Es feliz paseando entre millones de abejas, que revolotean a sus anchas por los montes de Cariñena (Aragón). Las cuida como si fueran sus hijas. Quizás por eso estén tan sanas, a pesar de las amenazas que se ciernen sobre ellas. Pero José Luis Guillén y su sobrino, Sergio Sáez, tienen una misión: concienciar al mundo de la importancia de las abejas para el correcto equilibrio del medio ambiente.
José Luis, apicultor vocacional, revisa los panales enfundado en un traje que parece el atuendo de un astronauta. Y mientras explica los tipos de abejas que conviven en cada colmena, lanza dos mensajes concisos. Según él, “la miel puede ser medicinal o puede volverse tóxica”. Y, por otro lado, “la abeja es el espermatozoide de la tierra”.
Sergio Sáez: “No hacemos nada con que haya un millón de abejas a cien kilómetros. Tienen que estar distribuidas en el territorio“.
Ambos son los fundadores de la empresa Bee Standards, cuya sede está en Tudela. Y sienten una devoción especial por estos insectos, en peligro de extinción a nivel mundial. “No hacemos nada con que haya un millón de abejas a cien kilómetros. Porque tú o yo las necesitamos para este sitio, esta flor o simplemente para vivir. Por eso tienen que estar distribuidas en el territorio“, analiza Sergio.
Si terminaran por extinguirse, no habría flores, las plantas no se desarrollarían de la forma correcta y no podríamos comer muchos de sus frutos ni aprovecharnos de ellos para tratar enfermedades como el asma o la hipertensión, entre otros. Ya lo dijo Einstein en su día: “Si la abeja desapareciera del planeta, al hombre solo le quedarían cuatro años de vida”.
Pero además del cambio climático, hay otros motivos que podrían explicar la desaparición de tantas abejas. Al menos así lo sostienen los socios de Bee Standards. Según ellos, si la limpieza de los instrumentos de apicultura no se realiza adecuadamente (utensilios, vehículos de transporte, salas de trabajo y bidones), los restos de miel acumulados pueden llegar a ser perjudiciales con el tiempo para los animales y el propio ser humano, viciar el proceso de producción y provocar la muerte de numerosas abejas. “Deben lavarse siempre cuando acaba cada ciclo. De lo contrario, esos restos de miel permanecen ahí y pueden contagiar patógenos a las abejas o volverse tóxicos para las personas”, detalla Sergio a NavarraCapital.es.
EL ORIGEN DE UN CICLO DE CONTAGIOS
A finales de 2017, Sergio, ingeniero industrial, volvió a España en busca de un cambio en su vida tras haber permanecido doce años en Italia, donde trabajó para grandes firmas del automóvil. Pero antes de elegir un nuevo rumbo, visitó a su tío José Luis en Cariñena para ver cómo le iban las cosas en el mundo de la apicultura, su gran pasión. El panorama no era nada alentador. Llevaba cuatro años sufriendo una “increíble” tasa de mortalidad en sus colmenas y se gastaba los beneficios obtenidos con la producción de miel en personal para limpiarlas a conciencia.
“Algunos apicultores (presuntamente) las abandonan en el campo, con ejemplares muertos. Y esas colmenas suponen una fuente de contagio para los ejemplares vivos (de alrededor)“, señala Sergio preocupado. Por un lado, indica que se convierten en una “casa para parásitos”, con el consiguiente riesgo para otros insectos. Y agrega que los restos de miel acumulados en los instrumentos, si se ven sometidos a una “temperatura inadecuada y a un tiempo de almacenamiento excesivo”, pueden generar hidroximetilfurfural, un compuesto potencialmente “cancerígeno”. Así cataloga el National Institute of Environmental Health Sciences a esta sustancia.
Pero Sergio se muestra convencido de que el problema puede evitarse. La clave, según apostilla, es industrializar los procesos de limpieza: “Era evidente lo que pasaba. Faltaba la debida profilaxis. Además, cuando los tiran (los utensilios), algunos lo hacen sin lavar y con restos de miel. Las abejas detectan esos restos a muchos kilómetros de distancia, se ven atraídas por ellos, y es ahí cuando se contagian”, asevera el ingeniero.
SU INVENTO
Mezclando conocimientos de apicultura e ingeniería, ambos idearon un proyecto que forma parte del vivero de innovación de CEIN: un kit de limpieza, de fácil manejo para el apicultor y que se compone de una caldera de presión, conectada a tres mangueras. “Se trata de un sistema que busca transformar los procesos apícolas para adaptarlos a la economía circular, reducir el gasto de los procesos y ayudar a mantener la calidad de la miel“, adelanta Sergio.
Para la elaboración de la miel se emplean instrumentos de dos tipos. Algunos, como el interior del bidón donde se almacena el producto o los rascadores, “no pueden limpiarse con presiones excesivas que rompan la protección, aguas con óxidos o detergentes tradicionales”. De modo que el kit utiliza, a través de una de las mangueras, agua descalcificada sin sales, sin óxidos y regulada “en condiciones idóneas de temperatura y presión”. El proceso dura unos treinta segundos.
El kit va enfocado a los pequeños apicultores. Ambos socios consideran que la labor de estos es crucial.
Por otra parte están los suelos de las furgonetas de transporte, así como las paredes de las salas de trabajo, que se desinfectan con espumantes biocidas ganaderos, a través de la segunda manguera.
De esta forma, se elude la contaminación de una manguera con otra; el apicultor podrá reutilizar los bidones una y otra vez, fomentando la economía circular; y “se evitan contagios con esporas de patógenos”. José Luis ya ha probado el sistema “con éxito” en sus colmenas, y ahora quieren comercializarlo.
LA INVERSIÓN
El precio de cada kit oscila entre los 6.000 y los 9.000 euros, pero el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación “ha validado el equipo para su inclusión en las ayudas de Plan Nacional Apícola”. Y ahora, la Comunidad Autónoma de Madrid, según ejemplifican, “dará subvenciones del 30 % a quienes lo adquieran”. Un acuerdo que esperan hacer extensible al resto de las regiones españolas, incluida Navarra.
Su sistema está enfocado principalmente a los apicultores pequeños. Porque los dos socios consideran que la presencia de estos en toda la geografía española es crucial. “Las flores de la zona donde tú vives necesitan las abejas del productor. Al comprarle a él, estás consiguiendo que haya abejas en tu zona”. Por eso, cuando el sistema empiece a comercializarse, Bee Standards elaborará un mapa para que la gente de la ciudad pueda localizar y adquirir miel producida con este método.
LA VISIÓN DEL GREMIO
En la Asociación de Apicultores de Navarra (Apidena) aclaran que no son expertos en el ámbito investigador y que, por lo tanto, sería necesario contar con la opinión de técnicos especializados procedentes de laboratorios para profundizar en este tema desde un punto de vista científico.
Desde la Asociación de Apicultores de Navarra afirman que en el gremio “prima la limpieza”, aunque pueda haber algún profesional “poco cuidadoso”.
No obstante, aseguran que llevan “muchísimos años” desinfectando sus instrumentos de apicultura “perfectamente” con agua caliente y lejía y puntualizan que ellos no utilizan bidones: “No hemos tenido nunca ningún problema”.
Desde el colectivo creen que entre los profesionales del gremio “prima la limpieza”. Ahora bien, admiten que puede haber algún apicultor “poco cuidadoso” y que, en esos casos, “pueden ocurrir ciertas cosas” como la aparición de hidroximetilfurfural si se dan las condiciones propicias. Pero remarcan que “la cantidad no es tóxica“. “Claro, si consumes kilos y kilos y kilos…”, apuntan.
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