La Europa del futuro que estamos construyendo en las instituciones europeas tiene muy claro que la digitalización y la sostenibilidad deben ser las dos patas que sustenten a la Unión Europea como potencia internacional y como líder en innovación. Dichos objetivos vertebran los planes de recuperación de los estados miembros y los fondos Next Generation EU.
No obstante, para ser capaces de llevar a cabo una digitalización eficiente, competitiva e inclusiva, que sea capaz de impregnar todos los ámbitos de nuestras vidas, necesitamos una industria digital europea fuerte y autónoma.
La primera ola de la pandemia del Covid-19 evidenció la pérdida de la industria europea sufrida en las últimas décadas y, en consecuencia, la dependencia generada por parte de la Unión Europea en materias primas claves respecto de terceros países de otras zonas del planeta.
La falta de materiales sanitarios, tales como mascarillas, respiradores o equipos de protección, generó desabastecimiento en plena crisis sanitaria y expuso a nuestro personal sanitario y esencial. La UE supo responder con la creación de la Unión Europea de la Salud y la compra conjunta de material sanitario y vacunas.
Pero pudimos extraer una lección que no fuimos capaces de prever: la dependencia en ciertas materias primas tecnológicas vitales para muchos de nuestros sectores. Tras analizar el problema, tenemos muy claro cuál tiene que ser la solución: debemos generar una autonomía estratégica en torno a nuestra industria europea y al abastecimiento de productos y materias primas esenciales. Es decir, fabricarlos nosotros en Europa.
“Grandes empresas como Apple, Microsoft o Sony han tenido que retrasar o escalonar el lanzamiento de sus últimos productos debido a la falta de stock”.
En este sentido, el impulso a la digitalización generado por la pandemia ha conllevado una escasez de microchips a nivel mundial. Cada vez los productos que usamos en nuestro día a día requieren de más microchips, y más allá de los móviles o los ordenadores, se encuentran en la mayoría de objetos que nos rodean. Consecuentemente, vivimos un aumento general de la demanda de estos productos a nivel mundial y la Unión tiene mucho que hacer en este sentido.
Hace 30 años, la Unión Europea producía el 30 % de la fabricación global de semiconductores. A día de hoy, este porcentaje ha descendido hasta el 10 % de los chips y nos ha llevado a una situación de dependencia respecto de otras potencias. En concreto, Taiwán y Corea del Sur representan casi la mitad de todos los semiconductores en el mundo. De hecho, ambos países producen el 70 % de los microchips dedicados a memorias tecnológicas y el 83 % de los chips para procesadores. En definitiva, tenemos una clara dependencia estratégica de materiales claves para el desarrollo económico, digital y tecnológico.
Como continente, debemos generar una autonomía estratégica y aumentar la producción de estos bienes fundamentales para nuestra industria digital. Todo ello en el marco de la Nueva Estrategia Industrial de la Unión Europea, que asegure la resiliencia de nuestro modelo productivo y tecnológico.
En este sentido, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunció el pasado septiembre el impulso a una novedosa ley europea de chips para afianzar esta independencia del suministro y pasar del 10 % al 20 % de la producción mundial de semiconductores en la próxima década. Del mismo modo, la Comisión Europea intensificará la producción de microchips de forma urgente con la inversión de 40.000 millones de euros para este fin.
“La Comisión Europea intensificará la producción de microchips de forma urgente con la inversión de 40.000 millones de euros”.
Sin embargo, la escasez de chips es un problema mundial generalizado. Grandes empresas como Apple, Microsoft o Sony han tenido que retrasar o escalonar el lanzamiento de sus últimos productos debido a la falta de stock de estos bienes. En cambio, las consecuencias más importantes han sido el aumento del precio de estos productos y la paralización de muchos puestos de trabajo en nuestras industrias.
En Navarra, esta realidad sigue estando presente con las paradas frecuentes en la producción industrial de nuestra comunidad, especialmente en el sector automovilístico. Empresas como Volkswagen Navarra se han visto obligadas a suspender su producción por la falta de semiconductores, del mismo modo que otras muchas compañías dependientes del sector. Ejemplo de ello ha sido la paralización de la planta de SKF Tudela la pasada semana.
La respuesta de la Unión Europea debe ser rápida y urgente. Debemos dar respuestas a los problemas que se presentan a nivel industrial y tecnológico, y ser capaces de fortalecer la industria digital europea, española y navarra. Para ello, confiamos en poder aprobar una ley de chips en el Parlamento Europeo lo antes posibles y seguir construyendo una autonomía estratégica que nos permita ser resilientes y no depender de nadie.
Los problemas globales, requieren de soluciones globales. Y la respuesta de la Unión Europea debe ser legislar, invertir y producir para el logro de una autonomía digital, industrial y tecnológica que tenga como principal objetivo no dejar a ninguna persona trabajadora, ni empresa, en el camino de esta escasez global de semiconductores.
Adriana Maldonado
Eurodiputada socialista