“Por amor al arte”. Esta expresión popular, muy instaurada en nuestro imaginario colectivo, parece representar el panorama económico del arte en Navarra. Hablar de dinero, rentabilidad o beneficios “corrompe” el ideario de los principales agentes que lideran el movimiento artístico en la Comunidad foral. Todos los representantes entrevistados por NavarraCapital.es –directores de museos, artistas y galeristas– conceden sin excepción un papel secundario al “vil metal”. Y para muestra un botón. Carlos Ciriza, uno de nuestros artistas con mayor proyección internacional, lo resume con una claridad pasmosa: “No recuerdo las obras por su valor, sino por otros parámetros que no son los económicos”.
Fernando Pagola, guipuzcoano de nacimiento pero navarro de adopción, ahonda en la idea con una interesante reflexión: “En esta comunidad vivimos del pasado. Tenemos un patrimonio artístico impresionante y no nos detenemos a pensar que ese pasado – en su momento – fue presente. Los mecenas y las instituciones de la época invirtieron en arte y todavía hoy vivimos de ese legado. Ahora nos toca a nosotros”.
Fernando Pagola: “Vivimos del pasado. Tenemos un patrimonio artístico impresionante y no nos detenemos a pensar que ese pasado en su momento fue presente”.
¿ES UN MODELO CORRECTO?
¿Pero esa visión alejada del retorno económico es la apropiada? Pagola, que además de pintor es miembro del Comité de Dirección del Museo Universidad de Navarra (MUN), apunta a Bilbao como el modelo a seguir. Para él, la capital vizcaína “es ahora la meca del turismo artístico” en España.
El efecto Guggenheim pesa. De hecho, la mayor parte de los expertos consultados cree que la capacidad económica del País Vasco es muy superior a la de Navarra, pero al mismo tiempo parecen obviar el momento histórico en que nació el emblemático museo.
En el último cuarto del siglo pasado, Bilbao atravesaba una crisis industrial sin precedentes. Era una urbe gris, golpeada por el paro y la crisis económica. En el suelo donde hoy mira al cielo el Guggenheim, se levantaban una fábrica de madera ruinosa y, a pocos metros, decenas de contenedores de los buques de mercancías que entraban a la ría del Nervión. Dos décadas más tarde, la llamada del museo atrajo a más de 1.265.756 visitantes en 2018, el 71 % de ellos procedentes del extranjero. Fue el tercer mejor registro de su historia, solo por detrás de 1998, primer año de funcionamiento, y de 2017, en que se conmemoró su XX aniversario.
Los beneficios económicos de esta arriesgada apuesta tardaron en llegar, pero hoy llenan sus arcas. Según datos del museo publicados en 2018, la institución aportó 471,4 millones de euros al PIB del País Vasco y contribuyó al mantenimiento de más de 10.000 empleos. Antes de la apertura del museo, se celebraban unas 80 reuniones profesionales al año en Bilbao. Hoy superan las mil. No cabe duda de que la apuesta del Gobierno Vasco, el Ayuntamiento de Bilbao y los patrocinadores públicos y privados han dado sus frutos.
EL PAPEL DE LA ADMINISTRACIÓN
Contagiado por ese halo artístico que apostaba por el arte contemporáneo como motor económico, el que fuera alcalde de Huarte, Josetxo Iriguibel, se lanzó a proyectar el Centro de Arte Contemporáneo de Huarte, bajo titularidad municipal y que vio la luz en 2007.
Este nuevo espacio, al que según especialistas del sector le faltó un proyecto viable y sostenible a largo plazo, se dio de bruces con la realidad. En opinión de Oskia Ugarte, miembro de la nueva Dirección del centro desde 2016, “no se calibró el riesgo de construirlo en una localidad periférica de una ciudad periférica”.
Según Oskia Ugarte, del Centro de Arte Contemporáneo de Huarte, en su día no se midió el riesgo de construir el proyecto “en una localidad periférica de una ciudad periférica”.
Pero en 2009, la falta de fondos obligó al Gobierno de Navarra a tomar el relevo y a financiar su actividad. Desde entonces, el centro se ha orientado más hacia la producción, los encuentros de artistas y la comunidad educativa en esta materia, la función de laboratorio de arte… Hoy, según Ugarte, el centro tiene sus cuentas equilibradas, pero necesita la financiación pública, que cubre el 80 % de sus 560.000 euros de presupuesto.
Y ahí es donde el Ejecutivo foral está desarrollando su papel protagonista: el apoyo a la sostenibilidad del arte en Navarra. En 2018, el Departamento de Cultura del Gobierno de Navarra destinó una partida de 1.131.000 euros a cinco museos y seis colecciones museográficas permanentes. La principal beneficiaria fue la Fundación Museo Jorge Oteiza, que recibió 835.000 euros para cubrir sus gastos de explotación.
LA VIDA DEL ARTISTA
Sí existe un consenso absoluto a la hora de afirmar la dificultad que conlleva vivir en Navarra de la pintura, la escultura o cualquier otra disciplina. La cultura artística y el interés por la compra de obras es muy reducido por parte de los navarros. Según Carlos Ciriza, “se echa en falta una educación artística seria en el sistema educativo”.
Jaime García del Barrio (MUN): “Estamos consolidando un proyecto común, que busca transformar la sociedad y educar a los líderes de mañana a través del arte “.
Tal vez, esa laguna formativa está siendo la clave del éxito del MUN. “Estamos consolidando un proyecto común, que busca transformar la sociedad de hoy y educar a los líderes de mañana a través del arte y los valores que representa”, analiza su director, Jaime García del Barrio.
El nacimiento de este centro ha supuesto una pincelada de color para un panorama artístico donde los tonos grises han predominado en la última década. El MUN ha reunido entre sus cuatro paredes, diseñadas por Rafael Moneo, cerca de 200 obras de pintura, escultura y dibujo; más de 20.000 fotografías; y 250.000 negativos. Pero lo más importante, continúa García del Barrio, es que “se ha tejido alrededor una comunidad creciente de artistas, medios especializados y públicos diversos”.
Maite Díaz (Ormolú): “Sobrevivimos gracias a la enmarcación de cuadros. La gente de Pamplona aprecia el arte, pero no lo compra”.
Y lo cierto es que los números les avalan. El MUN lidera, con un amplio margen, el ranking de visitantes a museos de la Comunidad foral. En su última memoria aprobada, el número de personas que recorrió el centro, situado en el campus de la Universidad de Navarra, ascendió a más de 76.000, muy lejos de los 51.000 del Museo de Navarra y los 23.000 del Museo Jorge Oteiza. Su mérito es aún mayor si tenemos en cuenta que es de titularidad privada y cubre sus 2 millones de euros de gastos con fondos propios (33 %), patrocinios (32 %) e ingresos por actividad (35 %).
DESAPARICIÓN DE GALERÍAS
Esta atmósfera ligeramente negativa no es exclusiva de Navarra. El comercio de obras de arte apenas mueve 400 millones de euros anuales en España, y uno de los grandes afectados, al menos en la Comunidad foral, son los galeristas. Atrás quedaron los años en los que la antigua Caja de Ahorros de Navarra, la Caja Municipal de Pamplona o Moisés Pérez Albéniz, entre otros, reunían en sus galerías a artistas locales, nacionales e internacionales, dando vida y valor al arte en nuestra ciudad.
Su presencia se ha visto reducida a la mínima expresión, principalmente bajo unas pocas firmas como Ormolú. “Sobrevivimos gracias a la enmarcación de cuadros. Hubo años, durante la crisis, en los que no vendimos nada. La gente de Pamplona aprecia el arte, pero no lo compra”, lamenta Maite Díaz, propietaria de la galería junto a Maite Cengotitabengoa.
Y tampoco las subastas encuentran su espacio en nuestro mapa. Recientemente, han ocupado titulares negativos tras la entrada en prisión del propietario de la última galería de subastas existente en la capital navarra. Estafó entre cinco y seis millones de euros a unas 23 familias de Pamplona y la comarca, a través de préstamos que no devolvió. El dinero, según su propia confesión, lo empleaba para cubrir las pérdidas que le generaba el negocio del arte y para pagar los intereses prometidos a los prestamistas.
Entra aquí para leer más sobre arte.