Jinya recibe a una vecina en la farmacia Dong, ubicada en el corazón de Ermitagaña y de la que es propietaria desde hace pocos meses. Con gran amabilidad y en un perfecto español, le aconseja sobre distintos tipos de champús. “Me encanta involucrarme y ayudarles en lo que necesitan. El hecho de que las personas confíen en ti y puedas tener un feedback, aunque suene a tópico decir que es muy bonito, me llena de verdad”, explica a Navarra Capital poco después de terminar la visita.
Jinya: “Es fundamental manejar bien el español para conectar con las personas”
Esta joven farmacéutica nació en China en 1996, concretamente en una zona costera cercana a Shanghái. Pero lleva en la capital navarra más de catorce años o, como dice con una tímida sonrisa escondida bajo la mascarilla, “casi media vida”.
Llegó con sus padres, que regentan un restaurante desde entonces. Y, aunque para ella ya no es un obstáculo, insiste en la importancia de dominar el idioma: “Es fundamental manejar bien el español para conectar con las personas. Y estoy muy agradecida de que mi familia me haya aportado los medios necesarios para formarme. Porque el lenguaje, si no, sería un obstáculo”.
Tras estudiar Farmacia en la Universidad de Navarra, sus primeros pasos profesionales fueron como investigadora en un laboratorio: “También pensé en la industria, pero creo que la investigación te hace ver muchas cosas”. Después se incorporó como trabajadora a otra farmacia, donde se dio cuenta de cuál era su sitio: “Quizá sea porque en mi casa siempre hemos estado de cara al público. Y la atención a las personas me parece muy gratificante”.
Cogió las riendas de su actual negocio porque su anterior propietaria optó por jubilarse. “Empecé en agosto, así que este proyecto todavía es un bebé. Tener mi propia farmacia lo veía como algo aún lejano, pero decidí aprovechar la ocasión. Y, si no sale bien, me llevaré la experiencia”, confiesa optimista.
A diferencia de lo que a menudo sucede en los establecimientos hosteleros regentados por sus compatriotas, Jinya no esperó a ver cómo evolucionaban sus cuentas para contratar a otra persona, en este caso española: “Tengo mucha suerte, estamos codo a codo, cogiendo el ritmo. Algunos vecinos incluso nos han traído bombones para darnos la bienvenida, son muy agradables”.
OTROS SECTORES
Su caso no es aislado. Y refleja un doble cambio de mirada entre muchos empresarios y emprendedores chinos (en 2021, 1.896 personas nacidas en China residían en la Comunidad foral, de las que un tercio eran autónomos). Por un lado, hay quienes cada vez dan más importancia a su calidad de vida y optan por crear empleo local, al tiempo que se abren paso en sectores menos habituales.
“Ya no solo se centran en los clásicos como la hostelería o los bazares… También llevan unos años montando negocios de uñas, supermercados y algunas boutiques de ropa (desde el pasado mayo, Wú ha abierto dos locales en las calles Emilio Arrieta y García Castañón, mientras que próximamente lo hará Mulaya en la avenida San Ignacio). Además, desde hace un tiempo apuestan por los estancos, inmobiliarias o farmacias”, constata Mónica Yu, secretaria general de la Asociación de Chinos en Navarra.
Tras conocer la historia de Jinya, Navarra Capital decidió visitar algunos de estos negocios. Por ejemplo, Inmozhang Navarra, en el barrio de San Jorge, se centra en los traspasos, la venta y los alquileres de negocios. “Nos hemos especializado solo en pymes, a diferencia de otras inmobiliarias. No trabajamos en pisos y viviendas”, explican desde la empresa.
Maite Huang: “Antes de la pandemia me levantaba a las nueve de la mañana y hasta las once de la noche no volvía a casa”
En otras inmobiliarias como Nan Bei & Pou, situada en Monasterio de Urdax, incluso la propiedad es chino-española. En concreto, sus socios son Maite Huang y el catalán Carlos Pou. “Ya hace casi ocho años que conocí a Carlos”, rememora Maite, también dueña de la Taberna del Cuto.
Cuando llegó a Pamplona en 1996, recuerda que sus compatriotas solo estaban presentes en el sector de la hostelería, donde precisamente ella empezó a trabajar en un primer momento. Pero le atraía la idea de explorar otros ámbitos: “Al principio empecé como comercial en la inmobiliaria. Me parecía un cambio muy grande, así que mi actual socio me fue enseñando poco a poco y me gustó. Soy muy abierta y me gusta aprender más cosas”.
Ahora compagina la gerencia del bar, que asumió en 2007, con su labor en Nan Bei & Pou. “Me da mucha vida, soy una persona inquieta y allí hablo con muchas personas. Pero lo que me impulsó a lanzarme a otro ámbito fue pensar que, si ya había montado un negocio, podía intentar luchar más. Era una buena oportunidad para trabajar y conocer a nuevas personas”, señala.
Gracias a la experiencia que ha adquirido desde entonces, ha mejorado en gran medida sus conocimientos en distintas disciplinas como la informática o en los idiomas. “Antiguamente, nos centrábamos en los restaurantes de comida china. Quizás también porque en otros sectores necesitas dominar el lenguaje. Ahora, podemos trabajar en más cosas y es muy positivo tener más donde elegir. Por eso, los paisanos que han nacido aquí o han venido después tienen más posibilidades”.
EL IMPACTO DE LA PANDEMIA
Al igual que Jinya, su forma de enfocar y entender el trabajo muestra una clara evolución con respecto a sus predecesores. “Nuestra cultura afirma que, cuando te vas de tu país, siempre hay que luchar más. Mi abuelo me decía ‘tienes que trabajar, trabajar y trabajar’. Pero, después del Covid-19, me he dado cuenta de que también hay que disfrutar un poco de la vida. Antes de la pandemia me levantaba a las nueve de la mañana y hasta las once de la noche no volvía a casa. En este momento creo que también se pueden hacer otras cosas más allá del trabajo. Por supuesto sin ser vagos, ya que a nosotros nos gusta trabajar y ser productivos”.
Su marido, por ejemplo, también ha cambiado de sector. “Fue hostelero y estaba muy a gusto, pero ahora ha cogido un estanco en la avenida Bayona“, remata. Precisamente, este tipo de negocios son los siguientes la ruta de Navarra Capital. Junto a este del barrio San Juan, donde también trabaja una persona española, hay al menos otros dos que han cambiado de manos en los últimos años: uno en la calle Amaya y otro en el Casco Antiguo, este es el de menor antigüedad. “Nuestros padres, cuando llegaron, se dedicaban por completo a la hostelería. Ahora queremos trabajar, pero también tener más tiempo para nosotros. Este es uno de los motivos por los que nos adentramos en nuevos sectores”, concluyen varios de los empresarios consultados.
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