En los últimos días han circulado por redes sociales las fotos de un huevo frito congelado que ha provocado no poca polémica entre un escandalizado público que veía como una autentica injerencia este invento. En cierto modo, no les faltaba razón. Un huevo frito congelado supone llevar la esencia de la sencillez gastronómica, a un ejercicio de postmodernidad que supone una trasgresión que, todavía, no estamos preparados para asimilar.
Pensar que alguien puede renunciar al genuino sabor de un huevo frito, elaborado por el sistema tradicional, a cambio de un ahorro inconcreto de tiempo y comodidad, nos lleva a calificar casi sistemáticamente el ingenio de absurdo. Y posiblemente lo sea si el consumidor al que está dirigido es el doméstico, pero dudo mucho que sea este el ámbito al que está enfocado este producto.
De hecho, si este producto lo colocamos en el escenario de la restauración colectiva, el innovador huevo tiene mucho más sentido. Preparar 300 huevos fritos para el comedor de un colegio es una verdadera locura logística que se resuelve con este tipo de desarrollos, y otros muchos que se nos escapan a los profanos de este tipo de cocina. Los huevos se regeneran en hornos de vapor y en un periquete se puede tener lista la ración de todo un colegio, haciendo que su dieta sea más variada y rica en nutrientes.
“En general criticamos a la industria alimentaria cuando hay un hecho innegable y es que se vende lo que los clientes demandan”.
Está claro que la restauración colectiva siempre es un reto con objetivos logísticos, nutricionales, de sabor y sobre todo, de precio. No hablamos sólo de comedores escolares, sino de geriátricos, hospitales, comedores laborales, parques recreativos e infinidad de espacios donde se sirven miles de comidas cada día. Desconozco cómo es la calidad final de este huevo congelado, pero como innovación y dirigido al mercado al que está enfocado, creo que puede ser un producto práctico.
Por otra parte, hay un cierto fingimiento en ese escándalo que comentaba el comienzo. En general criticamos casi todas decisiones de la industria alimentaria, por encontrarlas perniciosas y malintencionadas, pero hay un hecho innegable y es que se vende lo que los clientes demandan. Disponemos de innumerables opciones cuando vamos a un supermercado, pero nos sorprendería saber el éxito de ventas que tienen algunos productos similares a un huevo frito.
De hecho, un producto con mucha venta y tendencia al alza es la pasta congelada (sin nada más, pasta y punto). Un producto que nos llevaría preparar 20 minutos, contando que se calienta el agua y se cuece la pasta, sin utilizar ningún tipo de técnica culinaria ni menaje especial, se vende ya listo y a un precio imbatible. Es el conflicto de los tiempos que nos ha tocado vivir, nos movemos en la incomodidad de rechazar algo que supone una ruptura con nuestra tradición, a la vez que no dejamos de abrazar el progreso y todo aquello que nos haga la vida más fácil y sencilla.
Cristina Martínez
Divulgadora Gastronómica
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