En el lateral izquierdo, las instalaciones dirigidas por el gimnasta Javier Gómez (36 años) agrupan imponentes bloques de madera y obstáculos de skate para practicar acrobacias con patines y parkour. En el costado derecho, unas escaleras conducen hasta una planta dedicada a los entrenamientos de gimnasia. Ese es el lugar en el que Gómez pasa la mayor parte de su tiempo.
Allí, una cuerda y dos telas elásticas penden del techo. Y sus extremos rozan el suelo teñido de azul por las colchonetas. Nada más subir, el atleta se dirige al fondo del tatami hasta llegar a la zona de las camas elásticas, donde comienza a saltar. «Precisamente, lo que nos hizo elegir esta nave fue la altura de sus techos, ya que permite trabajar con facilidad tanto en la zona de patines como en esta», indica a Capital Sport.
Mientras posa para la fotografía que abre este reportaje, parece volar. Controla a la perfección la postura y la velocidad a la que gira su cuerpo: «La adrenalina, la emoción, el poder ser capaz de hacer cosas espectaculares… Cuando saltas, te sueltas de la barra, haces figuras con el cuerpo y vuelves a agarrarte, es increíble. Todo depende de ti», describe tras su breve exhibición.
«Cuando saltas, te sueltas de la barra, haces figuras con el cuerpo y vuelves a agarrarte, es increíble. Todo depende de ti»
Esa sensación fue la que le enganchó de la gimnasia artística. «Mi padre era entrenador de fútbol, yo empecé a jugar y mi hermana se apuntó a gimnasia. Recuerdo que las volteretas me llamaron muchísimo la atención, así que decidí probar yo también», rememora este catalán afincado en Pamplona desde 2014.
Empezó a entrenar en Barcelona, pero era el único chico del equipo y tuvo que buscar otro club. Siguió con su preparación en Granollers, donde su entrenador le propuso trabajar a diario con el fin mejorar y comenzar a competir. «Allí tuve que tomar mi primera elección importante entre el fútbol y la gimnasia».
Su siguiente destino fue el Centro de Alto Rendimiento de San Cugat (CAR): «Me llamaron para entrar e inicié mi trayectoria como profesional. Estábamos los mejores de Cataluña y también comenzamos a ir con la selección española«. Una etapa en la que disputó su primera competición fuera del territorio nacional, el Campeonato de Europa Júnior. Gómez tenía solo 16 años y quedó finalista en la especialidad de All Around (que combina todas las modalidades gimnásticas).
A partir de ese momento, dio un salto de altura y, entre otros muchos hitos, fue finalista en los Juegos Olímpicos de Londres (2012). «Siempre he sido muy persistente. Sabía que, si aprovechaba al máximo el tiempo para mejorar, estaría mas cerca de mi objetivo. Creo que ser ‘pesao’ me define», indica entre risas mientras detalla que, precisamente, el equipo que viajó a Londres se caracterizaba por su gran capacidad de sacrificio.
Compitió hasta 2013 cuando, con 26 años, decidió despedirse de este deporte. Fue tras participar en su último mundial. Después, se mudó a Pamplona para iniciar nuevos proyectos: «Hay que dejar hueco a los deportistas que vienen por detrás, ahora me encanta ver cómo consiguen éxitos». Así, se sacó el título de entrenador de gimnasia y empezó la carrera de Psicología. «Cuando hacía gimnasia me di cuenta de que el deporte es 50 % físico y 50 % mental. Si tienes talento pero no tienes cabeza, no puedes rendir igual», especifica. Hoy, además, es el actual vicepresidente de la Federación Navarra de Gimnasia.
LA EVOLUCIÓN DEL CENTRO
Todavía competía como gimnasta cuando a Gómez ya le inquietaba la idea de abrir su propio centro de acrobacias. Tras retirarse, decidió dar forma a la iniciativa junto a su cuñado y también socio: «Me preguntaba por qué no había más instalaciones de este estilo. No son solo para gimnastas, también viene gente que practica snow, que patina o incluso dobles de acción de películas».
La tenacidad y la capacidad de esfuerzo que definen a este deportista le ayudaron a sacar adelante este negocio. Y, en 2016, inauguró Backflip, ubicado en el polígono de Talluntxe. «Es el primer centro de acrobacias de Navarra y el segundo a nivel nacional que aúna todas estas características en un mismo espacio. Nos llevó muchísimo trabajo ponerlo en marcha. Primero montamos la parte de las acrobacias y, al curso siguiente, abrimos la parte del skatepark y el parkour«. En concreto, ofrece clases de ‘parkour’, gimnasia, ‘cross boxing’, ‘roller’, circo, ‘skoot’…
«Me preguntaba por qué no había más instalaciones de este estilo…también viene gente que practica snow, que patina o incluso dobles de acción de películas»
En el año de su apertura, se propuso como meta llegar a los cien alumnos: «Lo conseguimos y, después, el boca a boca hizo crecer el proyecto». Durante el segundo curso, lograron duplicar las inscripciones, y en estos momentos ya cuentan con 500 matriculados. «Tenemos actividades de lunes a sábado, y los domingos la gente puede venir a entrenar por libre. Recuerdo que, al principio, los fines de semana trabajaba en ideas para seguir fomentando el negocio».
Ese crecimiento también ha propiciado un aumento de la plantilla. «Empezamos mi socio, una persona en secretaría y yo. E, inicialmente, yo impartía todas las clases. Ahora somos quince trabajadores». De hecho, cada disciplina tiene sus entrenadores específicos.
Las modalidades que más interés suscitan son las acrobacias y el parkour. El centro cuenta incluso con un equipo de esta disciplina y otro de gimnasia masculina, que compiten a nivel nacional. «En el caso del parkour, pasamos de ofertar una clase a la semana a una diaria de lunes a sábado. Tenemos clases enfocadas a todas las edades».
SU LADO MÁS CREATIVO
Los elementos que se utilizan para la gimnasia artística guardan cierto paralelismo con los de crossfit. Quizás por eso, poco después de abrir su centro, Gómez recibió una propuesta para organizar seminarios de técnica de esta disciplina en gimnasios.
Pero su creatividad va mucho más allá. Durante su etapa como deportista profesional, incluso escribió un libro junto a su entrenador, titulado ‘La gimnasia que no se ve’: En él analiza distintos aspectos de la psicología deportiva. «La gracia del libro es que los dos hablamos sobre el mismo tema, pero desde nuestra perspectiva personal. Tratamos temas como las lesiones, la competición… Ninguno leímos nada de lo que había escrito el otro hasta que terminamos y juntamos el material. Mi entrenador fue quien me propuso la idea», desgrana. Todavía hoy, de vez en cuando, le gusta releer esas páginas: «Han pasado muchos años desde que dejé la gimnasia, pero con el libro recuerdo lo que sentía cuando estaba en plena competición».
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