Simon Manley nació en Londres en 1967 y tras una apasionante carrera profesional fue nombrado, en 2013, embajador de Gran Bretaña en España. Tiene, por tanto, 51 años, aunque su pelo completamente blanco pudiera hacer pensar que son algunos más. Pero la percepción cambia cuando se mueve o camina, lo hace con determinación y agilidad.
Como buen diplomático, se muestra cortés y amable. Sonriente, nos habla en un castellano fluido, si bien su acento le delata, no puede disimular su origen. Su aspecto es elegante, discreto y moderno, no coincide con esa imagen tópica que tenemos de los británicos como personas que visten de forma algo rancia o extravagante, lo que puede deberse a que ha desarrollado buena parte de su trabajo en la Unión Europea, que su país se dispone a abandonar en unos días. De hecho, fue durante una de sus frecuentes estancias en Bruselas donde conoció a la que hoy es su esposa, María Isabel Fernández Utges, una abogada catalana especializada en Propiedad Intelectual, Competencia y Regulación, con la que tiene tres hijas de 13, 12 y 5 años.
Simón Manley se licenció en Historia Moderna en el Magdalen College de Oxford y tiene un Máster en Relaciones Internacionales de la Escuela de Posgrado de la Universidad de Yale, en Estados Unidos. Antes de ser destinado a España fue director de Europa en el Foreign & Commonwealth Office (FCO) desde 2011 a 2013, asumiendo la responsabilidad de las políticas relativas a la UE, las relaciones bilaterales del Reino Unido con sus socios europeos y una red de Asuntos Exteriores formada por 57 destinos europeos y más de 2.000 empleados, antes de ser destinado a la embajada británica en España.
“En Navarra tenemos pocos residentes y pocos turistas, por desgracia, sin embargo la relación industrial es muy destacada”.
Con anterioridad, también en el FCO, Simon Manley fue director de Defensa y Amenazas Estratégicas (2008-2011), dirigiendo la lucha contra el terrorismo, la proliferación y el narcotráfico del gobierno, también como jefe de la Política Antiterrorista (2006-2009) y jefe del departamento de Economía de la UE, centro-Europa e Irlanda (2002-2006).
Previamente, fue destinado a la Misión Permanente del Reino Unido ante Naciones Unidas en Nueva York (1993-1998), trabajando en asuntos relacionados con Yugoslavia y la reforma de la ONU, y fue destinado en dos ocasiones a la UE: a la Comisión Europea (2003), ocupándose de la política de Ayudas Estatales, y al Consejo de la UE, (1998-2002), trabajando en temas relativos a Rusia y Ucrania y, posteriormente, Asia oriental. Un currículum impresionante para quien gusta definirse como “un funcionario al servicio de Su Majestad”.
Acaba de dar una charla en la Cámara Navarra de Comercio, Industria y Servicios, tratando de transmitir tranquilidad sobre las consecuencias del Brexit a una audiencia que le ha escuchado con escepticismo a juzgar por las preguntas que le han planteado. Nada más terminar le preguntamos por la recepción que ha tenido su mensaje en otras ciudades que ha visitado, y aparece el diplomático: “Cada comunidad, cada territorio, tiene sus peculiaridades. En Navarra tenemos pocos residentes y pocos turistas, por desgracia, sin embargo la relación industrial es muy destacada, en otras comunidades hay más turistas y más ciudadanos británicos, pero con unas relaciones comerciales menores”.
OPTIMISTA
Insistimos, pero con parecidos resultados, porque nos responde que “es importante viajar por toda España para escuchar a la empresa y también a los ciudadanos. Aquí, en Navarra, tenemos unos pocos cientos pero la semana pasada estuve en Andalucía donde son 55.000 los británicos que residen legalmente en la comunidad, y la gente que encuentro en estos viajes espera que logremos un acuerdo con nuestros socios europeos y que en el futuro tengamos una relación fuerte y exitosa con España”. Con escasas variantes, es el discurso con el que ha esquivado los reproches que han dejado traslucir los asistentes a la charla.
No en todas partes tiene que escuchar esas críticas por la decisión del Reino Unido de salir de la Unión Europea. Durante ese viaje a Andalucía del que nos hablaba recogió en Torremolinos la medalla de honor de la ciudad, y hace menos de un año recibía la Distinción de Honor de la provincia de Málaga, otorgadas en ambos casos por mantener las buenas relaciones entre ambos países y promocionar la Costa del Sol como destino turístico.
Su discurso es optimista, insiste las veces que haga falta en que al final habrá un acuerdo entre Gran Bretaña y la Unión Europea aunque queda poco más de un mes para la fecha de la salida, el 29 de marzo. ¿Ese optimismo es la respuesta que figura en algún argumentario que el Gobierno de Teresa May ha hecho llegar a sus embajadores o responde datos reales? Sin desdibujar su permanente sonrisa contesta que “soy optimista porque creo que en el Parlamento británico hay una clara mayoría que desea una salida ordenada ya que es importante que lleguemos a un acuerdo, y espero que podamos lograrlo”.
“Los diplomáticos británicos no somos políticos, y creo que esto es un distintivo de calidad de nuestro sistema”.
La diplomacia también se pone de manifiesto al hablar de la relación Gran Bretaña-Navarra post Brexit. Recuerda que el Reino Unido es el cuarto receptor de las exportaciones de la Comunidad foral y el segundo inversor en nuestro territorio y dice que espera que en los próximos años “esta relación siga creciendo y fortaleciéndose. “Compramos tantos productos de Navarra porque son de calidad, sean alimentarios, coches u otros, y somos el segundo inversor aquí porque esta tierra tiene grandes ventajas y fortalezas en sectores como I+D o centros de innovación y tecnología en los que queremos invertir”.
COMUNICAR
En otras apariciones públicas Simon Manley ha puesto de manifiesto que los diplomáticos de su país no son políticos “y creo que esto es un distintivo de calidad de nuestro sistema”. Además, dice que ha cambiado el perfil de los embajadores y de las embajadas, motivado en parte por necesidades de comunicación: “Somos más cercanos y accesibles, y tenemos esta posibilidad de intercambio. Es comunicación en el buen sentido de la palabra porque hablamos y escuchamos”.
Algo que, sin duda, se ha puesto a prueba con la ‘venta’ del Brexit en los países de la UE y que ha obligado a nuestro interlocutor a familiarizarse con los nuevos sistemas, especialmente con las redes sociales. Confiesa que cuando llegó a la embajada, en 2013, era “un completo neófito”, y que ha ido aprendiendo “haciéndolo, on the job” con ayuda de su equipo. Ahora difunde sus mensajes a través de Instagram y Twitter, “porque así podemos alcanzar audiencias que de otro modo no podríamos, ni con declaraciones a la prensa ni con eventos. De forma tradicional, es más difícil conseguir un contacto directo con la audiencia”.
Pero, en cualquier caso, Gran Bretaña y la UE no pueden darse la espalda, porque como el embajador dice, “el Brexit ha sido un reto enorme, pero hay retos globales más importantes para todos nosotros: la revolución digital, cómo vamos a tratar el cambio climático sin perjudicar el nivel de bienestar de los ciudadanos…Estos son los verdaderos retos del siglo XXI, tenemos que tratarlos”.