domingo, 28 abril 2024

El nuevo ochomil de Ignacio Barrio y Uxue Murolas

Representan, sin duda, los valores más puros y auténticos de la montaña. Compañeros de cordada y de vida, han coronado juntos el Manaslu (8.163 m.) y el Lhotse (8.516 m.), aunque Barrio también ha ascendido el Cho Oyu (8.188 m.). Y lo han hecho sin la ayuda de sherpas ni de oxígeno artificial. Ahora, según explican a Capital Sport, quieren repetir este hito en el Everest, para lo que han dado un nuevo paso: buscar patrocinadores con los que puedan compartir su filosofía.


Pamplona - 29 enero, 2024 - 05:59

Aunque Barrio practica el alpinismo desde los dieciséis años, Murolas no empezó hasta los 36. (Fotos: cedidas)

Las montañas llevan millones de años oteando las llanuras del planeta, desde mucho antes de que el ser humano pisara la tierra. Emergen con el choque de placas tectónicas para alzar formaciones perfectas, cónicas, que ejemplifican la imponencia de la naturaleza. Igual que la unión gestada entre Uxue Murolas e Ignacio Barrio, dos pamploneses cuyos caminos colisionaron para convertirse en compañeros de cordada… y de vida.

Juntos han escalado algunas de las cimas más altas y peligrosas del mundo. Ignacio ya ha coronado el Cho Oyu (8.188 m.), el Manaslu (8.163 m.) y el Lhotse (8.516 m.), estos dos últimos al lado de Uxue. Pero sus gestas adquieren aún más trascendencia si se analiza el cómo. Porque nunca han recurrido a la ayuda de sherpas, oxígeno artificial o cámaras de aclimatación. Tampoco han buscado los focos ni mayor protagonismo que él que otros han querido darles. «La vida del alpinismo es esa: trabajarte tú la montaña, no que otros lo hagan por ti», sostiene él.

Ignacio Barrio: «La vida del alpinismo es trabajarte tú la montaña, no que otros lo hagan por ti»

A pesar de los éxitos cosechados, la pareja se ha mantenido prácticamente «en el anonimato». Pero los viajes se han encarecido tanto que Uxue e Ignacio han dado un nuevo paso: buscar patrocinadores con los que puedan compartir su filosofía. La primera vez que viajaron al Himalaya, pagaron 4.000 euros por persona. «Queremos subir el Everest (8.848 m.) sin sherpas ni oxígeno artificial, tenemos capacidad para hacerlo. Para lograrlo, debemos destinar como mínimo 24.000 euros. Si finalmente no logramos los fondos, iremos al K2 (8.611 m.). La idea es seguir haciendo montañas hasta que el cuerpo aguante. Al margen de las grandes alturas, también seremos felices subiendo a san Cristóbal«, remata ella.

Antes de conocerse, estos dos alpinistas llevaban vidas muy diferentes. Desde los dieciséis años, Ignacio siempre tuvo una profunda devoción por la montaña. Unas veces, él y sus amigos solían coger el tren para recorrer San Donato; en otras ocasiones, algún padre de la cuadrilla los llevaba a Belagua… «Me fijo en varios alpinistas navarros que realizaron grandes escaladas en los años setenta como Mari Ábrego, Gregorio Ariz o Iñaki Aldaia. Por cercanía y por haber compartido expediciones, Iñaki Ochoa era una gran referencia como alpinista. La mentalidad que tenemos a la hora de subir a las montañas se acerca bastante a la suya», profundiza el montañero, de 47 años.

Uxue Murolas: «Tengo una desviación de treinta grados en la columna. Antes llevaba una vida completamente diferente hasta que decidí darle un vuelco. Empecé a hacer montaña sola»

Sin embargo, Murolas esperó hasta los 36 años para enamorarse del monte. A pesar de que le encantaba el deporte, de pequeña no podía practicar ninguna disciplina debido a una escoliosis. «Tengo una desviación de treinta grados en la columna. Antes llevaba una vida completamente diferente hasta que decidí darle un vuelco. Empecé a hacer montaña sola. Luego quise ir a los Pirineos y hacer más expediciones y encontré clubes de montaña como el de Huarte, donde un grupo me acogió rápidamente. Solo me había puesto dos días los crampones para ir al Pirineo y ellos se preparaban para viajar a los Alpes. A pesar de que creía que me quedaba grande el reto, me animaron a ir con ellos y así ascendí mi primera montaña de 4.000 metros», relata ella a Capital Sport.

Hasta que, en 2008, un compañero del trabajo le dijo que quería presentarle a sus amigos. Tras un tiempo intentándolo, la pamplonesa, de 53 años, quedó con ellos. Y, así, conoció al hombre con el que alcanzaría cimas inimaginables tiempo atrás: «En aquel momento, él ya había realizado grandes viajes, como el Dhaulagiri (8.167 m.) y el Cho Oyu», apostilla Uxue.

Una de las cosas que más seduce de la montaña a Murolas es la soledad que puede disfrutar cuando se encuentra a grandes alturas.

Ahora, cada año, la pareja prepara una nueva aventura. Ya han viajado seis veces al Himalaya nepalí; tres al Pamir en Tayikistan y Kirgistan, donde han subido los picos Korzhenevskaya (7.105 m.), Khan Tengri (7.010 m.) y el Pico Lenin (7.134 m.); un par de veces al Karakorum en Pakistán

LA IMPORTANCIA DEL YOGA

Para cada expedición, realizan una intensa preparación física, que requiere de trabajo en el gimnasio, carreras, ejercicios de core y entrenamientos cruzados. En sus últimos desafíos, Uxue también ha introducido el yoga en su rutina: «Sirve para trabajar la parte mental. Hay circunstancias que me ponen demasiado nerviosa. Por ejemplo, cuando nos hemos aclimatado en el campamento base y esperamos el momento de ir a la cima. En ese tiempo, estoy ausente. Normalmente, allí vas a las tiendas de otras expediciones y entablas relaciones, pero prefiero mantenerme al margen y vivo recluida dentro de la tienda, escuchando música tranquilamente».

Gestionan sus expediciones con la agencia Himalayan Wanderer Treks and Expedition, que se encarga de los traslados y de gestionar la logística del campo base. «En estos países, es obligatorio ir con una agencia. Si no, tendrías que transportar todo el equipo del campo base a zonas inhóspitas. Uno solo no puede llevar lo necesario para un mes. Es una organización muy complicada», asegura Ignacio, quien acto seguido hace hincapié en la importancia de que los equipos sean tan resistentes como ligeros, sobre todo en el caso de los ochomiles. Este tipo de cimas, dada su complejidad, requieren materiales específicos.

Los pamploneses tratan de ascender las montañas de la forma «más limpia» posible, sin recurrir a sherpas o al oxígeno artificial.

Eso sí, siempre siguen la misma premisa: escalar de la forma «más limpia posible». «Cuando llegamos a un campo de altura, dejamos la mochila, buscamos dónde acampar, hacemos la plataforma (que puede llevarte desde 45 minutos hasta dos horas) y montamos la tienda. A partir de ese momento, nos ponemos a fundir nieve para beber y comer y descansar todo lo posible. Se trata de un trabajo arduo, que los integrantes de las expediciones más comerciales no realizan porque se lo dan todo listo. Es una manera totalmente diferente de vivir esta experiencia. El estilo con el que vas resulta fundamental. Nosotros, para bien o para mal, vivimos todo lo que hay detrás de la expedición», desmenuza él.

Ignacio ya ha coronado el Cho Oyu (8.188 m.), el Manaslu (8.163 m.) y el Lhotse (8.516 m.), estos dos últimos junto a Uxue.

Ignacio ya ha coronado el Cho Oyu (8.188 m.), el Manaslu (8.163 m.) y el Lhotse (8.516 m.), estos dos últimos junto a Uxue.

Quizás por esa forma tan pura de sentir el alpinismo hagan «una doble lectura» del boom que están adquiriendo las expediciones comerciales a cimas como el Everest, donde en los últimos años proliferan aglomeraciones nunca vistas. «En el Aneto o en Monte Perdido también ocurre. Cuando vamos al Pirineo en verano, buscamos alternativas donde sabemos que no va a haber tanta gente», especifica Uxue, cuyo argumento completa Ignacio: «En general, no me gusta. Pero claro, el turismo es un recurso económico muy importante en Nepal. Con él se genera bastante riqueza. Yo preferiría que hubiera menos gente y que fuera más preparada al objetivo que se plantean».

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