jueves, 12 diciembre 2024

Dámaso Molero, un científico «de fábrica»

En solo catorce años y bajo la dirección de este pamplonés, 3P Biopharmaceuticals se ha convertido en una referencia mundial en el campo de la biotecnología. Hoy suministra a los principales laboratorios farmacéuticos, donde Dámaso Molero trabajó durante años para transformarlos, hasta que fue llamado con el objetivo de poner en marcha la empresa. Una firma que, tal y como adelantó este medio el pasado miércoles, prevé invertir entre 25 y 30 millones hasta 2025 en nuevas líneas de producción de fármacos. Además, el 'general manager' de la compañía ha sido incluso asesor de la Comisión Europea.


Pamplona - 5 junio, 2021 - 00:02

Artículo patrocinado por BANCO SABADELL

Dámaso Molero defiende el trabajo realizado con las vacunas contra el Covid-19. (Fotos: Maite H. Mateo)

Dámaso Molero dirige una empresa que nació muy a la navarra. La idea surgió en una conversación entre Josetxo Aracama, entonces director general de Sodena, y Antonio Martín, su homónimo en el Cima, quien más tarde sería el presidente del consejo de administración de 3P Biopharmaceuticals. «En el Cima investigaban, descubrían muchas moléculas, algunas de naturaleza proteica, pero necesitaban más producto y de más calidad para realizar estudios clínicos. Buscaron algún proveedor en España, no había, tuvieron que irse al extranjero y pagar cantidades importantes, lo comentaron en la charla y dijeron que la solución sería contar con una fábrica. Aracama dijo «¡pues la hacemos!», Martín le retó «¡a que no hay!» y Josetxo «¡a que sí hay!». Así nació 3P, en un bar de la avenida de Carlos III», recuerda riéndose el ‘general manager’ de la firma.

Sodena y el Cima le encomendaron la dirección del proyecto de la futura fábrica. «Me dirigía a mí mismo«, dice con otra carcajada. «Bueno, no del todo porque Antonio Martín me ayudó mucho y le estoy muy agradecido. Pero sí, yo solo empecé a vislumbrar lo que podría ser la fábrica y su futuro». De esa época queda una fotografía en la que se le ve ante una pared cubierta con papel de estraza, donde iba anotando las ideas y propuestas que darían lugar a 3P Bio. Nos la muestra con una nueva sonrisa, que tiene un toque de nostalgia. «Alta tecnología: muchos metros de papel de envolver y unos rotuladores«, bromea.

La empresa se puso en marcha «en la época de las vacas gordas». Luego vino la crisis económica y con ella las dificultades. «Pero estoy muy orgulloso de que, gracias también a los socios que he tenido y a los financiadores, siempre hemos dispuesto de dinero para pagar las nóminas y no hemos despedido a nadie. Es más, hemos estado invirtiendo continuamente, incluso en los peores momentos, en situaciones de virtual quiebra técnica de la compañía, porque era una apuesta de futuro«.

«Lo importante es pensar las cosas bien. Y en los 500 millones de europeos hay mucha ciencia, mucha inteligencia».

Hoy, catorce años después, 3P Biopharmaceuticals afronta importantes inversiones de entre 25 y 30 millones de euros con el objetivo de ser una empresa líder en su sector a nivel mundial, tal y como adelantó NavarraCapital.es esta semana. Es más que una mera fábrica, es una CDMO (por sus siglas en inglés, Contract Development & Manufacturing Organization). «Es decir, desarrollamos y fabricamos para nuestros clientes, les acompañamos a lo largo de toda la cadena de valor del desarrollo de un medicamento, desde las pruebas de concepto que hacen con unos microgramos en sus laboratorios hasta que se fabrica y sale al mercado, con todas las etapas intermedias, de toxicología, preclínica y estudios clínicos».

El objetivo, al iniciar la generación de un medicamento, «es desarrollar un proceso para su futura fabricación, que sería la D de esa CDMO, pero al mismo tiempo estamos fabricando, es la M, para entregar al cliente pequeñas cantidades con el fin de que pueda hacer estudios preclínicos, de toxicología».

Cuando el proyecto está más avanzado, «fabricamos en condiciones GMP –good manufactoring practices– para que ese material que entregamos pueda ser utilizado en humanos en estudios clínicos». Si el cliente ha tenido éxito y la Agencia del Medicamento lo aprueba, «nos puede encargar que lo fabriquemos de forma masiva, como estamos haciendo ahora con la vacuna para la leishmania en perros del laboratorio Leti, que desarrollamos aquí, es la única que existe para esta enfermedad y la vendemos en todo el mundo, o el primer biosimilar desarrollado en España, en principio para Cinfa y ahora para la multinacional Mundipharma«.

Dámaso Molero tiene una larga experiencia laboral en las más importantes empresas farmacéuticas.

Molero tiene una larga experiencia laboral en las más importantes empresas farmacéuticas.

Inevitablemente, utiliza términos científicos y conceptos técnicos que desconocemos. Pero Dámaso Molero, paciente y amable, los traduce cuando nuestro rostro delata que nos hemos perdido. En alguna de esas ocasiones, aprovechamos para desviar la entrevista hacia apartados más asequibles, por ejemplo el biográfico. Nos cuenta que nació en Pamplona y dentro de dos semanas cumplirá 61 años. Aunque le gustaba la ingeniería, siguió las indicaciones paternas y estudió Farmacia en la Universidad de Navarra «con muchos objetivos que nunca se cumplieron». Mientras se ríe, añade que no pensaba hacer la tesis doctoral, pero la empezó para abandonarla posteriormente cuando le llamaron de una primera empresa. «A mí lo que me atraía era el mundo industrial». De hecho, eligió la especialidad de Farmacia Industrial. «Era dura e incluía asignaturas de ingeniería».

«Hemos estado invirtiendo continuamente, incluso en los peores momentos».

Sí se hizo realidad otro de sus propósitos: salir de Pamplona. Lo hizo en junio de 1985 para irse a trabajar a Madrid cuando fue contratado por Glaxo. Después pasó por Roche, Syntex y estuvo diez años, hasta febrero de 2005, en Shionogi, compañías en las que se especializó en la mejora de procesos. «Nunca me pude imaginar que, después de veintidós años trabajando en multinacionales farmacéuticas, iba a volver a Pamplona con un proyecto tan atractivo como el de 3P». ¿Le costó tomar esa decisión? Admite que, tras la etapa de Shionogi, «necesitaba un cambio». Y, con una sonrisa que tiene algo de pícara, responde. «Siempre he sido muy osado y un reto como el de 3P fue casi natural para mi forma de ser y actuar. Pero también hubo mucha insensatez por mi parte, no sabía dónde me metía, no sabía de biotecnología… La osadía fue algo excesiva».

TRANSFORMADOR RADICAL

En todas las empresas donde ha estado, no se ha conformado «con hacer las cosas como se venían haciendo». «Siempre me han planteado retos, o yo los he pedido, de transformación casi radical». Estando en Glaxo, se convirtió en el primer jefe de valoraciones que hubo en España: «Me lo plantearon como reto y tuve que aprender». En Roche, montó la primera planta de llenado de antibióticos que abría el laboratorio fuera de Suiza y dirigió la remodelación total de la planta de Syntex en Leganés, «que todavía está funcionando» como la dejó. «Mientras iban cerrado plantas por el mundo, conseguí inversiones para la mía». En Shionogi, participó en el desarrollo de las cápsulas vegetales que sustituyeron a las de gelatina y creó un equipo de japoneses y españoles que, en pocos meses, logró reflotar y hacer altamente productiva una fábrica en Estados Unidos. «Tengo avidez de retos, las compañías me los han encargado y siempre he salido airoso».

Estamos ante un científico y ha utilizado la palabra vacuna, de modo que resulta obligado preguntarle por las del coronavirus. Asegura que no le ha sorprendido la rapidez de los laboratorios para dar con ellas. «Es verdad que se han acortado mucho los plazos, pero no se ha hecho a la ligera. Las compañías, centros tecnológicos y científicos llevan muchos años investigando y trabajando en vacunas, hay mucha ciencia y muy sólida detrás, y ante la necesidad todo ese conocimiento que se ha ido generando se ha puesto sobre la mesa, se ha compartido». Por la misma razón, no le resulta extraña la efectividad de las desarrolladas por algunos laboratorios, que utilizan tecnologías diferentes. «Yo estoy muy tranquilo», sentencia. Añade que la ciencia base desarrollada para dar con la vacuna contra el Covid-19 va a propiciar un gran impulso a otros medicamentos que utilizaremos dentro de unos años.

«Nunca pensé que, tras veintidós años trabajando en multinacionales farmacéuticas, iba a volver a Pamplona con un proyecto tan atractivo como el de 3P».

3P Bio no está al margen de la lucha para erradicar la pandemia porque colabora con una compañía francesa en la elaboración de una vacuna contra el Covid-19 y con otra sueca, que busca un tratamiento de la enfermedad.

ASESOR DE LA COMISIÓN EUROPEA

De su notoriedad –no solo en el campo científico- da idea el hecho de que haya sido uno de los veinte asesores con los que ha contado la Comisión Europea para elaborar la Estrategia Industrial 2030. Un grupo de trabajo que, a lo largo de casi dos años, elaboró un documento «muy interesante». «Lo curioso es que muchas de las recomendaciones que hicimos en materia de digitalización, de apuesta por la biotecnología a pesar de que era multidisciplinar y no sectorial, de trabajar con las personas y otras que han aflorado tras la llegada del Covid-19, ya las expusimos antes de la pandemia».

Ya, pero estamos en un momento en el que Europa parece relegada por la pujanza de China y otros países del sureste asiático o por la capacidad de reacción de EEUU. ¿Podemos recuperar ese retraso? «Lo importante es pensar las cosas bien. Y en los 500 millones de europeos hay mucha ciencia, mucha inteligencia», defiende. «De acuerdo que China, India y otros emergentes están ahí, como Estados Unidos o Japón. Sin embargo, el planteamiento que se hizo en este grupo era el de reforzar mucho los valores sociales, cívicos y culturales que nos han llevado a lo que hoy es Europa, reconociendo que tenemos competidores y debemos ser altamente eficientes y productivos con un respeto exquisito del medio ambiente, cosa que no hacen otras regiones del mundo. No podemos permitir aquí ciertos salarios, explotar laboralmente a los niños o fábricas sin condiciones higiénicas o de sanidad».

Fue uno de los asesores con los que contó la Comisión Europea para elaborar su Estrategia Industrial 2030.

Fue uno de los asesores con los que contó la Comisión Europea para elaborar su Estrategia Industrial 2030.

Son ideas en las que Dámaso Molero cree con firmeza y aplica en 3P Bio, donde trata de fomentar «la honestidad, la transparencia, el rigor, el amor al trabajo bien hecho y el cuidar los pequeños detalles, no solo en la parte técnica sino también, por ejemplo, en el cuidado de un cliente» o a la hora de cumplir los compromisos. «Y hablar con sinceridad, poniendo los problemas encima de la mesa cuando los hay porque es la única manera de resolverlos, y también a la hora de reconocer y valorar el trabajo de una persona o un equipo, felicitarles, agradecerles… Me gustaría poder hacer más por los empleados de 3P como personas, ayudándoles en su desarrollo. Es que la media de edad está en unos 32 años… yo pondero al alza», concluye con otra de sus empáticas sonrisas.

«Tengo avidez de retos. Las compañías en las que he trabajado me los han encargado y siempre he salido airoso».

Parece reflexionar unos momentos. «Quizás estoy tratando de hacer lo que no hicieron conmigo en los inicios de mi carrera profesional. La mayoría de los jefes que he tenido me han tratado como persona, en primer lugar, y luego como profesional. Aprendí mucho de ellos, pero las compañías no estaban orientadas al cuidado de las personas. He visto gastar, o malgastar, mucho dinero en formación quizás porque estaba en el presupuesto, pero no buscando que esa persona que iba a formarse mejorase o se sintiera satisfecho de trabajar en la compañía. Yo lo intento, unas veces con éxito y otras con un poco menos».

No es postureo, la puerta de su despacho no se cierra. «Me da mucha pena ahora con este engorro de la mascarilla. ¡No reconozco a la gente!». Además, explica que han limitado los accesos entre las tres sedes actuales de la empresa, todas en torno al CEIN, en Noáin, para reducir el riesgo de contagios que pudieran afectar a las actividades de desarrollo y producción. «Tenemos un compromiso profesional con los clientes, y también un compromiso moral. Cuando estamos ya en la fase M para estudios clínicos, hay personas que esperan el producto que fabricamos y un enfermo puede depender vitalmente de nosotros. Por eso no podíamos parar. Y el aislamiento no favorece el contacto. A ver si podemos tirar esas barreras porque tengo muchas ganas de restablecer lo que siempre he hecho. Soy un hombre de fábrica y de estar en contacto con las personas«.

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