Cogollos, alcachofas, pimientos del piquillo, espárragos, pochas, aceite… Son tantos los alicientes que solo enumerarlos dispara nuestros sentidos mientras notamos cómo nuestras glándulas gustativas empiezan a salivar y en el estómago se abre un agujero de dimensiones tan extraordinarias como el Gran Cañón del Colorado.
Pero no nos confundamos. Ni la tecnología ni el diseño más exclusivo han podido, por el momento, ‘fabricar’ una alternativa viable a esa Ribera de Navarra que, regada por los ríos Ebro y Aragón, constituye ese valhalla gastronómico que anhelan alcanzar todos los foodies bien documentados de este mundo.
Como en una peregrinación ‘laica’, los visitantes llegan a recorrer miles de kilómetros para descubrir rutas tan llenas de encanto como las notas de sabor que los productos de su huerta despiertan en nuestro paladar. Tudela, sin ir más lejos y como buena capital, es la que pone a disposición de los entusiastas el mayor número de posibilidades con los cogollos y las alcachofas al frente de una producción de verduras, ya sea de invierno, primavera o verano, a la que se dedican populosas jornadas de exaltación de forma más que merecida.
Y ahora, con la llegada de la etapa más calurosa, qué mejor que disfrutar de un buen gazpacho fresquito con los mejores tomates de la huerta, o un salmorejo, una suave crema fría salada como la vichyssoise elaborada con puerro, cebolla, patata y nata; la famosa ensalada rusa con su gran variedad de verduras; la refrescante pipirrana… miles de posibilidades de ensaladas mezclando verduras y frutas… todo ello proveniente del exhuberante campo ribero.
Sin embargo, flaco favor haríamos a esta zona si no mencionáramos el aceite de oliva virgen extra de Ablitas, las variedades de vinos tintos, blancos y rosados de Corella, Cintruénigo, Falces y Murchante, o los espárragos y los pimientos del piquillo de Lodosa. Todo un festín sano y, a la vez, sabroso que se puede degustar en crudo o elaborado de la mano del importante tejido de conserveras de la zona que lo preparan con mimo y detalle para el máximo deleite de los seguidores ya sea de la cocina tradicional o de aquellos para quienes tan importante es mantener el paladar original como probar nuevas presentaciones y texturas.
Todos ellos, en fin, se encontrarán felices ante esa menestra de verdura, el más emblemático de los platos que puede ofrecer esta tierra en la que tan bien combina todo. Porque, efectivamente, en la Ribera de Navarra la luz y el calor se complementan con el agua y el cierzo como en una buena menestra lo hacen los espárragos, las alcachofas, los guisantes o las habas frescas. ¿Acaso necesitamos algo más para sentirnos felices?