En la memoria siempre hay un hueco especial para aquellas vacaciones familiares que tanto disfrutamos de niños. ¿Playa o montaña? ¿Norte o sur? Las opciones eran casi infinitas. Asier Toledano recuerda con detalle los momentos que pasó en la costa de Oriñón, en Castro-Urdiales, junto a sus padres y sus dos hermanos. Los fines de semana, hacían las maletas, se subían al coche con una emoción inabarcable, se despedían de Amurrio y ponían rumbo a Cantabria. Las horas transcurrían con dulzura en aquel paraíso familiar, donde el pasatiempo favorito de nuestro protagonista consistía en recoger chirlas y mejillones entre las rocas.
“La carrera me gustaba, pero fue dura. Aprendí más cuando empecé a trabajar”
Natural de Basauri, siempre tuvo claro que lo más importante de la vida es disfrutarla. Quizá por eso, cuando le preguntaban qué quería ser de mayor, sabía perfectamente qué responder: “Futbolista del Athletic”. Aunque ese sueño suena ya lejano e imposible, Asier reconoce que, cuando puede, visita el estadio de San Mamés y se siente el hombre más feliz del mundo. “Soy muy del Athletic. Disfruto muchísimo con el fútbol, me encanta ver a mi equipo jugar”.
La pasión por esta afición no fue lo único que heredó de su familia. Su padre trabajaba en el ámbito industrial y solía llevarle a visitar fábricas y grandes talleres. Pronto supo que su destino se encontraba precisamente ahí. Prendado de aquellas grandes estructuras que se alzaban sobre él, contemplaba el entorno con ojos curiosos. “La construcción me llamaba la atención. Incluso me planteé hacer Arquitectura, pero mi capacidad para dibujar se quedó estancada a los ocho años”, ríe.
Finalmente, se decantó por formarse como ingeniero industrial en la Escuela de Ingeniería de Bilbao. Sin olvidarse de aquella actitud alegre que desde niño había adoptado, compaginó su formación académica con su vida social, aunque admite que sacar adelante los estudios no fue un camino fácil. “Me gustaba, pero la carrera fue dura. Lo cierto es que aprendí más a posteriori, cuando empecé a trabajar”.
PRIMEROS PASOS EN UNA MULTINACIONAL
Cuando supo en qué quería especializarse, se matriculó en el Máster en Tecnologías Avanzadas de Fabricación, formación que más tarde complementó con el Máster en Dirección de Producción de la Universidad de Mondragón. Esta fue la llave que le permitió abrir las puertas de ITP Aero, una empresa líder global en motores y componentes aeronáuticos. Allí permaneció once años, en los que evolucionó de ingeniero de mecanizado en la fábrica de Zamudio a jefe de departamento. Su gran triunfo fue la creación y gestión de una nueva unidad de negocio: la Minifábrica NGV´s.
“Empezamos con una idea que al principio era difusa. Hicimos los planos, la selección de maquinaria y equipo y, de pronto, habíamos montado una unidad de negocio de unas cincuenta personas”, relata todavía asombrado de aquel joven Asier que pronto comenzó a buscar su lugar en el mundo industrial. Este proyecto se basaba en la realización de NGVs de turbina, y nuestro protagonista, orgulloso del gran camino que trazó poco a poco, hoy lanza un suspiro al aire y sonríe: “Recuerdo ITP como una de esas grandes oportunidades que solo pasan una vez en la vida”.
“Recuerdo ITP como una de esas grandes oportunidades que solo pasan una vez en la vida”
Su trabajo le apasionaba, pero comenzó a rondar por su cabeza la idea de explorar cómo funcionaban las cosas en empresas más pequeñas. Quería un cambio, y entonces su vida tomó un nuevo rumbo. “Sentí la llamada de las pymes”, narra. Así, fichó por Deguisa, una compañía de Amurrio que suministra componentes refractarios para acerías, fundiciones y productores de vidrio, y allí permaneció durante dos años como jefe de fábrica.
Después, se le brindó la oportunidad de ejercer como director de operaciones en ONA EDM, un fabricante de máquinas de electroerosión. “Conseguimos duplicar la facturación en ocho años”, rememora satisfecho.
También quiso probar suerte como freelancer. Trabajó como profesional independiente durante casi dos años, pero la pandemia truncó su progreso hasta que, finalmente, le llamaron de la división de componentes de la Corporación Mondragon. Tenían una oferta muy interesante para él.
APASIONADO DEL VINO
“En la vida hay que probar de todo”, solemos escuchar. Pero, ¿qué es todo? “Todo” abarca mucho. Hay quien utiliza esta afamada frase para justificar una actitud disfrutona y salir de fiesta cualquier día de la semana, quien prueba a cambiar con frecuencia su corte de pelo, quien se aventura a lucir un outfit algo más atrevido o quien, incluso, se muda de país. A sus 51 años, Asier es de aquellos que toma este lema como brújula y, mientras relata su recorrido profesional, nos confiesa un pequeño secreto: es un gran apasionado del vino.
“Me encanta probar vinos. Tinto, blanco, espumoso… Catar vinos me ha enseñado que, efectivamente, en la vida hay que probar de todo, también en el mundo laboral”. Lo único que todavía le quedaba en el tintero era trabajar en una cooperativa. Ahí entró en juego Embega, donde lleva un año y medio como director general.
EL “GRAN MOTOR” DE EMBEGA
Dedicada principalmente a la producción de accesorios para electrodomésticos, la fabricación de juntas de estanqueidad impresas y la serigrafía funcional, Embega destaca por su innovación, su rápida adaptación al mercado y su internacionalización. Nosotros, colmados de curiosidad, nos disponemos a consultarle si podría hacernos un tour por las instalaciones. Pero no hace falta, él ya ha intuido nuestra intención. Con modestia, nos mira y nos pregunta “¿os enseño Embega?”.
Antes de adentrarnos de lleno en las grandes naves, nuestro invitado se detiene a contemplar nuestro calzado. Su mirada se mantiene fija en mis Converse, tuerce el gesto y enseguida rebusca algo entre sus cajones. “Es importante llevar zapatos de seguridad”, aclara mientras nos ofrece unas punteras de aluminio. Ahora, bien equipados, estamos preparados para conocer la fábrica.
Nuestra primera visita tiene lugar donde se trabajan los metales estéticos. Entre artículos recién elaborados, laminadoras y máquinas gigantescas, Asier cuenta que actualmente están centrados en conseguir nuevos acabados decorativos. “La innovación es nuestro gran motor. De hecho, aquí tenemos claro que incluso de los defectos se puede sacar algo bueno”, menciona orgulloso mientras nos guía hasta un nuevo producto. Entonces, nos muestra un tirador de horno de un color negro casposo: “Hacemos grabado con láser, el proceso de anodizado y después lo electrocoloreamos. Este salió con un error de fabricación y lo aprovechamos para replicarlo porque el resultado nos gustó”.
Con nuestro calzado de seguridad, sintiéndonos como unos alumnos que disfrutan de una visita guiada en una excursión del colegio, seguimos avanzando hacia el siguiente taller, ubicado junto al CS Stirling Navarra, donde los trabajadores se emplean a fondo en la serigrafía funcional. “Desde hace meses aplicamos un sistema de inspección por visión artificial, complementado con inteligencia artificial, de tal forma que cuando hay un falso negativo, le enseñamos a la máquina ese tipo de defectos para que los dé por buenos. Esto da mayor confianza y fiabilidad”, concreta.
De hecho, para este nuevo año, la firma destinará un 9 % de su volumen de negocio a inversiones, especialmente a la serigrafía funcional. “Nuestro plan es entrar en Miele como suministradores de sensores capacitivos. Probablemente se colocará entre los tres clientes más importantes”.
NUEVOS PROYECTOS
Nuestro protagonista, emocionado, enumera los planes de futuro de Embega. La firma tiene entre manos una propuesta muy interesante para el sector salud. Además de sensores capacitivos, está desarrollando sensores electroquímicos. “Estamos trabajando en un chaleco que sirve para monitorizar los latidos del corazón. Son circuitos electrónicos pequeños y ligeros. Ahí está la ventaja de la serigrafía funcional en la que tanto nos estamos esforzando. Por otro lado, queremos volcarnos en una propuesta para deportistas, con sensores que detectan el sudor para medir los niveles de oxigenación”.
“Estamos trabajando en un chaleco para monitorizar latidos del corazón”
También en el ámbito sanitario, en colaboración con el CS Stirling Navarra, está serigrafiando sensores sobre telas, concretamente en fundas de colchones: “En residencias, a veces hay personas errantes. Mucha gente va al baño por la noche y luego le cuesta orientarse para volver. Al poner este sensor en el colchón, sabes, de una manera que no es invasiva, si esa persona está o no está en su cama”.
“Lo que más me gusta de trabajar aquí es la estrecha colaboración con el cliente y participar desde el inicio en los proyectos. En Embega, damos soluciones desde el principio. Acompañamos al usuario en todo momento, en todas las fases, y esa labor es muy bonita. Además, el modelo cooperativista puede ser atractivo para las nuevas generaciones por la capacidad de participar en la toma de decisiones sobre el futuro del proyecto en el que se trabaja”, confiesa acto seguido.
Las cifras respaldan el gran trabajo de la cooperativa, cuya facturación ha aumentado más de un 36 % en los últimos años. ¿A qué se debe esta gran evolución? Asier echa la vista atrás antes de responder. “Con el Covid-19 hubo un boom en la compra de electrodomésticos. Todo el mundo compraba hornos, porque se empezó a cocinar mucho”, rememora. Hoy, sin embargo, la inflación ha frenado un poco la expansión de la industria, especialmente desde el mes de mayo. “Nosotros supimos aprovechar esa oportunidad, pero ahora estamos buscando nuevas maneras de progresar sin tener que depender de los vaivenes del mercado”, apostilla.
A pesar de la subida de precios, el balance de 2023 es positivo. “Hemos cerrado el año con los mismos números de 2022, alrededor de los 12 millones, pero con mejor resultado”, remarca. Además, nuestro invitado hace especial hincapié en el papel tan importante que tiene la comercialización internacional en la firma, que supone más del 60 % del volumen de negocio. “Vendemos en muchos lugares del mundo, pero especialmente en Europa. Tenemos clientes como BSH, Jofemar, Ingeteam, Simon, BHTC, Electrolux…”. ¿Embega pretende abarcar aún más horizontes? Nuestro invitado se frota las manos y vuelve a subrayar que es un gran catador de vinos y que siempre hay que estar abierto a nuevas oportunidades. “Ya hemos dicho que hay que probar de todo en esta vida, ¿no?”.