situaciones de catástrofes. Montamos la primera línea de descontaminación de España en Pamplona, nos llamaron del Ayuntamiento y la montamos en el garaje de la Policía Municipal, además de una línea de atención psicológica porque Sofía es psicóloga. Pasamos de la música a la descontaminación, ya veis”.

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