Los mozos trazan breves carreras y escorzos junto a los toros en el comienzo del cuarto encierro de estos Sanfermines, el más rápido hasta el momento. La muchedumbre que se agolpa entre la calle San Saturnino y la cuesta de Santo Domingo se disipa tan pronto como los operarios quitan el vallado unos minutos después. Las calles hablan infinidad de lenguas y acogen a todo tipo de transeúntes: fiesteros con fuerza para continuar la farra; adormilados que ya parecen soñar con una cama; recién levantados que se se dirigen a la plaza de toros para intentar coger las últimas entradas del encierro por 6 euros; otros que comienzan una nueva jornada maratoniana… “¡Qué ambientazo, chaval!”, exclama un joven forastero.
Nosotros nos dirigimos a la calle Mañueta. Ahí nos esperan la churrería de la familia Fernández Elizalde y una incipiente fila de lugareños y turistas. “Would you like some churros? This is the most famous place. They have other jobs and only open for San Fermin”, escuchamos decir a una mujer que, con marcado acento español, se dirige a un hombre que no deja de tomar fotos al lugar con su smartphone. Hay dos entradas, una para comprar churros (a 8,60 euros la docena) y otra para hacer lo propio con las roscas (a 26 euros la unidad). “Solo pago en efectivo. No tarjetas”, advierte un cartel.
En la trastienda se confunden las figuras de quienes van y vienen a un ritmo frenética entre la humareda del local, mientras en el mostrador se monta una modesta línea de corte y embolsado de churros. Ofrecemos un billete de diez euros y nos dejamos aconsejar por la mujer que sostiene las tijeras: “Si das la vuelta a la esquina, en Navarrería, encontrarás un Taberna. Allí puedes comprar el chocolate”.
Ya con nuestra grasienta bolsa en la mano, nos percatamos de que, en tan solo cinco minutos, la fila dobla la esquina. Aprovechamos para comprar el chocolate, a un precio de 1,75 euros, y nos dirigimos a la Estación de Autobuses para desayunar durante la salida de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos. Desde el parking subterráneo emergen poco a poco las imponentes figuras, de casi cuatro metros, rodeados de cabezudos, txistularis y gaiteros. Los adultos que acompañan a sus niños también danzan. Los más pequeños sostienen globos de helio, que los comerciantes venden a 7 euros; pistolas de agua; chucherías…
Pasamos por la plaza de toros, donde se agolpan vendedores de souvenirs y baratijas. Hacemos contacto visual con unos reventas que deambulan con sus entradas en la mano. No tardan en intentar vendernos unas para la corrida de la tarde por “tan solo” 25 euros. Al tiempo que rechazamos su oferta, nos encaminamos hacia San Nicolás una media hora antes del almuerzo.
CONSUMO EN SANFERMINES
Los 2,90 euros que pagamos por un tinto de verano (el precio en las terrazas de la plaza del Castillo llega a los 5,5 euros) propicia varias conversaciones con grupos de jóvenes que también han acudido a la Vermutería Río. ¿Su objetivo? Probar un frito de huevo, a 2,40 euros, del que también damos cuenta. “El 6 de julio, suelo pagar entre 50 y 80 euros. Pero los demás días tiro de bocatas y la media es de 20”, confiesa una chica pamplonesa de 26 años mientras sus amigos asienten. Dos australianos se suman a la conversación y cifran su gasto diario en unos 50 euros.
El almuerzo nos permite recabar fuerzas para proseguir la ruta, esta vez de nuevo en Navarrería. Nos topamos con varios antiguos dantzaris de Duguna, que defienden a ultranza el vermú torero. “Almuerzo y lo que se tercie por la tarde. Unos 40 o 50 euros al día”, explican entre risas Itziar y Arantxa, que llegan hasta los 60 euros si comen fuera el 7 de julio. Muy cerquita de la catedral, Adrián y Fermín, de Elizondo y Belzunce, confiesan ser bastante comedidos en sus gastos (entre 20 y 30 euros diarios) y compran todo “en el Casco Viejo”. Pero un grupo de Jaén y Córdoba remarca que su presupuesto por jornada ronda los 120 euros: “Eso sí, hemos desayunado en la plaza del Castillo y comido pinchos por Estafeta”.
Son las 14:00 y nos ruge el estómago después de tanto hablar. Por eso, hacemos una parada técnica en el Mesón de la Nabarreria, donde sirven una gran variedad de bocadillos por entre 6 y 6,50 euros. Lo acompañamos con otro tinto de verano (para qué cambiar las buenas costumbres), y nos llevamos a la boca media barra de pan repleta de lomo con queso y pimientos rojos. En total, 9,50 euros.
Una charanga venida arriba ambienta la entrada del local, pero ninguno de los comensales sale a bailar. Normal teniendo en cuenta el sol que golpea la ciudad a esas horas y los 35 grados centígrados que marca el termómetro. Por eso, parecen preferir el frescor del aire acondicionado y de los abanicos que un vendedor ambulante comercializa a 3 euros (incluye una abanicada gratis del vendedor previa a la compra, a modo de gancho).
EL ÍNDICE DEL CALIMOCHO
Tras el café, al que nos invitan, nos acercamos hasta la plaza de toros para ver la entrada de las peñas. Nos volvemos a encontrar con los reventas, que a las 18:00 empiezan a rebajar los precios a 20 euros. Decidimos refrescarnos con un helado de maracuyá, por el que pagamos 2,90, mientras buscamos el calimocho perfecto. Esta bebida ejemplifica a la perfección las diferencias existentes en los precios de las distintas zonas que conforman el Casco Viejo pamplonés.
Los bares de Navarrería, Calderería y San Francisco lo venden a 3 o 3,50 euros. En Curia, San Nicolás, la plaza del Ayuntamiento o el paseo Sarasate puede costar entre 4 y 4,50, pero en la cuesta de Labrit y Carlos III llega a incluso 5 o 6.
Como estamos en modo ahorrador, probamos suerte en Oinez Txokoa, la txozna de la Andra Mari Ikastola ubicada cerca del mirador de la Taconera. Allí lo venden a 3 euros y, de paso, también nos preparan unos talos de chistorra a 5,50 la unidad. Disfrutamos de esta modesta cena a las 21:00, cuando un numeroso grupo vestido de blanco y rojo, como manda la tradición, se dispone a bailar frente a un escenario al son de varios txistus y un tambor.
La roquera banda de Barañáin Cliford, integrada por Ibai Matxain al bajo, Mikel Lazkoz a la guitarra, Imanol Rodríguez a la batería y Garazi García como vocalista, toma el relevo poco después. Con su música damos por finalizada nuestra jornada y nos disponemos a contar cuánto nos queda de los 50 euros con los que empezamos la mañana. Apenas hemos gastado 36,55 euros, así que nos retiramos con la barriga llena y el bolsillo contento.