viernes, 26 abril 2024

David Beriain, un navarro entre talibanes

El pasado 11 de enero de 2020, NavarraCapital.es publicó esta emotiva entrevista de trabajo con David Beriain, donde el periodista de Artajona repasó su trayectoria y dio algunas pinceladas sobre su visión de la vida y la profesión. Un reportero de raza que se definía como "un navarro cabezón" y que, sin duda, trató de llegar siempre adonde otros ni siquiera se asomaban. Descanse en paz junto a su colega Roberto Fraile, ambos asesinados este lunes en Burkina Faso.


Pamplona - 27 abril, 2020 - 14:45

El periodista navarro David Beriáin. (Foto: Maite H. Mateo)

Como recorre el mundo siendo protagonista de vivencias únicas, cabría pensar que al preguntarle por sus referencias nos citaría a periodistas míticos o corresponsales de guerra de leyenda. Pero no, David Beriain dice que están en su pueblo, en Artajona: «Fue mi mundo hasta los 18 años. En cierta forma lo sigue siendo porque es una referencia fundamental en mi vida, me ha hecho como soy«. Allí escuchó historias de vecinos «que se fueron por el mundo ofreciendo su ayuda a los demás, la mayor parte misioneros. Esas historias me impactaban, me llenaban de curiosidad. Me propuse explorar otros países y echar una mano por ahí». Dice que le interesaban «demasiadas cosas: política, sociología, historia, filosofía, psicología, antropología… ¡Incluso la teología!». Finalmente eligió el periodismo «casi porque era la carrera que menos cosas dejaba fuera y, además, me gustaba escribir».

«El jefe del cartel de Sinaloa me dijo: ‘Si estás aquí es porque este te ha traído. Él será el responsable de lo que hagas y si tú te columpias, yo lo mataré'».

Total que llegó a la Universidad de Navarra «sin tener ni puñetera idea» de si ese era su camino. «Pero lo que sí sabía era que quería viajar, sobre todo a América Latina porque ahí estaban las referencias de esa gente que conocía mi familia y que habían estado allí”. Alguien le sugirió que, ya que estudiaba periodismo, fuera como reportero. Y con 18 años, recién terminado el primer curso, escribió cartas a «un montón» de medios de comunicación de Sudamérica: «Solo me contestó el director de uno de un sitio perdido de Argentina, Santiago del Estero. Tenía un hijo que había pasado por la facultad y le hizo gracia que quisiera ir». Así que en las vacaciones, antes de comenzar segundo, se plantó allá.

Se presentó al jefe de redacción de aquel periódico confesándole que no sabía nada. «Pero le dije que tenía muchísima pasión y que quería ayudar. ‘Como no conozco este sitio, igual os puedo echar una mano con las noticias internacionales’. Aquel tipo me miró de arriba abajo y dijo: ‘¿Qué? No, chaval. Vas a ir a la calle, como todos, que es donde están las historias porque allí es donde está la gente«. Se notan los años delante de la cámara, porque habla intercalando pausas en un relato que parece un guion de sus documentales.

PERIODISMO ANTIGUO

«Mamé ese periodismo antiguo y tradicional de hablar con las fuentes, de ver y sentir, desde muy joven. Eso me ha hecho ser el periodista que ahora soy». Su primera información la cubrió, junto a otro reportero, en un manicomio sobre el que existían denuncias de que se estaba violando a pacientes.

Pensamos en nuestros comienzos, con reportajes sobre cuestiones intrascendentes, y nos sentimos unos aficionados frente a este profesional. «Publicamos aquella historia, la situación cambió y yo me dije: ‘Esto es lo que quiero hacer toda la vida’. Eso me hizo ver que me interesaban las situaciones más duras y no tanto las noticias en sí, sino las personas que las protagonizaban, descubrir lo que llamamos la naturaleza humana«, añade David, que empezó a frecuentar ambientes difíciles en los que no existen los mecanismos de los que la sociedad se dota para poder vivir, como «la diplomacia, la educación, la necesaria hipocresía…», y donde la gente «se revela como lo que es, en lo malo y en lo bueno». Eso le enganchó.

«Las historias de gente de Artajona que fueron por el mundo ofreciendo su ayuda, sobre todo misioneros, fueron mi referencia».

Repitió la experiencia de San Juan del Estero dos veranos más y, después, vivió allá dos años. Le hicieron jefe de la sección de sucesos.

«Pero enseguida empezaron a llamarme más la atención los desmanes que hacían los policías, los políticos y los jueces, y me dediqué al periodismo de investigación». Tenía 22 o 23 años y recibía amenazas de muerte, pero sus informaciones abrieron una vía por la que entraron medios nacionales y provocaron la caída de un gobierno «corrupto y caudillista».

Eso sí, su pequeño periódico tuvo que dejar de publicar sus historias porque estaba muy presionado y volvió a España, donde también le esperaba su pareja. «La verdad es que me aburría un poco, no encontraba temas con aquella chicha». Trabajaba en ‘La Voz de Galicia’ cuando se produjo el 11-S y para entonces David había leído un libro sobre los talibanes y Al Qaeda. «En ese momento en el que nadie sabía qué estaba pasando, yo sabía algo más». Fue enviado a Afganistán con las tropas españolas “porque había muchos gallegos» y allí volvió a sentir «lo que sentía en Argentina». «Luego les convencí para cubrir la guerra de Irak y la de Darfur… Volví después seis veces a Afganistán y otras seis a Irak. La verdad es que fui muy afortunado, bueno, y muy pesado. Cogí fama de navarro cabezón«, reconoce entre risas.

Y SE HIZO EMPRESARIO

Ya tenía su territorio profesional, pero aún no había dado con la forma. No le satisfacía contar que un ejército había avanzado 350 metros. «Lo que yo quería era estar con ese tipo que estaba en ese ejército y preguntarle: ‘Oye, ¿por qué estás aquí?’. Me di cuenta de que necesitaba pasar tiempo, enfocarme más en los personajes, y eso significaba recursos porque mi periodismo era el de meterse en la realidad. Ese periodismo de inmersión, por definición, se tenía que ver y empezó mi coqueteo con el vídeo». Primero fue en internet, donde publicó algunas de sus grandes exclusivas. Por ejemplo, cuando entró en los campamentos de las FARC o cuando entrevistó a los talibanes. Eso hizo que le ficharan para hacer documentales para televisión.

«‘Clandestino’ se ve en 120 países y acaba de ser elegido, por segunda vez, como uno de los cuatro mejores programas de actualidad del mundo».

«Comprendí que lo que conseguía era algo demasiado delicado como para dejarlo en manos de otros, para que al final un jefe decidiera sin estar sobre el terreno ni saber los compromisos que tenías con las fuentes… Total que me di cuenta de que tenía que ser empresario, productor».

Así nació hace casi ocho años su empresa, 93 Metros, que produce series documentales como ‘Clandestino’. «Se ve en 120 países y acaba de ser elegido, por segunda vez, como uno de los cuatro mejores programas de actualidad del mundo». Además, da empleo a unas cuarenta personas.

A estas alturas de la conversación, nos intriga saber cómo consigue David ser admitido por quienes mandan en los mundos peligrosos en los que se mueve. «Es lo que decía antes. Soy un navarro cabezón, estoy dispuesto a fracasar más veces que los demás y también tengo otra cosa muy de esta tierra: que no nos gusta el fracaso, así que insisto hasta que consigo lo que busco». Asegura que no hay fórmulas secretas y que se trata de trabajar mucho para conseguir contactos y enlaces «desde la humildad, porque no sabes nada de dónde vas ni de quien vas a entrevistar».

Pone como ejemplo su inmersión, que duró cuatro meses, en el cartel de Sinaloa. Fue enlazando contactos para llegar hasta arriba, y nos reproduce la escena con el jefe: «Me presenté y le dije que quería hacer una información honesta y tal… ‘Pues muy bien’, me dijo. ‘Pero no te conozco de nada. Si estás aquí es porque este te ha traído y quiero que entiendas una cosa: esto no es un juego. Él será el responsable de lo que hagas y si tú te columpias, yo lo mataré’. Y es así porque el lenguaje que ellos entienden es el de las garantías, y la garantía suprema es la vida«.

Es un juego de confianzas en el que los argumentos principales son la empatía y la responsabilidad. «Por eso tenemos que ser empresa, para controlar ese contenido», insiste. De acuerdo, pero una vez que llega hasta el capo, ¿por qué accede a contarle secretos que no ha revelado a nadie más y a cara descubierta? David hace un gesto ambiguo y dice que «a veces por el ego, otras porque necesita o les interesa hablar». Pero en cualquier caso es necesario actuar con honestidad «porque nos movemos entre una gente que deja muy poco margen para el error, a esas personas no les mentimos nunca. En ‘Clandestino’ salen guerrilleros, terroristas, sicarios… ¡Pues no les robamos ni un plano, no hay una sola cámara oculta! No hay engaños y claro, no va a ser una apología de nada, pero tampoco hay que dar motivos para que te digan que has sido injusto o deshonesto».

«Que la realidad supera a la ficción es cierto. He tenido experiencias que es imposible que se las invente un guionista».

SICARIOS ENTRE NOSOTROS

Su relato es apasionante. No sabemos si lo nota, pero sobrecoge. Por ejemplo, cuando relata que hizo un documental sobre sicarios «sin salir de un radio de 5 kilómetros, en torno a mi casa de Madrid».

También cuando revela que, aunque pensemos que las gentes de sus programas son «una especie de animal diferente porque matan para vivir, que nos gustaría pensar que hay una distancia sideral entre tú y ellas, no es así». Porque «sientes vértigo cuando ves que hay un montón de cosas suyas que también están en ti, y eso asusta tanto o más que las amenazas». Asegura que eso de que la realidad supera a la ficción es cierto. Él ha pasado por experiencias «que es imposible que se las invente un guionista».

Le preguntamos si se ha planteado alguna vez hasta qué punto resulta conveniente dar voz a personas de las que nada tenemos que aprender. Y David hace una pausa, nos mira, sonríe unos segundos y responde. «Claro que puedes aprender de ellos muchísimo. Aprendes de cada una de las respuestas, de cada una de las personas. Les hago a todos lo que yo llamo la pregunta del navarro: ‘¿Y tu madre que piensa de esto que haces?’. No te puedes imaginar el efecto que tiene y las respuestas son increíbles, ¡pero increíbles!». Seguimos haciendo de abogado del diablo y le pedimos una respuesta para quienes le acusan de buscar el morbo: «Que vean el programa», contesta inmediatamente y sin titubear. Luego añade que «vivir estas realidades para mí es fascinante y quiero que el público comparta mi fascinación».

Creó su propia empresa para dirigir los contenidos de acuerdo a sus ideas.

Creó su propia empresa para dirigir los contenidos de acuerdo a sus ideas.

Lamentablemente no cabe en este espacio todo lo que nos contó, pero estas entrevistas tienen un argumento económico. Y por eso, tenemos que hacer un hueco a la empresa. Siendo un hombre de acción, ¿cómo lleva la gestión de un negocio? «Mejor de lo que pensaba. Porque me he ido dando cuenta de que era necesario y no se me daba mal. Y me motiva que gente con muchísimo talento pueda ir a los sitios a hacer el periodismo como lo soñamos, con tiempo, con medios y ambición». Reconoce que le gusta más «estar en medio de la selva en no sé qué operación», pero está dispuesto a pagar ese precio. «Aunque hay veces en las que, como todos los empresarios, dirías ‘¡hala, todo el negocio para ti, me largo!'».

No lo hace porque, como él mismo dice, es un friki al frente de un atajo de frikis, que comparten la pasión de hacer documentales. Y porque espera cumplir un sueño empresarial: montar una delegación de 93 Metros. ¿Dónde? «En Artajona, por supuesto».

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