Ya hemos perfeccionado la técnica: llegamos, saludamos, fingimos que no estamos vigilando mientras sacan las fotos y empezamos la conversación de manera sutil, intentando no asustar ni avasallar, con una frase de relleno al estilo de “qué buen día hace hoy” -esa la iremos pronunciando cada vez menos en estos meses- o “habéis estado a tope últimamente”. Ahora que hemos revelado sin vergüenza alguna nuestros secretos, le adelantamos que esta vez, y sin que sirva de precedente, no hemos seguido este ritual. Primero, porque dudamos seriamente de nuestra capacidad de poner nervioso a alguien como Xabier Barón; segundo, porque ya lo conocemos; y tercero, porque es nuestra oportunidad para preguntarle algo que desde siempre hemos querido saber. Bueno, desde siempre no, desde que le hemos chequeado el perfil de LinkedIn.
Vamos al grano: ¿Cómo un aspirante a pedagogo termina siendo socio de una empresa de energías renovables? “Suelo decir que he empezado traduciendo a César en las Galias y he acabado con doctores en Electrónica de potencia, hablando de modelado de sistemas eléctricos. ¿Cómo se llega a ese camino? O siendo muy aventurero o siendo un poco irresponsable sobre los riesgos de las cosas”, atestigua. Su explicación y su franqueza nos divierten, pero algunos cabos se nos quedan sueltos. Por eso, como ya es habitual, nos remontamos al principio de un camino que emprendió siendo exageradamente joven: “Siempre he sido autónomo, te diría que desde los 20 años o, igual, incluso un poco antes”.
Barón (Pamplona, 1976) se adentró en el mundo de la formación incluso antes de terminar la FP en Informática. Tras obtener su título, se animó a abrir su propio centro de enseñanza, al que bautizó como Baronec. Y vivió de cerca los albores de Internet. En aquel entonces, Google acababa de nacer y las posibilidades de la red esbozaban un futuro tan inquietante como esperanzador. “A la academia llegaban muchos perfiles diferentes, desde jóvenes hasta gente muy mayor, desde profesionales de grandes empresas hasta funcionarios y amas de casa. Trabajábamos prácticamente en todo, aunque con especial énfasis en formaciones para facilitar la capacitación laboral y en formaciones de alfabetización digital”, rememora.
En las aulas encontró un espacio de evolución como profesional. “Con el tiempo, descubrí que me atraían más la formación y la ‘educomunicación’ que la propia tecnología en sí, aunque esta también me gustaba y me sigue gustando”, señala. Ese universo que había construido, no obstante, se tambaleó con la llegada de la crisis en 2008, que dejó a su sector “muy perjudicado”. No nos da tiempo de lamentarnos demasiado porque enseguida, según nos cuenta, llamó a su puerta otra oportunidad.
“Me invitaron a participar en el Servicio de Comunicación del Gobierno de Navarra para echar una mano a los periodistas, haciendo una especie de puente entre ellos y los informáticos. Fue un trabajo superbonito, casi como un máster pagado de comunicación. Por aquel entonces, la página web de un portal corporativo o de un gobierno local no se concebía como algo especialmente relevante y solían colocar allí a profesionales muy expertos a punto de jubilarse, que habían sido jefes de redacción de periódicos, por ejemplo. De esas personas he aprendido un montón”, evoca. No le vamos a mentir.
El hecho de que Barón esté tan familiarizado con nuestro gremio -de hecho, tiene su propio pódcast, llamado ‘Potencia-Frecuencia’- nos pone el listón más alto todavía. Preferimos no abordar la posibilidad de que el resultado final de esta entrevista no cumpla sus expectativas, por aquello de no anticiparnos antes de tiempo. En su lugar, le preguntamos sobre su paso por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), donde empezó la carrera de Pedagogía motivado por su pasión por la enseñanza. “No la llegué a terminar -confiesa-. Llega un punto en el que tienes una empresa, nacen tus hijos, empiezan a morir tus padres y dices: ‘Bueno, basta, doy para lo que doy’”.
“Sin duda, no eres igual a los 20 años que a los 40, pero yo no he caído en el cinismo”
Sus ganas de hacer pedagogía, en todo caso, rebasaron las fronteras tanto de la vida universitaria como de su labor en torno a la adopción de nuevas tecnologías por parte de la sociedad. “Siempre me ha tirado mucho la solidaridad. Me considero una persona bastante empática, por lo que el sufrimiento de los demás me mueve. Diría que ser ecologista es casi natural si vives en Navarra. ¿Cómo no vas a querer proteger un entorno natural tan rico? Da mucha rabia que aquí, como estamos en una comunidad rica en muchos sentidos, todo esto se tiene en cuenta. Pero claro, en otros lugares donde hay muchos otros problemas, el medio ambiente no es precisamente una prioridad. Esa concepción internacional y local que vas descubriendo mientras te haces adulto y descubres cómo los ecosistemas se interconectan entre ellos es lo que te va movilizando”, expone.
Esa concienciación se vio espoleada cuando se topó con un vídeo de Greenpeace: “Era una acción directa no violenta, en la que algunos voluntarios se colocaban justo debajo de unos bidones llenos de residuos tóxicos que se arrojaban a unas fosas marinas. Aquello me encogió el corazón. Decidí hacerme socio y, en lo posible, también militar dentro de la organización”, revela. En la delegación española de esta ONG, de la que fue vicepresidente entre 2014 y 2018, conoció a su futuro socio. Para entonces, el ingeniero Óscar Alonso, que ya contaba con una amplia experiencia en el mundo de las renovables, se estrenaba en la paternidad y buscaba un proyecto profesional que le permitiera disfrutar de su familia.
LOS INICIOS DE SIG COOP.
“Llevaba siendo ‘lobbysta’ o difusor o evangelizador de las energías renovables desde hacía muchos años cuando conocí a Óscar, quien tuvo la idea de formar la empresa. En el camino de emprender, que es muy largo, yo trataba de aconsejar a él y a Daniel Garralda sobre cuestiones relacionadas con la comunicación. En ese proceso, me dijeron: ‘Xabi, somos ingenieros, muy ingenieros, ¿por qué no vienes con nosotros y nos ayudas?’. Pensé: ‘Venga, parece divertido, vamos a probar’. Y así he acabado aquí”, relata.
‘Aquí’ es SIG Coop., una consultora de ingeniería eléctrica para plantas eólicas y fotovoltaicas. Junto a sus dos socios, nuestro protagonista aterrizó en la empresa en 2015 para desempeñar el cargo de director de Operaciones. “El mundo de las energías limpias es apasionante. Al principio todo parece magia, luego vas descubriendo el sentido a cosas que te enseñaban en el colegio, como qué es un seno o un coseno. ¡Una pena que nunca nos enseñaran eso apropiadamente!”, lamenta. Nosotros asentimos, como si todavía conserváramos en la memoria las nociones más básicas de la trigonometría.
“El mundo de las energías limpias es apasionante. Al principio todo parece magia, luego vas descubriendo el sentido a cosas que te enseñaban en el colegio”
Barón nació en Navarra, se crio en Navarra, estudió en Navarra y trabaja en Navarra. “Tenemos proyectos en Sudáfrica y Suramérica pero, aunque mis compañeros viajan con frecuencia, se da la circunstancia de que podemos hacer prácticamente todo desde aquí. Nuestros mercados principales son el australiano, el europeo -especialmente España y Portugal– y Estados Unidos, sobre todo en la zona de Texas. ¿Por qué en Australia y Texas? Porque allí las redes eléctricas son débiles: son muy largas, muy grandes y resulta difícil gestionar e integrar aerogeneradores. Eso hace que la simulación, uno de los servicios que ofrecemos, sea muy valiosa”, detalla.
Esa proyección internacional llegó, en parte, gracias al contexto jurídico que limitaba su actividad en las fronteras nacionales: “Cuando empezamos, casi todos nuestros proyectos eran para empresas españolas que operaban fuera de España. Hasta prácticamente 2019, aquí había un telón de acero: se ponía un impuesto al sol y desarrollar renovables suponía hacer un esfuerzo sobrehumano”. La realidad ha cambiado de manera radical en los últimos años, en los que SIG Coop. también ha incorporado a otros dos profesionales a su plantilla. “Ahora hay muchísimas iniciativas aquí. Estamos simulando cómo se va a comportar la planta solar fotovoltaica más grande de Europa para que, posteriormente, se pueda presentar su certificación a Red Eléctrica. También hemos simulado los primeros proyectos con baterías que se han hecho en España”, resume.
Para alguien “tan familiar” como Barón, el hecho de trabajar en su tierra es un privilegio. “Ese siempre ha sido un eje fundamental. Cuando muchas cosas se tambalean alrededor de tu vida, la familia suele ser uno de esos pilares que te ayudan a mantenerte en pie. En cierto modo, al trabajar en renovables también trabajas por el futuro de tus hijos -nos cuenta que tiene una hija de 13 años y un hijo de 11-, para que les quede un lugar mejor o, por lo menos, para que no les quede un lugar peor”.
“Nuestros mercados principales son el australiano, el europeo -especialmente España y Portugal- y Estados Unidos, sobre todo en la zona de Texas”
Con sus vástagos, sobre todo, es con quienes disfruta yendo al monte. “Si aprecias la naturaleza, ¿cómo no vas a querer estar al aire libre? Desde el confinamiento, tenemos hambre de verde, de naturaleza y de respirar. Una persona muy querida por mí decía que se le cargan las pilas, que su batería se le llena precisamente en la naturaleza. En cierto modo, a mí me pasa igual. Cada vez va siendo más difícil -añade-, porque un adolescente prácticamente no quiere hacer nada salvo estar en TikTok”. La adolescencia pasa, le comentamos como quien consuela con palabras vacías. Lo que no le decimos, por aquello de no resultar aguafiestas, es que algunas ya hemos superado ese período y, aun así, perdemos horas en dicha red social.
Ya llevamos casi una hora sentados en un banco mojado, aprovechando uno de los efímeros momentos de sol de la semana, cuando le preguntamos si todavía conserva aquel espíritu que le animó a luchar por el planeta y que, más adelante, le llevaría a descubrir su vocación “con los años y el movimiento”. ¿El Barón de hoy sigue siendo un idealista, como ese joven que se sintió conmovido tras ver un vídeo de Greenpeace? “Procuro serlo. Hombre, sin duda no eres igual a los 20 años que a los 40, pero no he caído en el cinismo. Tengo amigos y conocidos que trabajan en este sector y que cayeron en él hace mucho tiempo, que piensan que todo esto es discurso vacío y falso, que eso de estar luchando por el medio ambiente en realidad es una excusa para vender más inversores, más baterías, más molinos o sacar más dinero montando parques eólicos. Muchos conservamos todavía un cierto ideal, ¿no? Creo que sería bastante pobre pensar que haces todo esto solo y exclusivamente por el dinero”, contesta. Nosotras tampoco somos unas cínicas -al menos, no todavía-, así que creemos lo que nos dice.