domingo, 15 diciembre 2024

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La tranquilidad del valle de Ultzama es el marco ideal para el Proyecto Caracol, una iniciativa socio-educativa en el pueblo de Lizaso que persigue la promoción del movimiento Slow Food

Como indica su traducción, comida lenta, este fenómeno persigue la vuelta a la gastronomía de toda la vida, la que se prepara en casa con productos frescos y locales y se saborea sin prisas en la mesa. Los creadores del proyecto, Beatriz Otxotorena y Óscar Labat, apuntan que para conseguir este propósito es necesario ralentizar nuestro ritmo de vida, pero también cambiar nuestros hábitos de consumo y nuestra relación con el medio ambiente, tres de los ejes de la filosofía Slow Food.

Proyecto_Caracol2 copiaSu buena acogida entre algunos sectores de la población, que prefieren una mejora nutritiva y una mayor calidad de vida por encima de otros aspectos más materiales, está abriendo las posibilidades para la creación y la transformación de ideas y negocios en el sector agroalimentario, y qué mejor ejemplo para ello que el propio Proyecto Caracol, futura sede de la primera escuela mundial de esta corriente.

En octubre de este año esta iniciativa se pondrá definitivamente en marcha con la inauguración en Lizaso del edificio central de su escuela Slow Food, la primera de este tipo a nivel mundial, un hito que puede tener mucha repercusión tanto para este centro como para el valle de Ultzama. No en vano, este movimiento nacido en 1986 en el norte de Italia aglutina a 100.000 socios de todo el mundo, y sus principios han generado una pequeña revolución que ha atraído por igual a productores, restauradores y consumidores preocupados por el cariz exclusivamente comercial que la alimentación ha desarrollado. Uno de sus seguidores más célebres es el papa Francisco.

Sus fundadores, la pareja formada por Beatriz Otxotorena y Óscar Labat, pretenden que tanto la escuela como el proyecto sirvan para que los principios de Slow Food; comida buena (sabrosa), limpia (sin productos químicos) y justa (precios equitativos para los productores), se apuntalen en la sociedad navarra y su impacto en el mundo agroalimentario sea profundo.

La escuela va a echar a andar en seis meses con un presupuesto inicial de 200.000 euros, tres empleados y una construcción con forma de caracol de 180metros cuadrados, que se ampliarán en un corto plazo hasta los quince trabajadores y tres edificaciones más, según las previsiones de sus dos promotores

El espacio dedicado a la cocina y la escuela Slow Food van a ser los eje del proyecto, una propuesta que alcanza los ámbitos sociales y educativos ya que está previsto que personas con discapacidades y en riesgo de exclusión participen activamente en ella. El área educativa estará respaldada además con tres escuelas-taller de ganadería, agroturismo, y bioconstrucción, respectivamente.

Este último, el primero de este tipo en España, va a en entrar en funcionamiento este mismo mayo, y su primera tarea será levantar el edificio principal mediante el personal docente y las personas desempleadas que acudan al taller a través del Servicio Navarro de Empleo, que además obtendrán un certificado homologado de CENER. A estas iniciativas hay que sumarles otras como una quesería, un aula de biodiversidad, un vivero de ideas o un centro de encuentro para empresas, y así hasta 15 proyectos en total.

RESPALDO INSTITUCIONAL Y EMPRESARIAL

No les faltan las ideas a Beatriz Otxotorena y Óscar Labat, una pareja residente en el mismo Lizaso que sabe muy bien qué es montar desde cero un proyecto educativo en el medio rural. Ellos dos son los responsables de la Granja Escuela y la Fundación Ultzama, dos entidades sin ánimo de lucro nacidas en 2013 para satisfacer sus inquietudes personales hacia el mundo agrícola y ganadero en el marco de la sostenibilidad.

Proyecto_Caracol5 copiaDesde su apertura, la granja-escuela ha aumentado su número de visitantes desde los 1.500 hasta los 5.000 del año pasado. Sus 30.000 metros cuadrados de terreno, sus animales, su huerto ecológico y sobre todo la experiencia obtenida en su gestión, les van a servir de base para el Proyecto Caracol.

Tras más de tres años al frente de la granja escuela y la fundación han logrado crear una buena red de apoyos y colaboradores de empresas navarras entre las que se encuentran Postres Ultzama, Lacturale, Arpa, Maskarada, Lorez Lore, Ekolo, Conservas Pedro Luis, Bodega Tandem o Caviar Pirineo, aunque de momento el grueso de las aportaciones económicas proviene de particulares.

El segundo puesto obtenido recientemente en el certamen Desafío de la Mujer Rural 2017, organizado por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, y al que concurrieron otros 182 proyectos, es un gran reconocimiento a nivel nacional y un empujón moral e institucional para la pareja y el proyecto

VENTAJAS Y OPORTUNIDADES

Dicen sentirse respaldados por la Consejería de Desarrollo Rural y Medio Ambiente del Gobierno de Navarra, aunque el mayor soporte se lo da el propio movimiento Slow Food, que acaba de publicar un artículo sobre el Proyecto Caracol en el almanaque anual que reciben todos sus socios, la segunda iniciativa española en aparecer en él. Desde el cuartel general de la organización en la ciudad italiana de Bra se observa con atención los pasos de la escuela Slow Food en Ultzama, la primera y la única en todo el mundo.

Proyecto_caracol4 copiaLa presencia de la escuela de Slow Food en Navarra puede convertirse en un gran empujón para los pequeños productores agrícolas y ganaderos, que en el contexto comercial actual se ven obligados a vender sus productos a los precios fijados por intermediarios y mayoristas, demasiado bajos según las quejas de sus representantes en el sector.

“A la macroeconomía de Navarra le irá genial si todos compramos los productos locales. La cuestión es buscar un punto de encuentro entre los consumidores y los productores locales», explican los promotores del Proyecto Caracol

“Para Slow Food la prioridad está en el comercio local y de cercanía, no es necesario ni tan siquiera que el producto tenga la etiqueta de ecológico”, asegura Otxotorena, que resalta las ventajas de la economía local y de un comercio sin grandes intermediarios y  sin largos trayectos de transporte, un comercio en el que, en definitiva, el consumidor tiene acceso a un producto fresco y de calidad, todo a un precio equitativo para todas las partes.

Y además, la suma de las economía locales tiene asegurado un gran impacto en la economía global. “A la macroeconomía de Navarra le irá genial si todos compramos los productos locales. La cuestión es buscar un punto de encuentro entre los consumidores y los productores locales, porque cuanto más puedan vender los productores en el ámbito local, más podrán bajar los precios de venta al no tener que incurrir en otros gastos como el transporte”, sentencia Beatriz Otxotorena.

Croquis que refleja cómo será el futuro Proyecto Caracol y sus áreas de trabajo

Croquis que refleja cómo será el futuro Proyecto Caracol y sus áreas de trabajo

Una información de Miguel Ciriza© para navarracapital.es


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