El Camino de Santiago que hoy conocemos es el resultado directo de uno de los mayores esfuerzos colectivos realizados nunca por la Humanidad. Durante siglos, los millones de peregrinos que lo han recorrido han generado un inmenso caudal de conocimientos, experiencias y sueños compartidos.
Lo que nadie sabe, sin embargo, es que la ‘leyenda’ sobre la que se sustenta la ruta jacobea se ha construido, en gran medida, gracias a la decisiva intervención de muchísimos personajes anónimos totalmente entregados a “la causa”. Nos referimos, claro está, a todos los que se involucraron en aquellos tiempos, no tan lejanos, donde todo estaba aún por definir. No faltó entonces quien ofreció cobijo al peregrino o quien se prestó para que pudiera encaminar bien sus pasos hacia Santiago. También el que hizo una impagable labor de promoción de la rica cultura, gastronomía e historia que rodea al mítico “Camino de las Estrellas”.
Ese, precisamente, es el caso de nuestro protagonista, el doctor Lucién Hurmic, galardonado hace pocas fechas -a título póstumo- con el premio internacional Aymeric Picaud concedido por la Liga de las Asociaciones de Periodistas del Camino de Santiago. Dicha entidad, que aglutina a más de 1.500 profesionales de la información de Navarra, Aragón, La Rioja, Burgos, León, Lugo y Santiago, quiso reconocer de este modo la maravillosa labor de promoción del Camino que realizó. Una actividad, en algunos casos frenética, que concentró especialmente desde la década de los 80 del siglo pasado hasta nuestros días, puesto que Lucién Hurmic falleció a los 99 años el pasado marzo.
Uno de sus mejores amigos, el exconsejero navarro de Educación y Cultura, Juan Ramón Corpas, ha tenido la bondad de introducirnos al protagonista de nuestra historia. Ambos “médicos humanistas” que siempre han sobresalido por su amor por la cultura y que mantuvieron “una amistad duradera en el tiempo, sincera, profunda y fértil”.
Siguiendo ese relato, descubrimos a un extraordinario ser humano que, a lo largo de su extensa trayectoria vital, siempre desempeñó un trabajo inabarcable, en muchos aspectos. Todo ello imbuido por un amor desmedido por el cuidado y la protección de las personas así como por Navarra y su historia. Porque Lucién Hurmic fue el promotor, con apenas 30 años, del humilde centro de atención que, gracias a su constancia, se convirtió en el prestigioso hospital de referencia con el que hoy cuenta el área de Ultrapuertos.
Igualmente estuvo detrás de la puesta de largo, en 1990, del primer albergue para peregrinos abierto en Francia. Un proyecto que completó con la señalización y el balizaje del trazado jacobeo por Lepoeder. Así, tomando como referencia lo realizado una década antes en la variante española, Hurmic se tomó la molestia de marcar con las míticas “flechas amarillas” el sendero que debía guiar a los peregrinos por la parte francesa desde San Juan de Pie de Puerto hasta llegar al alto de Ibañeta y Roncesvalles.
Esta última actividad, por cierto, coincidió con su nombramiento como presidente de la Asociation des Amis de la Vieille Navarre (Asociación de los Amigos de la Vieja Navarra). Desde ella promovió numerosos estudios de arqueología e historia que estrecharán los lazos de las ‘dos’ Navarras. De esta forma, retomó la actividad que su asociación mantenía con los Amigos del Camino de Estella. Celebró, al mismo tiempo, una jornada de homenaje con motivo del cuarto centenario del fallecimiento del gran pensador, escritor y médico navarro, Juan Huarte de San Juan, en 1988. Encuentro que fue el preámbulo de numerosos proyectos e iniciativas culturales, todas marcadas por un mismo patrón: reforzar los lazos y favorecer la permeabilidad transfronteriza.
Todo ello, además, desde Domain Larrea, enclave emblemático del antiguo Reyno de Navarra, que él se encargo de comprar y restaurar para convertirlo en su domicilio particular. A su despacho nunca dejaron de acudir amigos con los que se plantearon miles de ideas y tareas que engrandecieron, aún más si cabe la figura, de quien ya era conocido entre sus paisanos como “L’infatigable docteur’. Es por este motivo por el que fue merecedor con todo merecimiento de la Cruz de Carlos III el Noble que recibió de manos del presidente Miguel Sanz en 2010. Galardón que se une ahora al Aymeric Picaud que no pudo disfrutar al ser sorprendido por la muerte el pasado marzo y que recogió su hijo, Jean Humeric, en un acto celebrado en la iglesia de San Saturnino de la capital navarra.
Visto en perspectiva, por lo tanto, al buen doctor Lucién Hurmic se le podría aplicar perfectamente uno de los adagios más populares que entregó a la eternidad el filósofo británico Thomas Hoobes cuando dijo aquello de “los griegos los llamaban héroes y, la Escritura, gigantes”. Efectivamente, en Humeric hemos podido disfrutar de un ‘gigante’ que no solo nos ha deleitado sino que, además, nos ha hecho mejores seres humanos. Merci, docteur!