No hay prácticamente nada en internet, tampoco en las redes sociales, sobre Elia Vallejos. Cuando se lo comentamos al iniciar la entrevista, para que vea que hemos tratado de documentarnos, se ríe: “Nada, una foto en un acto de la Asociación Empresa Ribera”. Esa reconocida ausencia de referencias también nos sirve para justificar alguna pregunta un tanto obvia que tendremos que hacerle, por ejemplo sobre su cargo en Construcciones Riovalle. En algún lugar aparece como jefa del departamento de Administración y Laboral, pero nos precisa que es directora de operaciones. “Bueno, también estoy en el tema financiero, en el de recursos humanos… ¡Es que no puedo parar, tengo que estar en todas partes!”.
Nos cuenta que nació en Tudela y que, nada más terminar Administración y Dirección de Empresas en Zaragoza, entró en la empresa que había fundado su padre: Antonio Vallejos. Punto. Pues sí, parece recelosa a la hora de darse a conocer.
“Empecé en la empresa desde abajo. Pero abajo, abajo, archivando albaranes y con un contrato de aprendizaje”.
Pero, tras una pausa, sigue. “Mi padre me dijo: ‘Este negocio necesita gente como tú’. Y empecé desde abajo. Pero abajo, abajo, archivando albaranes y con un contrato de aprendizaje. Fui pasando por todas las secciones, cuando ya dominaba un trabajo me pasaban a otro departamento. Y siempre la última mona. Ja, ja, ja”. Incide en que no podía haber tenido una mejor formación porque le permitió conocer cómo funciona cada área y la empresa en su conjunto.
Aprovechamos para interesarnos por las circunstancias familiares que le permitieron acceder a la empresa. Entonces, nos revela que su padre llegó a Tudela con 14 años, procedente de Málaga, “con una mano delante y otra detrás”. “Se puso enseguida a trabajar manejando maquinaria de obra para ayudar económicamente a la familia. Es un emprendedor nato y, con el tiempo, se compró su propia máquina. Trabajaba día y noche, yo de pequeña ni lo veía”.
Después adquirió otra máquina y, en 1972, constituyó la empresa con un socio apellidado Ríos. De ahí el nombre de la compañía. “Y nos convertimos en subcontratistas para empresas como Arian o Harinsa, desgraciadamente hoy desaparecidas”, añade utilizando el plural. “Poco a poco, pasamos de la ejecución de las obras a gestionar grandes obras”. Indica, con orgullo, que la suya es “una de las pocas empresas navarras que habían trabajado con Adif hasta que se inició aquí el trazado del AVE”. En concreto, “en el corredor Madrid-Galicia, en el tramo de Ganada-Peña de los Enamorados… ¡Obrones!”.
Se gira para mostrarnos el panel que tiene a su espalda con fotografías de infraestructuras y edificaciones realizadas por Riovalle. Buena parte de ellas son de una envergadura que nos sorprende porque la empresa no hace alarde de esa capacidad. Parece que, en ese sentido, la empresa es tan reservada como Elia. “Es que las palabras se las lleva el viento, nosotros somos de hechos”. Señala las imágenes y enumera algunas de ellas. “Eso es el Canal de Navarra, eso las plataformas agropecuarias de Aena en el aeropuerto de Zaragoza y esto la Expo. Ahí hicimos muchísima obra, también en Zaragoza. Bueno, y la estación de Goya, una obra emblemática; el colegio de Mutilva…”.
Observamos que no hay obra residencial. “Por ahora no, aunque este año hemos empezado a licitar. Lo cierto es que vamos con mucha cautela por lo de la subida de precios de las materias primas. Veremos. Pero sí, históricamente solo hemos hecho obra civil y edificación, sobre todo con el Departamento de Educación del Gobierno de Navarra. Llevamos ocho años ininterrumpidos realizando colegios, de hecho ahora estamos con el de Lezkairu y, este mes, hemos terminado el de Aoiz”. Seguimos con el argumento que queríamos plantear, que si no construían viviendas tampoco habrían sufrido con tanta dureza la crisis que siguió al boom del ladrillo. Y responde afirmativamente, aunque la compañía no se ha librado de la causada por la pandemia: “Ha habido un parón que hemos notado mucho no, ¡muchísimo! Este año vamos a despegar nuevamente”.
“HAZLO BIEN Y SOLO LO HARÁS UNA VEZ”
Pero no se queja. “De todo se aprende y aquí lo haces constantemente. Cada día es un reto, para mí esa descarga de adrenalina es…”. No termina la frase, pero no hace falta porque sus gestos lo dicen todo. “Somos una familia que nunca nos hemos rendido y mi objetivo, cuando salgo de casa, es comerme el mundo. Aunque la mitad de las veces es el mundo el que te come a ti. Pero cuando sales de aquí derrotada, lo importante es que lo vuelvas a intentar el día siguiente, porque hay mucha gente que depende de ti”. Quizá ese sentido práctico lo haya heredado de su padre, porque en otro momento de la charla nos dice que le inculcó los valores del esfuerzo, el sacrificio y el trabajo bien hecho. “Solía decir ‘hazlo bien y solo lo harás una vez’”.
“Cuando salgo de casa, mi objetivo es comerme el mundo. Aunque la mitad de las veces, es el mundo el que te come a ti”.
La constructora ha crecido de manera sólida y sostenida. “Hemos ido subiendo la escalera peldaño a peldaño, sin dar saltos. Hemos tenido oportunidades de entrar en proyectos de gran envergadura, pero somos prudentes y responsables”. Se muestra preocupada, como otros empresarios de su sector, por la dificultad para encontrar “personal cualificado y con esos valores que me enseñaron a mí de trabajo y de esfuerzo”. “Hemos tenido que dejar pasar proyectos porque si no vas a ser capaz de resolverlos, bien es mejor no empezarlos”, asegura. Pero, a continuación, con brillo en los ojos y arrastrando las palabras, proclama que les gustan los proyectos “que nos apasionen y que sean referentes, también en Tudela”. “Por ejemplo, las piscinas. Ahí hemos trabajado todos en equipo porque era una obra muy emblemática y nos apetecía hacerlas”.
Actualmente, Riovalle es de tres socios: Elia y Antonio Vallejos y Enrique Coronas, “que es un crack”. “Mi padre se jubiló. Pero vamos, lo tenéis por ahí”, asiente señalando la puerta. “Dice que viene a tomar un café y a leer el periódico, que ya os digo yo que no. Ja, ja, ja. Pero es un lujo contar con su experiencia y su buen hacer”.
Destaca que, sin el capital humano que forma la empresa, no podrían seguir. “Bueno, ni empezar ni haber llegado hasta aquí. Hemos ido dotándonos de un buen equipo, mezcla de juventud y experiencia, cualificado y comprometido, que está formándose de manera constante. Ahora estamos más de 50 en la plantilla, pero subcontratamos mucho con proveedores que trabajan con nosotros desde hace muchísimos años, serios y de confianza”. La relación con los empleados, asegura, es “muy cercana”. “Así, cuando hay un problema, siempre los hay, es más fácil solucionarlos”. Otra vez el valor de lo práctico.
A partir de 2018, entre las obras acometidas por Riovalle, fue ganando peso la instalación de parques eólicos. Campo en el que se mueven de la mano de Enel Green Power. “Estamos muy orgullosos porque nos eligieron, entre todas las constructoras de España, para realizar una prueba piloto con maquinaria inteligente en un parque”. De paso, nos informa de que fueron pioneros en la construcción de un colegio con características ‘passivhaus’ en Navarra. Y se le ilumina la cara cuando añade a esos méritos que la Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa ha incluido a Riovalle, por primera vez, en su lista Cepyme500.
“No hay la misma distancia de Pamplona a Tudela que de Tudela a Pamplona. Aquí nos resulta todo un poco más complicado”.
Elia es también vocal en la Junta Rectora de la Asociación Empresa Ribera (AER). Cree en la colaboración entre empresas y en que “de la unión nace la fuerza”. “Aparte de lo gratificante que es no solo poder estar con las bellísimas personas con las que me he encontrado en la asociación, sino también porque a nivel laboral te permite plantear muchas cuestiones interesantes. Me encanta estar rodeada de gente que sabe tanto”. Algo aportarán también Elia Vallejos y Riovalle al colectivos… “Por supuesto, pero poder contar con esas personas tan válidas es un lujo”. En ese sentido, hace hincapié en la importancia de apoyarse entre ellos. “Porque no hay la misma distancia de Pamplona a Tudela que de Tudela a Pamplona. Aquí nos resulta todo un poco más complicado”.
UNA FAMILIA DE CINE
Riovalle tiene su vertiente social y solidaria, patrocina premios literarios y colabora con la Asociación Española contra el Cáncer. También con la Asociación de Personas con Discapacidad de la Ribera (Amimet), incluso posibilitando su participación en alguna de sus obras, como la que acaban de concluir en las piscinas de Tudela. “Ya sé que supone un granito muy pequeño de arena. Pero si todo el mundo pusiera el suyo, nos iría mucho mejor”. Y siendo una empresa que realiza grandes obras, con importantes movimientos de tierras, ¿cómo afronta el cada vez más ineludible compromiso con la sostenibilidad ambiental? “Trabajamos de acuerdo con la norma ISO 18.001 y vamos más allá de lo que la ley marca. También tenemos la ISO 9.001 de calidad y la ISO 45.001 de seguridad y salud, pero siempre estamos buscando cómo mejorar. Yo se lo pregunto a los trabajadores en las encuestas que les hacemos. Ahora mismo, estamos aplicando un programa de bienestar, ponemos fruta en las casetas de obra para fomentar hábitos saludables en la alimentación. Igual os parece una tontería, pero por algo se empieza”.
A estas alturas ya sabemos un poco más sobre Elia Vallejos. Intuimos que su aparente sencillez y espontaneidad no son impostadas y que, como ella misma nos ha indicado al principio, es una mujer con una gran vitalidad. Algo que repite con distintas palabras ahora, casi en la despedida, al hilo de otros comentarios: “Soy una persona que voy corriendo a todas partes porque quiero hacer cien mil cosas. Siempre digo que no debe ser así, pero al final me apunto a todo. Ja, ja, ja”. Casi a renglón seguido nos revela, sonriente y mostrando un anillo, que en octubre se casó por segunda vez. Y sin dejar de sonreír, añade que tiene un hijo de 17 años, Gael, que estudia 1º de bachiller en Estados Unidos con la aspiración de ser director de cine. “No son pájaros que tiene en la cabeza, ama el cine y me parece muy bien que sienta pasión por algo. Me da igual que sea el cine u otra cosa, pero la verdad es que somos una familia muy cinéfila. ¿Que Isabel Coixet va al festival de Valladolid? Pues allá vamos. La última vez que vino Gracia Querejeta al Moncayo, nos colocamos cada uno en un lado para que no se nos escapara y que Gael pudiera hablar dos minutos con ella. Estamos un poco locos, pero es una locura que me encanta”.